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Dimisión, por inepto, del secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto

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María Iglesias

Cuando en marzo de 2016, volví de cubrir en la isla griega de Lesbos la llamada “crisis de los refugiados”, la realidad en España me dio una bofetada. Los informativos abrían con manifestaciones pro y anti taurinas en Valencia. Unas 12.000 personas se manifestaban por un tema tan esencial y urgente mientras al extremo opuesto del Mediterráneo, total, sólo se ahogaban seres humanos, los supervivientes quedaron atrapados por el cierre de fronteras y amenazados con la deportación por el pacto UE-Turquía y tres rescatadores, conciudadanos nuestros, Manuel Blanco, Julio Latorre y Enrique Rodríguez, más dos daneses eran acusados de intentar traficar con personas.

Ahora acabo de aterrizar del juicio, en Mitilene, a los bomberos de ProemAid y voluntarios de Team Humanity, felizmente absueltos. También de entrar en los campamentos aún más atestados que hace dos años. Sea por casualidad o porque el proceso legal a los sevillanos haya devuelto el drama migratorio al foco mediático, en prensa, radio y televisión se abre paso, algo, el neo-holocausto del Mediterráneo (entre el Día de la Marmota del procés y la locura de Trump dispuesto, como Nerón incendió Roma, a quemar el planeta).

Dentro de la cobertura, punto álgido ha sido la emisión este domingo del Salvados de Jordi Évole, Después de Astral. Estoy doloridamente familiarizada con el infierno que muestra, tanto por mi experiencia, como por haber visto documentales y reportajes como To Kyma o Astral, ambos también sobre la ONG de socorristas de Badalona ProActiva Open Arms, y Fuocoammare, Oso de Oro en el Festival de Cine de Berlín, Socorrer a los migrantes en la ruta de los Alpes (canal ARTE), o Samba, un nombre borrado.

Hombres, mujeres y niños entumecidos en las balsas tras horas a la deriva, temiendo la muerte. Personas cayendo al mar, rescatadas in extremis por una entidad civil de voluntarios, en vez de por un rescate oficial que los europeos pagáramos. Pero también el horror en sus ojos. Las miradas traspasan. Son mirillas al hambre y la sed, la persecución y tortura por razones políticas o arbitrarias, en sus países de origen y los de tránsito. Las violaciones. De todos sus derechos, de su dignidad. Y sexuales.

Tanto a varones como, sobre todo, a las mujeres, doblemente victimizadas como siempre. Embarazadas en la ruta o con bebés de quienes las violaron. Sobre todo, en Libia. Lo peor es Libia, se sabe. Está documentado. Hay imágenes y sonido. La CNN emitió este noviembre de 2017 Subasta de esclavos en el siglo XXI, donde se prueba que en Libia, desde 400 euros, se venden personas a las que llaman “mercancía”. Miradlo. Seis minutos y medio. Se ven las subastas. Se muestra a quienes han logrado escapar de los dueños que les apaleaban. Esperan como en jaulas a que los traficantes les lancen en las balsas al Mediterráneo. Cuentan que hasta les metían objetos cortantes por el ano. Lo ha rodado y contado, con riesgo para su seguridad, una colega periodista, una gran profesional, mujer y ciudadana valiente, la reportera sudanesa Nima Elbagir.

Por eso, lo que más me ha escandalizado del Después del Astral de Évole, lo que 48h después aún me da náuseas, es el cinismo y la ineptitud del número dos del Ministerio de Interior español, José Antonio Nieto, cuando reconoce: “No sé a quién llegan los 130 millones de euros que la UE entrega Libia. No sé en qué porcentaje es una mejora de la situación en el Mediterráneo y en qué porcentaje está amparando situaciones como esas”. Las “situaciones” son las que previamente ha leído Évole del informe del Alto Comisionado de la ONU de Derechos Humanos: “Libia es un país que permite la esclavitud, violaciones, agresiones sexuales y asesinatos cometidos en nombre del control de la migración”.

No cabe una frivolidad mayor y más peligrosa por parte de todo un Secretario de Estado de Seguridad, que es el cargo que ostenta José Antonio Nieto, que admitir a cámara sin sonrojo ni temblor en la voz, sin vergüenza, que ignora si los grupos libios a los que financia (porque en Libia tras la caída de Gadafi no hay Estado ni gobierno oficial sino tres focos tribales enfrentados) son pertinaces violadores de derechos humanos.

Esa ignorancia confesa cuesta vidas cada día. De personas, adultos y niños, como los que veis en estas fotografías. Y, además, es un riesgo para la ciudadanía española. Porque mientras el Secretario de Estado no se molesta en poner –o encargarlo a alguien del Ministerio - una alerta en Google sobre “Libia y migración” para que le lleguen noticias -¡no hablemos ya de pedir informes a nuestra Inteligencia!, en la base naval de Cartagena (Murcia) se adiestra a guardacostas libios.

De estos que Nieto no sabe si se dedican a subastar y torturar personas. Los que han encañonado, en alta mar, a los rescatadores españoles de misiones como MayDayTerraneo (de ProemAid y SMH) o Proactiva OpenArms. Y, podrían convertirse en el discípulo que muerde la mano que le da de comer. Como pasó con Al-Qaeda, financiado por EEUU para luchar en Afganistán contra la URSS y luego voló las Torres Gemelas –reconocido por Hillary Clinton en el Congreso de EEUU y entrevista a Greta Van Susteren, en Fox News-. Evitar esa potencial catástrofe es una labor de tal responsabilidad, que no podemos dejarla en manos del insensato José Antonio Nieto.

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