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Fin de líos, a intentar ganar y el 24 a fraguar una unidad mejor

La vicepresidenta segunda, ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz en el diálogo 'Jóvenes, empleo y futuro', este 23 de enero de 2023, en Madrid. 

María Iglesias

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El último día y medio de incertidumbre no iba a existir. Las izquierdas a la izquierda del PSOE nos prometieron no apurar esta vez los plazos para pactar, escarmentadas con lo ocurrido en las andaluzas de junio de 2022 cuando presentaron los papeles a medianoche (Podemos tras las campanadas) y se cosechó un batacazo. En corrillos y llamadas hablaban de presentar el acuerdo el lunes o martes para dar imagen de que, en esta ocasión, la unidad se lograba con convencimiento, de buen grado. No ha sido así. Y, pese al incesante aumento de adhesiones a Sumar toda la semana, ayer a pocas horas del pitido de fin de partido, Podemos nada.

Bueno, maticemos, porque además de la petición de integrarse en Sumar hecha dos días después del descalabro del 28M por Juan Pedro Yllanes, vicepresidente balear y miembro de Unidas Podemos, el miércoles de esta semana dirigentes de Podemos en Extremadura, la Comunidad de Madrid, Comunidat Valenciana, Navarra y Galicia también han abogado por la unidad con declaraciones tan tajantes como las de la líder extremeña Irene de Miguel que pidió a los contrarios al acuerdo “dar un paso al lado”.

La respuesta del aparato en Madrid, en cambio, fue convocar el jueves, de forma exprés, una consulta a inscritos. Consulta que ya me duele describir como “tramposa”, pero así ha sido y no merecemos ser tratados de pardillos. Mientras en el vídeo donde Ione Belarra animaba a votar daba a entender que se pedía un “Sí” o un “No” a confluir con Sumar y a intentar reeditar el gobierno de coalición, la redacción exacta de la pregunta lo que solicitaba era el apoyo a ciegas para las 24 personas que forman Consejo de Coordinación de Podemos tanto si al final ellas aceptan como si rechazan unirse a Sumar.

No me entretendré con la victoria del “Sí” por un 93%, ni con el anuncio de Belarra dando la unión por hecho pero sin anunciarla aún a las dos, ni con las dos ocurrencias de Podemos el jueves (la inscripción de otro partido 'Juntas Sí se Puede' anulada en cuanto trascendió y la propuesta de ir en coalición con Sumar salvo en la Comunidat Valenciana, descartada por la plataforma que encabeza Yolanda Díaz). Al fin a las ocho de la tarde Sumar y Podemos firmaron el acuerdo y se encaminaron a la Junta Electoral Central. Bien está dar carpetazo al jaleo y pasar de pantalla. El tiempo no sobra, aprovéchese.

La unidad lograda en torno a Sumar no es ese movimiento ciudadano ajeno a partidos que sus impulsores querían, aunque yo, como he escrito otras veces, jamás consideré esa meta ni realista ni deseable. Pero, y eso sí lo veo un desafío ante las generales, tampoco es algo muy distinto a la siempre denostada y rara vez evitada “sopa de siglas”. Y no lo es porque articular una unión real y operativa de sociedad civil y una quincena de formaciones políticas es complejísimo, porque se ha ido cociendo a fuego demasiado lento y porque ahora el adelanto de Pedro Sánchez ha acortado el plazo de seis meses a solo dos.

Ganar el día 23 para fraguar desde el 24

Ayer leí la certera advertencia de Isaac Rosa, columnista también de este diario, sobre la locución que yo misma he vuelto a usar hoy en mi primer párrafo de “las izquierdas a la izquierda del PSOE” que, en efecto, transmite idea de amalgama subsidiaria respecto al partido socialista. Habrá que buscar, encontrar y usar una denominación distinta a medida, claro, que fragüe esa unión de corrientes más progresistas y transformadoras y se ensanche la esquina de la que ahora, según los sondeos, pero también los recientes escrutinios, se parte.  

