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Historia del viaje a la China del Caballero Encantado Don Quijote de la Mancha

Composición de Don Quijote, Sancho y Cervantes, por Estrella Cobo

Néstor Cenizo

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En la China de primeros del siglo XX vivió un erudito, de nombre Lin Shu, que tradujo con voracidad los grandes clásicos de la novela europea. Tradujo La dama de las camelias (Alejandro Dumas), y fue un éxito instantáneo, y Robinson Crusoe o Los viajes de Gulliver, y a comienzos de la década de los veinte puso sus ojos, ya algo cansados, en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Más bien, habría que decir que puso sus entendederas a la tarea de asimilar al chino clásico escrito la lectura en chino oral que un ayudante suyo iba haciendo a partir de, probablemente, tres versiones inglesas de El Quijote.

Un siglo después, el complicado viaje del Quijote a China va a completarse de vuelta. Una pequeña editorial malagueña está a punto de llevar a las librerías Historia del Caballero Encantado, de Miguel de Cervantes y Lin Shu. Es la traducción al castellano de la primera traducción al chino de la novela universal.

Esta es la historia de cómo un libro sobre un caballero andante viajó de La Mancha a China para regresar, casi un siglo después, convertida en algo ligeramente diferente, pero sustancialmente igual: la novela de las aventuras itinerantes de un hombre a ratos loco y por momentos profundamente cuerdo.

Una “serendipia rocambolesca”

Antonio Ruiz es uno de los tres socios de la editorial malagueña Ginger Ape Books, y cree que lo que les ha ocurrido con el Quijote de Lin Shu es una “serendipia rocambolesca” que no tiene explicación lógica.

No sabe muy bien cuándo, ni cómo, ni por qué, él y sus dos compañeros, personas con cierto gusto por los juegos metaliterarios, empezaron a fantasear con la posibilidad de publicar un Quijote chino. Ha tratado de recordar, y guarda una noticia que da cuenta de un proyecto perdido de Gonzalo Suárez, El Manuscrito de Sichuan. En 2017 descubrió la existencia de una reescritura de Drácula publicada en Islandia, en la que había participado el propio Bram Stoker. Incluso fueron más allá. “¿Qué pasaría si un traductor automático tradujese un poemario, y luego se volviese a traducir de vuelta al idioma original? ¿Qué se habría perdido y qué se habría ganado?”, se preguntaban.

El caso es que, sobre esa idea aplicada al Quijote chino, empezaron a investigar y descubrieron que la primera edición china del Quijote (primera obra literaria española traducida al chino) era Moxia Zhuan o Historia del Caballero Loco, de Lin Shu. Ese debía ser el libro, pensaron, y empezaron a buscar traductor.

Gabriel García Noblejas, sinólogo, traductor y profesor de la Universidad de Granada, rechazó la propuesta por falta de tiempo, pero les prometió ayuda. “Cuenten con mi astillada lanza para este proyecto apasionado y loco”, les dijo. Poco después contactaron con Belén Cuadra, traductora de la embajada de España en Pekín, que también declinó la oferta: al chino clásico y al actual les separa una distancia mayor que la que media entre nuestro idioma y el castellano antiguo.

Así que llegaron a plantearse una fórmula similar a la que usó Lin Shu hace un siglo: contratar a un lector de chino clásico que leyera el texto para transcribirlo al chino actual. Hasta que ocurrió la “serendipia”.

El 22 de octubre de 2018, Belén Cuadra escribió desde China a Antonio Ruiz: le contaba que Inma González Puy, por entonces directora del Instituto Cervantes de Pekín, había descubierto la edición de Shu después de que un coleccionista donara sus ejemplares, y que, a casi 10.000 kilómetros de distancia, trabajaba en un proyecto similar al de Ginger Ape. Incluso había sumado para la causa a Alicia Relinque, traductora de la Universidad de Granada.

Poco después, Ginger Ape fue invitada a participar en la edición del libro, que en China editaría Commercial Press (la editora del original de Lin Shu), en Latinoamérica Mil Gotas, y en España, la pequeña editorial malagueña.

Tres versiones en inglés

Lo que ocurrió en los siguientes tres años fue que Alicia Relinque, de forma algo inconsciente, se metió hasta las trancas en un proyecto que acabó resultando un trabajo descomunal. “Nunca había hecho nada parecido”, explica por teléfono, entre divertida y sorprendida.

Los primeros meses los dedicó a investigar. Lin Shu y su ayudante Chen Jialin habían traducido su Historia del Caballero Encantado a partir de versiones inglesas, de modo que Relinque buscó todas las ediciones del Quijote en inglés que podían circular en China a principios del siglo XX. Encontró 132, preseleccionó nueve, y dio finalmente con tres que, a pie de página, contenían la clave que Lin Shu ofrece al lector al comienzo de la aventura. “En La Mancha había un lugar, un lugar cuyo nombre no es preciso que mencione, a medias situado entre Aragón y Castilla…”, escribe Lin Shu. La localización geográfica, las erratas y la forma de llamar al hidalgo (Quixada, Quijano, Quijada) fueron las pistas que llevaron a Relinque a elegir las versiones de Jarvis, Motteux y Daly, todas del siglo XVII.

