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Serrano siembra violencia antes de juzgar

Serrano dice que la sentencia del Supremo a La Manada es "dictada por la turba feminista supremacista".

María Iglesias

Que Francisco Serrano, número uno de Vox en el Parlamento de Andalucía, su candidato a presidir la Junta y cofundador del partido neofascista diga, tras condenar el Tribunal Supremo a 'la manada' por violación, que ha sido “dictada por la turba feminista supremacista” y tras ella “la única relación segura entre hombre y mujer será a través de la prostitución” no es un exabrupto aislado. Vox se desmarca como si ignorara quién es Serrano. Ciudadanos evita criticarle y al resto de partidos, que sí condenan sus palabras, hay que pedirles más: cuestionar que este juez en excedencia vuelva a juzgar.   

Serrano ya fue inhabilitado, en 2011, por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) por prevaricación culposa al cambiar el régimen de visita de un niño para prolongar la estancia con el padre sin atender a la madre. Temo que los detalles atenuaron la percepción de escándalo. El folclorismo brillaba en el caso donde Serrano autorizó que el chico, de 11 años, se quedara dos días más para procesionar, con su padre, el Viernes Santo. Faltó reproche social a la arbitrariedad. Y, si bien, el TSJA inhabilitó al juez dos años y el Supremo, en 2012, aumentó el castigo a una década, luego, en 2016, el Constitucional anuló la inhabilitación (que no la sentencia).

Así, cualquier día, este Francisco Serrano puede volver a decidir sobre quién sabe qué vidas. Décadas atrás, antes de que la España sensata notara el peligro de que él sentenciara otra violación, Serrano ya hacía estragos sobre madres e hijos marcándoles mucho más que dos días.

La mujer insegura que sonó ese 2000 al teléfono, pedía una cita a la redactora veinteañera que yo era para explicar que el magistrado del juzgado de familia 7, un tal Serrano, demoraba la devolución de sus hijos, niña y niño, menores de diez años, que la Audiencia dictó “inmediata”.

El caso de Carmen

Recuerdo, como si la viera, a Carmen Fernández, compuesta y cargada de carpetas de escritos sobre la retirada de custodia de los críos por un episodio con el alcohol que profesionales sanitarios y de servicios sociales dijeron “aislado”. Recuerdo la conciencia de Carmen de tener razón y de que el sistema tomó partido por el matrimonio de clase media al que se dio la acogida pre-adoptiva de sus hijos frente a ella, limpiadora, cabeza de familia, de las Tres Mil Viviendas. Recuerdo la sintonía con el juez Serrano de esa Junta de Andalucía del PSOE, hace 21 años, como luego sería 18 más.

Tras siete meses en un centro donde Carmen les visitaba cada semana mientras clamaba por recuperarlos, un día los niños ya vivían con un matrimonio al que la Junta se los dio en acogida. La pareja les dijo que su madre había muerto. Tal mentira, en vez de causar el fin del acogimiento, fue argumento para que Serrano retrasara la devolución y fijara un encuentro con la madre los sábados. Carmen denunciaba que, tras cuatro años sin contacto alguno, era difícil recuperar el cariño, cuando la familia que aspiraba a adoptarlos intentaba toda la semana condicionarlos.

Este atropello de la Administración y el juez Serrano acabó con una indemnización de 1,7 millones de euros -a salir de nuestros impuestos, claro-, y no compensó a esta familia los años robados. Porque Carmen antes de cobrarla murió de cáncer de pulmón, con metástasis cerebral, que según la Audiencia de Sevilla fue “consecuencia directa o indirecta del sufrimiento soportado” y “lesión sufrida de manera ilegítima”.

Hoy que la Fiscalía estudia si son constitutivos de delitos los insultos del dirigente de Vox en Murcia, Juan José Liarte, a la ministra de Justicia Dolores Delgado, ¿reflexiona el Consejo General del Poder Judicial si un magistrado con las credenciales de Serrano, empeoradas a medida que se hace veterano, puede volver a juzgar? ¿Un silencio corporativista va a amparar a este Serrano que tras su tuit primero escribe en Facebook que “hasta un gatillazo o no estar a la altura de lo esperado por la mujer, podría terminar con el impotente en prisión” y que “desde ahora, la diferencia entre tener sexo gratis y pagando, es que gratis te puede salir más caro”?

¿Acaso no incita al odio y la violencia contra las mujeres este juez en excedencia en sus redes sociales? ¿No ofende más y a más gente que la procesión del coño insumiso, Willy Toledo al cagarse en divinidades o el chaval del fotomontaje de su cara en un Cristo?

Ojo y que no nos despiste el carácter esperpéntico de Serranito –nombre del bocata con que le llamaba Carmen Fernández en su inocente revancha-. Siembra, como Liarte, violencia. Cosecha votos con ella. Y así Vox determina los Gobiernos de PP y Ciudadanos. Ojalá la mayoría civilizada, social, política e institucional pare a estos avasalladores antes de que crucen el último límite: el que acaba de ser traspasado en Alemania, donde neofascistas han asesinado a Walter Lübcke, compañero de Angela Merkel en el derechista CDU por discrepancias sobre la acogida a migrantes.

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