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La Biblia junto al calefón

La obra que ha sufrido un acto vandálico

Juan José Téllez

¿A qué ley tendré que recurrir para denunciar por delito de odio a quienes niegan el cambio climático? ¿No merece una querella por escarnio escuchar al beaterío negar a Darwin y proclamar como verdad absoluta las horas extraordinarias que echó Dios en siete días? A España le urge crear un termómetro de ofensas, un ofensómetro que unos y otros podamos usar al rebufo de las creencias ajenas.

Tenemos la piel cada vez más fina. En el mismo país en que, a lo largo de la historia, las palabras cabrón, mamón e hijo de puta pudieron utilizarse indistintamente como elogio y como oprobio al gusto del consumidor, se va camino del juzgado a poco que te digan ahora soplagaitas o cantamañanas. Claro que, a qué extrañarnos, cuando los mismos que vituperaban a Alfonso Guerra o a Albert Boadella durante la transición ahora los elevan a los altares desde las filas de los nuevos trifachitos. Los partidarios de la España de Blas de Lezo olvidan a menudo que también es la de Valle Inclán, Unamuno, Góngora y Quevedo, que menudos que se las gastaban sin tener en cuenta la pasamanería de lo políticamente correcto.

En la Diputación de Córdoba, esta semana, una pieza plástica titulada 'Con flores a María', perteneciente a la exposición colectiva «Maculadas sin remedio», fue rasgada de arriba abajo después de que portavoces de PP y de Ciudadanos hubieran puesto el grito en el cielo –nunca mejor dicho- por supuestamente “ofender los sentimientos religiosos”. Vive Dios, pero no recuerdo semejante reacción cuando empezaron a trascender los casos de pederastia en el entorno de la Santa Madre.

Días más tarde, la obra artística, que consistía en una fotografía sobre tela que imitaba a una Inmaculada de Murillo con el rostro y el cuerpo de su autora, Charo Corrales, fue rajado de arriba abajo, en un extraño diálogo entre el arte y uno de sus espectadores. A ella, le habría gustado que hubiera seguido expuesta porque ya se había convertido en algo diferente, en una intervención casi. Sin embargo, la Corporación provincial decidió retirarla y colocar sobre su espacio un cartel que denuncia el acto vandálico del que fue objeto.

Para bien y para mal, no ofende quien quiere sino en función de quien se deja ofender. La misma Argentina, por ejemplo, que se mordía los labios con las Preguntitas a Dios de Atahualpa Yupanqui, repetía como una salmodia el magistral tango Cambalache, de Enrique Santos Discépolo. En uno de sus párrafos, el autor afirma: “Igual que en la vidriera/irrespetuosa de los cambalaches/ se ha mezclao la vida,/ y herida por un sable sin remache/ves llorar la Biblia junto al calefón”.

¿Qué es una Biblia, se preguntaran algunos en esta época en la que la mayor religión es Juego de Tronos? Algunos otros nos preguntamos qué es un calefón y la historia cobra sentido cuando averiguas que en el río de La Plata se le llamaba así a los calentadores de agua, en los primitivos cuartos de baño. La Biblia estaba junto al calefón porque los evangelistas las repartían gratuitamente y su papel era muy apreciado en los inodoros de medio mundo, antes de que Scotex ganara la partida en los hipermercados. Así que no pasa nada con que nos limpiemos el trasero con las sagradas escrituras en un tango tarareado por varias generaciones, pero contratamos a medio colegio de abogados contra la procesión del coño insumiso.

En democracia, cada cual puede mosquearse con lo que le venga en gana, por lo que bienvenido sea el peso de la justicia contra blasfemos, tocapelotas, malhablados y porculeros, entre quienes me cuento. Que convoquen por ouija a Torquemada, que resuciten al Tribunal de Orden Público. Pero que busquen un encaje en nuestro código penal para aquellos otros que nos sentimos ofendidos por el desprecio a la razón científica, por el olvido de la ilustración y de la memoria histórica, por el menosprecio constante a la cultura, a la mujer y a las libertades que costaron sangre, sudor y lágrimas conquistar. O por las estupideces que cualquier guacamayo cacarea en twitter o en la televisión y, de buenas a primeras, se convierten en trending topic, en grupo parlamentario propio o en una nueva amenaza sobre el Golfo Pérsico.

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