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Una ‘Giselle’ pasada por el romanticismo español y con un desenlace diferente

Giselle llega al Maestranza

Alejandro Luque

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Recuerda Joaquín de Luz, director de la Compañía Nacional de Danza, que en su última visita a Sevilla, con el Cascanueces, se alojaron en el hotel Bécquer, y se fijaba en las copias de los manuscritos del poeta sevillano que adornan las paredes del establecimiento. Una casualidad que tiene algo de profético, ya que Bécquer tiene no poco protagonismo en la nueva versión de Giselle que De Luz y el CND traerán al Teatro Maestranza los días 13, 14, 15 y 16 de enero. Las representaciones tendrán lugar en horario adelantado de 17.30 horas debido a la normativa de protección frente a la pandemia, ya que el espectáculo dura dos horas y veinte minutos.

De hecho, como señaló el director general del teatro, Javier Menéndez, en rueda de prensa, que el espectáculo haya podido mantenerse ya es un éxito, pues también ha tenido que sortear las dificultades derivadas del temporal de nieve Filomena. “La compañía y la escenografía han llegado de milagro, pero ya están todos aquí, sanos y listos”, confirmó Menéndez, quien destacó la vinculación de la compañía con el Maestranza, como prueban las trece veces que ha visitado el coliseo sevillano. Además, la célebre partitura de Adolphe Adam será interpretada para la ocasión por la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla bajo dirección de Óliver Díaz.

De luz, que después de haber visto cancelados por la pandemia la mitad de sus espectáculos celebra “que llevemos desde junio sin dejar de trabajar, cosa que pueden decir pocas compañías del mundo”, explica que esta propuesta “lleva cocinándose mucho tiempo”, ya que no ha resultado fácil el reto de “meter a Giselle por la lente del romanticismo español”, como era su propósito. En todo caso, se muestra más que satisfecho con el resultado, y más siendo “un enamorado de Sevilla desde niño, pues mi familia solía venir mucho”, confiesa.

Algodón dulce

“He bailado cinco o seis versiones de Giselle, y es cierto que salirse de un clásico tan icónico ha sido difícil. Pero también supone un viaje maravilloso”, prosigue De Luz, quien estrenó la obra en fechas recientes en el Teatro de la Zarzuela de Madrid con un equipo artístico encabezado por el dramaturgo Borja Ortiz de Gondra. “Quería rodearme de un equipo que nunca hubiera hecho ballet. Se trataba de evitar caer en esos algodones dulces que a veces hacemos los que estamos muy metidos en esto, y que acaban empalagando”.

Las innovaciones sobre la pieza original de Perrot y Corali van más allá de los guiños becquerianos. “Borja me presentó un principio y un final diferentes que me inspiraron muchísimo”, afirma De Luz. “El principal problema era el primer acto, que resulta un mero trámite para el segundo. Aquí hay más contenido, más origen, más cultura”, subraya.

“En cuanto al segundo acto, que es la espina dorsal de Giselle, De Luz comenta que ”estilísticamente hay mucho reconocible, aunque hemos cambiado cosas, sobre todo el final. Ha costado, sobre todo esta parte, especialmente por lo que tiene colocar a 19 personas de tal modo que hasta las pestañas tienen que estar en la misma dirección, cuando la compañía no tiene una escuela ni un estilo homogéneo, pero estamos trabajando en ello“.

En todo caso, De Luz asegura que “el público ha aceptado maravillosamente” los cambios propuestos, “porque se trata de una obra muy inclusiva, que rompe con la cuarta pared”. Y añade: “También hemos grabado unas voces en off con versos de Bécquer recitados por Pedro Alonso y Ángela Cremonte, que son dos genios”.

Un ballet para el pueblo

Preguntado por cuál de las versiones de Giselle ha ejercido mayor influencia sobre él, responde que “la que no he hecho, la de La Scala, porque es una versión muy limpia. No me gusta la versión más tradicional, que dicen que es la del Bolshoi, ni la cubana, que creo que tiene mucho polvo por encima, y que me perdone Alicia Alonso”, asevera.

Asimismo, el director comenta que el público joven, que goza de importantes descuentos para estas funciones, disfrutará de esta Giselle diferente. “Es importante ofrecer ballet clásico a los jóvenes, pero también un ballet con lavados de cara como este. El público joven es nuestro futuro, y me parece importante quitar la etiqueta de elitista. El ballet es del pueblo y debe llegar a la mayor gente posible”, afirma De Luz.

De momento, llegará al público sevillano con un aforo estimable a pesar de las restricciones. Según Menéndez, aunque la normativa permite un 75 por ciento, la taquilla está saliendo solo en un 50 por ciento, lo que vienen a ser unas mil localidades. “No está mal”, dice el director general, quien anuncia una próxima visita de la Compañía Nacional de Danza con la Carmen de Johan Inger.

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