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Los partidos son de todos

Albert Rivera besa a Inés Arrimada tras la rueda de prensa en la que anunció que abandonaba la política.

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Eso creo, como un bien democrático y constitucional. Otro cosa es que todos seamos de todos –no me estoy acordando ni reivindicando a Pío Cabanillas–. Cada uno en lo que quiera, pero entendiendo que la democracia de partidos es fundamental para el funcionamiento de la democracia y que esta es de todos. Sería muy aburrido y malo que todos fuéramos de izquierdas –no digo ya que del mismo partido de izquierdas, que eso sí que sería imposible, pongamos que en Madrid–. También lo sería que todos fuéramos de derechas, en este caso no solo aburrido sino peligroso, como hemos podido comprobar a lo largo de la historia.

El pueblo en democracia crea libremente sus partidos, es el pluralismo político, y lo hace la voluntad popular permitiendo así la participación a través del derecho a la representación. No son palabras mías sino de la Constitución española, las constituciones europeas y los propios textos fundacionales de la Unión Europea. Todos estos textos democráticos magnos sostienen que el origen de la democracia está en la voluntad popular.

La legislación española de partidos así lo afirma igualmente, incluso apoyándose en un texto preconstitucional –no franquista, obviamente– de 1978. En 2002, europeizado el texto con una mano de maque continental, se introduce la expresión “los ciudadanos crean”. El mismo texto refrescado señala que tienen que ser personas físicas las promotoras de partidos, es decir, que no pueden crearlos personas morales o jurídicas, corporaciones, el Ibex 35, sea de manera metafórica o no, la Iglesia o la Corona, un poner.

No quiere decir eso que no pueda haber partidos que defiendan los intereses del Ibex 35, multinacionales, catetonacionales de perfil capitalino, intereses cristeros o cortesanos monárquicos, la república o la sovietización de España, por añadir un exabrupto venezolano, faltaría más. La Constitución lo permite.

Estos días convulsos, que serán semanas o incluso periodos mayores si no endémicos, observamos cómo en el derredor de la política, por no decir en su tuétano, surgen insistentemente elementos ajenos a los partidos, a su normal vida. El ejemplo más reciente es la imputación de un empresario, Luis Gálvez, a partir de la declaración de otro Luis (pero Bárcenas) por una presunta mordida a Esperanza Aguirre, siempre complicada en asuntos batracios. Hay otros.

El lío, eso que tanto perturbaba al plácido Mariano mientras era M. –nombre de DJ–, está en su apogeo. Quieren hacernos creer que los casos de descomposición de la una vez fulgurante idea de los poderes corporativos ocultos, Ciudadanos (sumido en los tamayazos patrios) más los líos de Bárcenas, se neutralicen, pero no: son resultado de una misma patología antidemocrática. No van a pasar a segundo plano, no deberían, ni la corrupción del PP, ni la propia naturaleza del surgimiento de Ciudadanos, ni su utilidad frustrada.

Y eso porque en el nacimiento de los partidos políticos, ni las empresas ni sus corporaciones ni el Ibex 35, metafóricamente hablando o no, ni los poderes fácticos, deberían no tener nada que ver. Y sin embargo.

Un día, parece que las empresas, las indecentes y corruptas, decidieron que qué cosa mejor que tener un partido y manejarlo. Cómo iban a dejar sus intereses en manos del pueblo, un pueblo que también legítimamente puede y debe ser de derechas. Otro día, los poderes fácticos de todo pelaje y oropel decidieron que tenían que tener un partido que, de cámara, jugase para desorientar si no alterar el normal juego democrático ejercido por la voluntad popular, básica en el origen de la democracia. Ciutadans primero y, luego, Ciudadanos.

Esa es la verdadera crisis del momento, que el poder económico ha corrompido las legítimas expectativas de la derecha sobornando a sus líderes y que, otra cara de ese poder, ha fracasado en fundar un partido que irrumpiera de manera artificial y a sueldo en el juego democrático español, nacido para embarrar, primero Catalunya. Murcia ha explotado, pero es solo el ejemplo de lo que es la derecha en España corruptora y corrompida por el poder económico y fáctico.

Los partidos, como los seres vivos, nacen, crecen, se reproducen y mueren. En todas esas fases de Ciudadanos han participado poderes de los que no dan la cara.

El poder económico y los poderes oscuros pensarán que no han fracasado y volverán, pero están dejando malparada la democracia española y todo eso porque no tiene ganas, cultura democrática, ni ningún respeto por la Constitución, los principios generales de la democracia y la costumbre generalizada entre los países más democráticos y prósperos de nuestro entorno.

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