Con la obra de Lin Shu, tres Quijotes en inglés y el original siempre a punto, Relinque se puso a la tarea de traer al Quijote de vuelta.

Cómo Don Quijote se transformó en un Caballero Encantado

¿Hay muchas personas en España capaces de traducir el chino clásico? “Ninguna sensata, seguro”, replica Relinque, que explica que se trata de una labor muy especializada, que requiere mucho tiempo y no compensa económicamente a ninguna editorial.

Aquí van algunos datos que dan idea de su labor: el chino es un idioma que se representa con logogramas. Originalmente, tenía tendencia a ser monosílabo: cada carácter una palabra. En chino clásico cada carácter puede cumplir cualquier función (verbo, sustantivo, adverbio). No hay una correspondencia fonética y semántica. Y no existe puntuación: “Es una cadencia. Son líneas enteras, y cada cuatro o cinco líneas hay un circulito, que puede ser cualquier cosa”. Para colmo, el Moxian de Lin Shu estaba escrito en un chino clásico muy particular, por tardío.

Más allá de la gramática, el erudito había desvestido al Quijote de sus extravagancias más disparatadas, y también de sus chanzas escatológicas o sarcásticas. También eliminó el trasfondo católico, hasta el punto de que el cura acaba siendo un médico, quizá efecto reflejo de su paso por la traducción inglesa (curate, el cura en la Iglesia anglicana). 621 notas al pie jalonan la traducción para ayudar a entender por qué y cómo Don Quijote se transforma en Moxian en su viaje a China.

Para reescribir la obra en castellano, Relinque recibió ayuda de una profesora de literatura de la Universidad de Granada. Renunció a “ser una discípula de Cervantes” y optó por usar un español natural y correcto, con algunos elementos arcaizantes que situaran el tono. Se trataba también de evitar que se perdiera el rastro de orientalismo de la versión de Shu. No se trataba, recuerda Ruiz, de reescribir el Quijote línea por línea.

El resultado es que el Don Quijote de Shu y Chen Jialin se transforma en una figura más elevada, un maestro con su discípulo Sancho. “A lo mejor el trasfondo político se pierde y al describir la belleza de las mujeres no suena muy español, pero un lector medio ve las anécdotas, la diversión, un loco que se enfrenta con los molinos”.

El Moxian es, quizá, un Don Quijote que hubiera pasado una larga temporada en la China, pero no es un Quijote volador, mago y versado en el arte kung fu, como lo muestran algunas versiones posteriores. Es la Historia (Mo) de un Caballero (Xian) Encantando, algo disparatado, pero no del todo hechizado, ni mucho menos mágico. Aunque hubo debate, su autor sigue siendo Cervantes, pero esta vez comparte créditos con un colega chino.

Prohibido durante años en China

“Tiene cosas que no aparecen y hay cosas del original que no están aquí, pero sin duda es un Quijote”, concluye Antonio Ruiz, al que estos días le llegan peticiones de académicos, investigadores y fanáticos de la obra de Cervantes. Ruiz podría ser uno de ellos: ha leído el Quijote en múltiples ediciones.

“Este es un Quijote que se lee absolutamente bien, sin la barrera idiomática del castellano antiguo”, resalta. Es, según destaca Andrés Trapiello en el prólogo, una versión que devuelve a la obra la oralidad que un día tuvo.

Historia del Caballero Encantado de Lin Shu fue muy popular, y sirvió de base a las siguientes traducciones. Luego, el Quijote fue prohibido por el Partido Comunista Chino. Hace un par de años, el presidente Xi Jinping visitó España y reveló en el Senado que él incumplió aquella prohibición en los años 60.

Es probable que Cervantes, o acaso Cide Hamete Benengeli, se dieran por satisfechos con el viaje de su Quijote a China. La Segunda Parte del Quijote se dedica al Conde de Lemos con estas palabras:

“Y el que más ha mostrado desearle ha sido el grande emperador de la China, pues en lengua chinesca habrá un mes que me escribió una carta con un propio, pidiéndome o por mejor decir suplicándome se le enviase, porque quería fundar un colegio donde se leyese la lengua castellana y quería que el libro que se leyese fuese el de la historia de don Quijote”.

Eso sí: el viaje acabará aquí. No habrá Segunda Parte. A la muerte de Lin Shu, ocurrida en 1924, se encontraron en su estudio unas 50 obras a las que no se ha podido atribuir autor, pero entre ellas no está la continuación de las aventuras del hidalgo. No se sabe por qué, Lin Shu no completó el Quijote.

Y así fue como el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha viajó a China y regresó, quizá algo menos loco, probablemente más sabio, como cualquiera que viaja y vuelve para contarlo. 

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