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Rebrotes y rebotes

Playas de Cádiz

Javier Aroca

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Me acordaba de mi “agüela” y otras mujeres de mi niñez: “Tienes más miedo que vergüenza”, decían cuando el miedo vencía tu sentido de los modales y la ética. Lo decían de los niños malos. Después de los tiempos de reclusión o arresto domiciliario por culpa de la pandemia, mucha gente se ha tirado a la calle descuajaringada, sin miedo. Era cómodo cuando había que quedarse en casa por culpa del Gobierno; a quién mejor para criticar.

Han pasado algunos meses y ya somos libres, la libertad que reclamaban los cacerolos. Mucha libertad, poco miedo y ninguna vergüenza, por no decir sinvergüenzas. Mi compañero Pedro Blanco clamaba en la red contra la irresponsabilidad de los nuevos alojados –los liberados– ya en hoteles: sin mascarilla por recepción y ascensores. Sin miedo, “agüela”. Ya no hay alarma y los que pedían al Gobierno medidas serias y antelación ahora se exhiben en su libertad comprometiendo la libertad y la salud de todos los demás.

Si hay rebrotes, que los hay, solo serán eso, rebrotes; aun cuando desde muchos medios amarillearán sus páginas, te pitarán los oídos y te inquietarán sus imágenes porque de ello viven y por ello se van a desvivir. Si los rebrotes acaban en oleada, los sinmiedo serán los primeros que dirán que la culpa es del Gobierno.

Y con los rebrotes y la próxima oleada de corona si llega –que espero que no, aunque los expertos se la temen– vendrán los rebotes.

La derecha está rebotada, primer rebote. Lo está porque a pesar de las calamidades que nos abaten y las predicciones más pesimistas sobre todos los escenarios futuros posibles, la coalición de Gobierno no acusa deterioro relevante en las encuestas, ni hay signos de ruptura del cemento coaligador, cemento romano de ese que dura siglos y mantiene los acueductos. Quizá tenga que ver con que esta vez no se ha dejado a la intemperie a los más débiles.

El segundo rebote es el suyo propio. Como en la economía, la derecha se debate entre recuperarse en uve, en u o, tal vez, no se recupere. Indiscretamente escuché a un grupo de facundos populares y gacetilleros indiscretos afines, vecinos de la mesa en la que yo estaba. Con los errores y horrores de Casado y Cayetana –decían– daban  ocho o doce años más de socialcomunismo. Y eso si no pierde Trump; esto es cosa mía.

Quizá las elecciones gallegas apunten un aparente calmante para la derecha española, pero no se engañen, no es exportable y desde hace ya un tiempo siempre ha sido así.

La derecha se muestra rebotada y esperando un rebrote, suyo y de las condiciones políticas, económicas, sociales y sanitarias para seguir erre que erre con su política destructiva y antipatriótica. Una política miserable.

No es menos grave que la coalición de Gobierno empiece a sentirse cómoda. La huida hacia los extremos de la derecha deja a la coalición tímidamente abierto un camino hacia el centro que la tentación de permanecer en el Gobierno puede seducir y que no es lo mismo que la moderación y la prudencia que exige la gravedad del momento.

Eso dicen algunos medios capitalinos interesados. Sánchez busca el centro y la resistencia de UP no parece feroz. Pero los últimos acontecimientos reflejan que la democracia española no ha cuajado totalmente o es imperfecta y, cuando el pueblo se da cuenta y está dispuesto al cambio, la moderación es una virtud pero la claudicación y el acomodo al poder oculto es un defecto y una deserción. Por ejemplo, fiscalmente.

A pesar de todo, hay pueblo y también pueblo por hacer; si estos brotes y rebotes demuestran algo es que no podemos seguir como estábamos y, si no queremos retroceder, es imperioso que este Gobierno de coalición no empiece a sentirse acomodado ante la irresponsabilidad y disparates de las derechas.

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