Y para intentar volver a esa perspectiva del sorpasso de 2016 o para algo, para mí más urgente, como evitar tener ya este verano un gobierno con vicepresidente y ministros del Vox neofascista y presidente y ministros del PP poniendo en riesgo como en Castilla y León la salud pública, arrasando el medio ambiente como en Doñana, destruyendo la educación y sanidad pública a base de bajar impuestos a las grandes fortunas, derogando los derechos trans, de aborto, de muerte digna… lo vital es conseguir los mejores resultados posibles para la suma de Sumar y el partido socialista en las elecciones del 23J. (Por eso se agradece la cesión parcial de Adelante Andalucía).

No es que la posible victoria de izquierdas la noche del 23J, aunque sea por la mínima, vaya a ser milagrosa. Sino que facilitará la coyuntura del trabajo que, sí o sí, nos toca hacer a las generaciones adultas de progresistas de este país a partir del día 24.

Porque, ¿cómo hemos llegado a este 2023 de vértigo en que podríamos tener ministros profranquistas? ¿Cómo parte de la juventud no se asusta sino vota a la ultraderecha mientras jóvenes de izquierda organizados tildan de “más de lo mismo” al primer gobierno de coalición progresista? Pues con cuatro décadas, muchas de gobierno socialista, donde mientras se avanzaba mucho no se ha explicado suficiente de qué horror dictatorial salimos. Cuarenta años de democracia donde, en paralelo, la asunción acrítica del neocapitalismo desde los 80 ha sembrado individualismo, egoísmo, descreimiento, cinismo y ha ido dejando cada vez a más gente sin expectativas laborales ni de vida. A merced de salvapatrias que con simplezas y mentiras les engañan.

Del lunes 24 en adelante, es obvio que habrá que fortalecer mucha unidad de veras tras la actual unión de circunstancias; unidad de la que arraiga y ahonda sus raíces. Hacerlo en las primeras, segundas y terceras líneas de la política, pero seguramente impulsada por las bases. Porque, aunque los partidos y gobiernos, incluso los de izquierdas, tengan la tentación de preferir a la masa aborregada antes que a una sociedad y una militancia despierta y movilizada, para que las democracias no acaben deteriorándose gravemente y decayendo hace falta una ciudadanía lo más amplia posible, crítica, decidida, brava.

¿Nos parece hoy una meta complicada que PSOE y Sumar sumen y formen gobierno tras las generales? ¿Utópico que, ya ganen o pierdan, luego el 24, en esta sociedad donde votar en julio se ve en sí mismo como una heroicidad, se pongan en marcha corrientes sociales, reuniones de colectivos para vivificar nuestro sistema democrático y sembrar valores y compromisos antifascistas y de reparto equitativo de riquezas y oportunidades? Sí, hasta a mí.

Pero más cándido aún veo pensar que si este 23J no votamos por construir un dique frente a las derechas tanto las feministas, como los ecologistas, los gays, trans, lesbianas y sus amigos y familias, las médicas y maestros públicos, empleadas domésticas, cajeros de supermercado y demás beneficiados por la subida del salario mínimo, los docentes universitarios, las gentes de las industrias culturales y de comunicación, los funcionarios de Justicia muchos ahora en huelga, hasta los autónomos y pequeños empresarios que pagan más impuestos que los ricos, los bancos y las multinacionales, nosotros, la mayoría social, pues luego el día 24 y los siguientes nuestras vidas vayan a ser mejores.

Si no hacemos que Sumar y PSOE sumen nos espera una travesía del desierto donde el viejo aparato del PSOE retomaría los mandos y a los proyectos de las inspiradoras izquierdas transformadoras les costaría mucho más brotar, florecer y fructificar.

E igualmente si logramos, con la fuerza de nuestras papeletas, alzar esa presa de contención de las derechas, la victoria progresista solo sería efímera si como hasta ahora viene pasando solo se llama a arrebato a la sociedad civil cada cuatro años y mientras tanto, sea por urgencia o falta de coraje, los gobiernos de izquierda siguen retrasando los cambios sistémicos, estructurales que son clave para un progreso sólido y duradero.

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