'El crimen del palodú', un misterio por resolver en la barra de Pepe el Muerto
Si el hecho de que un elenco se ría con su propio espectáculo es toda una garantía, no cabe duda de que El crimen del palodú viene con los mejores augurios. La segunda adaptación teatral de la saga superventas de Julio Muñoz, Rancio sevillano, tras El asesino de la regañá llegará el día 26 a la Sala Cero de Sevilla después de su preestreno en La Rinconada para hacer disfrutar al respetable con su parodia de la Híspalis profunda en clave negrocriminal.
Se trata de una producción de Sofía Aguilar con dirección de Antonio Campos y un reparto de lujo, formado por Manuel Monteagudo, Moncho Sánchez-Diezma, Paqui Montoya y José María Peña. “Siempre intento dar vueltas a las cosas, a veces salen y otras no”, afirma el escritor. “Pero de verdad creo que esta nos ha salido más graciosa que la primera. Desde la primera lectura del texto, estábamos todos meados de la risa”.
Para Muñoz, las metas con este nuevo proyecto están altas. “Si El asesino de la regañá lo vieron 25.000 personas solo en Sevilla, tenemos la ambición de que El crimen del palodú lo vean al menos 25.001. No ya por la obra en sí: nuestro premio es que gente que no es público habitual del teatro decida ir a la Sala Cero a vernos, que le parezca un buen plan”.
Un arma peculiar
La trama de El crimen del palodú transcurre en la Feria de Abril de 2019, la última feria antes de la pandemia, cuando nadie podía ni imaginar la que se nos vendría encima. El agente Jiménez y el inspector Villanueva, que ya resolvieron con éxito -y a su manera- los asesinatos de la regañá, andan ahora enfrascados en otra investigación: una nueva serie de crímenes tiene en jaque a Sevilla. El arma utilizada en esta ocasión es aún más peculiar, aunque las víctimas siguen siendo personas que, de una u otra manera, amenazan las tradiciones y la pureza de esta ciudad.
“Sabíamos que tarde o temprano acometeríamos esta segunda obra”, comenta Antonio Campos. “El público se había divertido con la primera y nos preguntaba para cuándo la continuación, porque todo había quedado en el aire. La saga de Julio es muy interesante porque hay personajes que siguen de una entrega a otra, algo habitual en literatura, pero que en teatro no suele hacerse. Y desde luego, esa pareja de polis, uno sevillano de pro y otro de fuera, crea un contraste muy sugestivo”.
Manuel Monteagudo, de nuevo en la piel del agente Jiménez, asegura que “El asesino de la regañá fue una experiencia estupenda. Era la primera vez que se llevaba a escena una propuesta de Rancio, no era nada fácil, pero se acertó con la fórmula. Esta vez íbamos con avales y sabíamos cómo funcionaba su humor, y hemos ido a tiro hecho”.
Cachondeo con crimen
“Yo no conocía las novelas de Julio, lo confieso, aunque me llamaba la atención el fenómeno”, prosigue el actor. “Al final creo que he logrado integrarme en su universo, que en el fondo es meterse en la piel de personas que vemos cada día por la calle, todos encerrados en un bar que resume nuestra idiosincrasia, entre cervezas y chochitos. Es un montaje que gusta por igual a los rancios que a los progres. Rancio tiene esa vara mágica, mezcla el cachondeo con el crimen, el thriller, y se mete a todos en el bolsillo”.
Para el director, “estamos nuevamente ante un ataque masivo sobre la ciudad, con crímenes que pretenden recuperar esas costumbres perdidas que los malos reivindican. Lo bueno es que funciona independientemente de si has leído la novela o has visto el espectáculo anterior. La clave es buscar esa universalidad, y aunque la historia esté contada en un lenguaje muy local, lo hacemos de un modo que lo entienda cualquier espectador de fuera”.
“Julio no nos ha puesto ninguna pega, ni con el texto ni con nada que hayamos modificado en función de la puesta en escena”, concluye Campos. “En lo que respecta a los actores, todos saben que la comedia es una disciplina muy dura, tiene siempre muchísimo trabajo detrás, desde la producción al reparto. Y más, si hay acción de por medio”.
Esencia de Sevilla
La adaptación de la novela corre una vez más a cargo de la dramaturga Ana Graciani, que tiene su propia varita mágica para comprimir el universo rico en personajes y localizaciones en un único espacio escénico. Según recuerda Julio, “lo que más me flipó del hecho de llevar mis novelas al teatro, desde El asesino de la regañá, fue precisamente eso. Me preguntaba, ¿Cómo lo vamos a hacer? Ana y yo estábamos super rayados con eso, hasta que dije: ya está, el sitio será la comisaría. En esta ocasión, para el Palodú, Ana lo tenía claro: sería el bar de Pepe”.
Dicho establecimiento está inspirado en el recordado local popularmente conocido como el bar de Pepe el Muerto, así conocido por la proverbial palidez y seriedad de su propietario, “tan esencia de Sevilla”, apunta Muñoz, que considera la función “una ocasión para pasar un último momento en el bar de Pepe”. Como dato adicional, el escritor agrega que, antes de su clausura, el dueño del negocio le regaló un vaso de cristal, que guarda como un fetiche histórico.
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