Paremos un poco

Depositado el voto, vaciadas las urnas, fregados los colegios electorales, enrolladas las pancartas, lamidas las heridas, quizá ha llegado el momento de parar un poco. De detenerse a pensar. De hacer recuento. De respirar. Dos años y medio de campaña electoral constante, impenitente, machacona, deberían ser suficientes. Quien pueda sumar 176 votos en el Congreso, que sea presidente. Quien no, que acepte su papel en la oposición. Para unos y otros, toca poner en pausa el tiempo de los eslóganes, de las sonrisas, de los gatos y de las flores, del non-stop de tertulias, de los vídeos virales, de encuestas de mentira, del troleo en twitter, de este ruido cada vez más hueco y superficial que tal vez dispara el share pero que ha conseguido que hasta los que siempre hemos disfrutado del juego de la política nos sintamos empachados.

Creo que todos necesitamos un respiro. No es soportable, ni siquiera sano, vivir en este estado de movilización constante, de sobresalto tras sobresalto, de enfado tras enfado. También los partidos necesitan bajar el balón al suelo. Hacer balance, repensar estrategias, definir nuevas formas de trabajo y de negociación en un escenario muy fragmentado en el que ninguno tiene experiencia previa. Es el momento de ir un poco más despacio, de mirarse al espejo, de recomponerse.

Los primeros llamados a esta tarea son los grandes perdedores de estas elecciones, PSOE y Podemos, que necesitan redescubrir con sosiego su propia identidad y acometer un relevo en sus respectivos liderazgos, abrasados en el fuego acelerado de estos nuevos tiempos. También el PP necesita cambiar de manera de funcionar -el rodillo de la mayoría absoluta es ya historia- y más pronto que tarde en esta legislatura que se prevé corta deberá encontrar un sustituto o sustituta para Mariano Rajoy. El único que quizá queda a salvo de este cambio de caras es Ciudadanos, pero principalmente porque de momento no tiene banquillo para sustituir a Albert Rivera, lo cual nunca es una buena noticia, sino todo lo contrario.

La política, la verdadera política al menos según la entiendo, la política útil y transformadora, es todo eso que ocurre a partir de que se constituye el Parlamento y se nombra a un Gobierno. No siempre es excitante, no siempre llena titulares ni da para maratones nocturnos en televisión. No siempre hace ricas a las empresas demoscópicas ni a los fabricantes de omeoprazol. El objetivo de la política no es entretenernos los sábados por la noche. Es cambiar las cosas. Empecemos cuanto antes, que ya vamos tarde.