Antonina Rodrigo, escritora granadina: “Si Lorca o Mariana Pineda viviesen hoy, serían seres considerados extraños”
Antonina Rodrigo (Granada, 1935) insiste en que ella es una mujer normal. Una “obrera de la pluma” como la define su amigo Paco Sierra, organizador de la exposición instalada en la Casa de Bernarda Alba en Valderrubio (Granada) que lleva ese título y que es un homenaje a la trayectoria de una literata extraordinaria en cuanto a obra y cercanía, que comenzó a escribir de manera autodidacta. Tiene 86 años, lo que le ha permitido codearse con lo más relevante de la literatura española e investigar y escribir sobre figuras tan reconocidas como Federico García Lorca, Margarita Xirgu o Mariana Pineda, su gran referente.
Hablar con ella es hacerlo con un libro abierto. Recuerda las cartas que Lorca recibió de sus padres cuando era un joven veinteañero al que la poesía y el teatro aún le daban la espalda, como si ella misma las hubiese redactado o leído junto a Federico. Cuenta con pasión cada pasaje de la vida del poeta granadino y cómo conoció a Margarita Xirgú y sus vidas confluyeron para brillar por siempre. “Mi madre decía que yo estaba escribiendo en cualquier rincón de la casa y me encantaría poder saber qué tenía entonces en la cabeza”, rememora para elDiario.es Andalucía.
Antonina, que vive en Barcelona desde hace medio siglo, cuando se mudó allí con su marido Eduardo Pons, no oculta jamás sus raíces. “Allá donde voy digo que soy del Albaicín. El barrio más bonito del mundo”. Unas calles que la vieron crecer entre la necesidad de la Granada humilde que respiraba como podía tras la Guerra Civil y que hoy llevan su nombre. “Soy una niña de la posguerra que vio cómo la gente más humilde tenía la ilusión de seguir adelante”. Unas imágenes que guarda en su retina y que nunca ha abandonado. “Aquello que vivimos es lo que nos convierte en lo que somos”.
Mariana Pineda como referencia
Así, muy pronto supo que quería dedicarse a escribir. Donde fuera y como fuera. Embelesada por la figura de Mariana Pineda, ajusticiada por feminista un siglo antes de que ella naciera, Antonina Rodrigo se adentró en el mundo del arte a través de la bandera de libertad que tejió Mariana y que acabó siendo su sentencia de muerte. “Conocí primero a la Mariana Pineda que dibujaba Lorca y luego a la menos conocida. Me consideraba y me considero completamente enmarinada”. El cariño por las letras le abrió un mundo que tituló con el nombre de la heroína granadina y que resultó ser su primer gran libro.
Desde entonces, Antonina, apoyada en su madre y en los maestros de los que tuvo la fortuna de rodearse cuando el mundo reservado para la mujer era hostil, desarrolló su talento para acabar siendo periodista. Desfiló por los diarios Patria e Ideal, donde dejó su inconfundible sello. Sin pelos en la lengua, Antonina siempre describía aquello que veía. Algo que le granjeó algún disgusto, como cuando tuvo que cubrir el Día de la Virgen de las Angustias, patrona de Granada, y sus jefes le dijeron que no podía escribir de esa manera sobre la imagen por la que respiraba la ciudad de la Alhambra.
Con 39 años ganó el Premio Internacional de Periodismo Manuel de Falla gracias a sus trabajos de investigación biográfica sobre diferentes figuras de la cultura española. A través de su fuerte convicción por rescatar del olvido y del exilio a personajes clave y olvidados del arte nacional, Antonina Rodrigo se adentró en la vida de María Zambrano, Dolores Ibárruri o Federica Montseny de la que no olvida cuando presenció un mitin que dio en el barrio del Raval en Barcelona. “Estaba muy mayor y casi ciega, pero la gente la idolatraba por lo cercana que era”.
Antonina es humilde hasta el extremo. No quiere homenajes ni que se le considere una mujer especial. De hecho, cuando se le mencionan los premios que ha recibido, entre los que se encuentra la Medalla de Andalucía o la de Granada, trata de pasar de puntillas por ellos. Prefiere recordar a las personas que no estuvieron en los focos, pero que tienen toda una historia que contar. Como aquellas mujeres que ayudaron a Antonio Machado en su lecho de muerte, sin saber que era el gran poeta español de la Generación del 98. “Ellas le tejieron la bandera republicana con la que fue enterrado y creo que se merecen un reconocimiento en nuestro país”.
Feminista y obrera
Feminista por necesidad y por convicción, recuerda los prejuicios a los que tuvieron que enfrentarse muchas mujeres de su tiempo. “Era considerada un peligro para mucha gente, pero luego me conocían y decían que era una persona muy afable”. Hasta el fin del franquismo, “todo lo que sucedía era pecado”. No olvida cómo la Iglesia siempre estuvo del lado del poder y cómo muchas mujeres fueron “confinadas” y “olvidadas” en los monasterios. “Respeto a todos, pero yo estoy fuera de la Iglesia”.
Con más de ocho décadas de vida a su espalda, Antonina tiene la perspectiva suficiente como para hablar de la evolución de nuestra sociedad actual a la que ve ensimismada y encerrada en los lujos. “Hay gente que tiene cuartos de baño que no usa y solo los tiene para enseñarlos”. Cree que la dictadura de Franco logró imponer el “silencio” que hizo que muchas personas vivieran vidas de reclusión. “Los 40 años de franquismo han roto todas las raíces y hoy la gente ha perdido la conciencia de clase”.
Asegura que, en los peores momentos de nuestro país, la ciudadanía siempre trató de superarse a través del apoyo mutuo entre obreros. Una idea de la que no se separa incluso hoy día cuando sigue ayudando a personas de toda condición y da cursos a jóvenes dos veces por año. “Así puedo complementar la pensión de 400 euros que me queda”.
Un futuro al que solo lo salva la esperanza
Mira con “horror” cómo la extrema derecha ha permanecido en silencio desde el franquismo y ha resurgido en los últimos tiempos. Pero no duda de que los grandes nombres de nuestra historia podrían seguir enseñándonos hoy. “Si Lorca o Mariana Pineda viviesen, serían seres considerados extraños, pero seguirían siendo ellos mismos”. Aprendiendo de su legado, Antonina cree que nunca hay que rendirse ante los poderosos. “No hay que callarse. Hay que librar batallas sin trincheras”.
Si se detiene en la política de hoy, tiene claro que Vox es el gran enemigo de la democracia. “La pena es cuando te enteras de que, en Andalucía, en una tierra como esta, han logrado llegar”. Admite haber roto relaciones con personas que en algún momento le han confesado su simpatía por esta formación política. “Un conocido me llamó y me dijo que se había hecho de Vox y yo le dije que me disculpara, pero que iba a colgarle el teléfono”. A su juicio, la sociedad no puede permitirse que estas ideas políticas prosperen.
Mirando al futuro más inmediato, Antonina no cree que haya que andarse con medias tintas que oculten la realidad: “No lo veo muy alentador. Vamos a quedarnos mal, peor de lo que estamos si no hacemos nada”. Por eso, apela al espíritu crítico de los ciudadanos y a recuperar lo que movía a los españoles durante los peores momentos de la posguerra y el franquismo. “Nuestra salvación es la esperanza. Tenemos que aprender del espíritu de superación de nuestros antepasados”. Aquellos que, con una mano delante y otra detrás, jamás se dieron por vencidos buscando una vida mejor.
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