Del rodillo a la plancha

Quiero dar mi más sentida bienvenida al maravilloso mundo judicial español a los compañeros y compañeras de Podemos, recién estrenados en esto de gobernar, que es el arte de tomar decisiones sin contentar a nadie y menos todavía a la Brunete judicial y a la Brunete mediática, que los ha puesto ya en el punto de mira digan arre o digan so. Así, los flamantes podemitas tienen ya en el santoral a dos mártires de la fe, uno de ellos -san Carlos Monedero-, ajusticiado en el año I a.d.p (antes de Pablo) por sus oscuros mercadeos, y el otro -el beato Zapata- condenado al oprobio eterno por sus filípicas tuiteras.

Menos mal que también hay jueces justos, además de legalistas, y en el caso del deslenguado Zapata el juzgador ha decidido que la estulticia no es delito y ha decidido archivar la causa. Y me parece bien, aunque otra cosa es que la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, lo mantenga en el cargo de concejal. Pero es lo que tienen las cofradías, que echar a un hermano profeso es reconocer que te has equivocado y que la propia fe se tambalea.

Porque en el fondo, eso es lo que ha creado el fundador de la nueva religión que impera en España, el pablismo, en la que sólo hay un verdadero dios y Errejón es su profeta. Una iglesia basada en la fe y la exclusión, (o estás conmigo o estás contra Mí) en la que el mayor mérito es aceptar con ciega fe que los círculos son la única base para conseguir el pan. Comulgar con ruedas de molino, que se decía a.d.p.

El caballo y la luz

Y no es raro llegar a esta conclusión si seguimos el viaje espiritual del converso Pablo, que cuando era un fanático educado por los fariseos comunistas les propuso algunas de sus elevadas ideas. Camino de Moscú, vio rechazadas sus propuestas por la única razón de que no figuraban en el manual del siglo XIX. Del disgusto, se cayó del caballo y vio la luz, aunque la hostia también tuvo sus daños colaterales, como bien se puede apreciar.

No es de extrañar que ahora no quiera ni oír hablar de un pacto con Izquierda Unida y les haya escrito (carta de Pablo a los adefesios) que son unos cenizos y que les vayan dando por el panfleto. Igual de benévolo se ha mostrado con los malvados socialistas, con los que ha pactado, pero sólo la puntita, tras escribirles otra amable misiva, esta vez titulada ‘Carta a Filemón’, olvidándose de Mortadelo, sin señalar a Pedro Sánchez, que eso está muy feo.

Así, tras varios viajes a Grecia para aprender cómo se tienen que hacer las cosas, Pablo se hace carne entre nosotros para predicar la buena nueva, que fundamentalmente consiste en que creamos que Él es uno y trino, que puede resucitar a los muertos, y multiplicar los panes y los peces, sin necesidad de asaltar supermercados.

Y nos redacta las nuevas tablas de la ley en la que Él es principio y fin, y en medio van sus apóstoles, en el orden divino que el conclave decida. Unas primarias de circunscripción única, que más que un rodillo parecen una plancha, y perdonen la imprecisión, que este humilde servidor no estudió Políticas ni Teología. Y se me nota. Aunque entiendo que si la única lista se hace en Madrid, al final los habitantes de la Alpujarra estarán representados por un profesor de Historia del Pensamiento Político, si ello fuera posible.

Ante tamaño sinsentido se ha rebelado nuestra Teresa de Cádiz, que tras apagarse los aplausos y las oraciones, osó decir que tal vez sería más adecuado que los podemitas andaluces eligieran a sus representantes. Una revolucionaria, como ven, y que a partir ahora vivirá sin vivir en ella, a la espera de que la mano de Dios caiga sobre su herética cabeza. Todo sea por conservar la pureza del proyecto, que a partir ahora bien podría cambiar el nombre de Podemos a Pablemos. Dicho sea con humildad paulina.