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Control facial tipo China en Barajas

El director ejecutivo de Iberia, Luis Gallego, pasa bajo el arco de reconocimiento facial en la Terminal 4 del Aeropuerto de Madrid-Barajas Adolfo Suárez.

María Iglesias

En plenas negociaciones para formar Gobierno progresista de PSOE y Unidas Podemos, pasa inadvertido que el aeropuerto Madrid-Barajas implanta un programa piloto de reconocimiento facial en dos vuelos: Asturias y Bruselas. AENA, la empresa pública de aeropuertos, vende el invento como comodidad para los pasajeros. Igual que llevan años adoctrinando en que el infierno de controles, cacheos y humillaciones para llegar a la zona de embarque es por nuestra seguridad. Conviene no ser ingenuos. 

En España afrontamos una cadena de desafíos: cambiar el modelo productivo para que la gente viva del trabajo con dignidad y sin aumentar la desertificación que aquí es evidente, recomponer la convivencia de autonomías, frenar al totalitarismo que ya es tercera fuerza política...   

Pero el pulso del totalitarismo a la democracia es global. En el bloque totalitarista coinciden mandatarios de ideologías, en teoría, distintas. Son de ultraderecha los presidentes Trump (EEUU), Orban (Hungría), Bolsonaro (Brasil), Duterte (Filipinas), los aspirantes Le Pen (Francia), Salvini (Italia), Abascal (España), Geert Wilders (Holanda), partidos como Alternativa por Alemania (AfD) y facciones pro Brexit en Gran Bretaña. Esta categoría que no sirve para Putin en Rusia, Kim Jong-un en Corea del Norte y Xi Jinping en China donde sólo hay un partido autorizado: el comunista. Pero comparten entre sí y con mandatarios como Mohamed Bin Salman (Arabia saudita) –implicado, según la ONU, en el asesinato del periodista Jamal Khashoggy- abominar del discrepante.

China es la utopía reaccionaria hecha realidad: en lo político, dictadura de corte soviético sin libertad, y en lo económico, capitalismo ultrasalvaje explotador de trabajadores y medioambiente. Cuando cayó el muro de Berlín los chinos demócratas intentaron liberarse con la protesta de Tiananmen. Pero el poder, entonces ejercido por Deng Xiaoping –a quien el ex presidente González reivindica en Liderazgo en tiempos de crisis- dio orden de cometer la masacre.

Pasados 30 años del 1989, que se celebra como liberación de la Europa del Este, China ejerce un siniestro papel global: el de faro inverso en materia de derechos humanos, atrayendo a arrecifes donde nos hundiremos si no reaccionamos.

El poderío económico – logrado con obreros sin derechos, ni control de contaminación- ya llevó al PP, en 2014, a derogar la jurisdicción universal para crímenes de lesa humanidad dejando impunes el del cámara José Couso porque la investigación sobre genocidio en Tíbet hizo al juez dictar busca y captura del expresidente Jiang Zemin y el ex primer ministro Li Peng.

La 'nueva ruta de la seda'

Pero ahora China deslumbra al mundo por su desarrollo tecnológico, biomédico y una política expansiva, la Nueva ruta de la seda, de compras millonarias de infraestructuras en África, América Latina y Europa donde ya tienen puertos como el ateniense del Pireo.

Los retos legales y éticos aparejados a tecnologías como la del reconocimiento facial, en que China es pionera, se abordaron en la reunión anual en Madrid del Common Action Forum que este noviembre versó sobre seguridad humana versus control securitario. Allí, el Director Nacional de Tecnología de Microsoft China, Qing Wei, expuso ante un foro progresista que cualquier reparo “es intentar proteger un castillo de arena en la playa cuando lo que viene es un tsunami” y abogó “por probar todo lo técnicamente posible y ver a dónde nos lleva, porque es inevitable”.

¿Sin anticipar consecuencias? ¿Quieren hacernos creer que no hay elección?

Sumisión o diplomacia

El peso poblacional de China -primer país del mundo, seguido de India, con 1.400 millones de habitantes de 7.500, el 18%- y su pujanza económica, tecnológica y militar lo hacen clave. Pero para trabajar desde la diplomacia multilateral en una progresiva democratización y no para rebajar los estándares de derechos humanos en los pocos sitios donde con fragilidad subsisten.

Por más que las fuerzas progresistas del planeta agradezcan un contrapeso al poder de EEUU son inadmisibles connivencias. Sería una irresponsabilidad de consecuencias imprevisibles mirar para otro lado:

David Kaye, relator especial de la ONU sobre libertad de expresión está alertando a propósito de la vigilancia en redes: “Esto no va de Gobiernos utilizando instrumentos para acciones legales y cayendo sin querer en daños colaterales: esto va de usar tecnología de espionaje para ir contra personas cruciales y vulnerables”.

Además del proyecto de Barajas, a nuestro alrededor proliferan cámaras que nos leen las caras. Si nos sentimos hormigas de cero interés para los poderosos, pensemos que la ley de extradición china contra el Hong Kong demócrata se hizo para legalizar el secuestro por el Gobierno de cinco libreros obligados a confesar por vender libros que les eran molestos.

Un Gobierno de progreso como el que se está forjando no puede consentir tal involución de nuestros estándares democráticos.

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