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Elogio del payaso

El minuto del payaso.

Sergio Rubio

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Un hombre visita al médico y le habla de la terrible depresión que está sufriendo. El doctor le informa de que justo ese día ha llegado el circo a la ciudad con el gran payaso Tonelli. Así que le recomienda que vaya a verlo ya que la risa le servirá como terapia. El paciente le confiesa que él mismo es el payaso Tonelli.

Esta vieja anécdota refleja la dicotomía propia del oficio del payaso o clown, una profesión tan antigua como la vida misma. El payaso denostado en comuniones y fiestas de cumpleaños, usado como término peyorativo o ultrajado con la nueva moda de los payasos terroríficos. Muy lejos de la “aristocracia del teatro” como consideraba Federico Fellini al clown.

La palabra payaso proviene de “hombre de paja”, una especie de espantapájaros que se colgaba en las plazas y a base de palos, risas e insultos servía como exorcismo para el pueblo. La literal destrucción del payaso simbolizaba la salvación de los ciudadanos.

Debido a esa herencia genética, el oficio del payaso sigue exigiendo, hoy día, el desastre del actor situándolo en el fracaso y en el miedo para regocijo del espectador. Un trozo del mismo actor tiene que ser sacrificado para crear al payaso. Y eso hace Luis Bermejo en 'El minuto del payaso', nos ofrece un pedacito de su persona y nos regala un minuto que podría salvarnos de nuestra “hija de puta” vida.

Luis Bermejo es Amaro Junior, un payaso hijo y nieto de payasos que quería ser domador de elefantes. Esta es la premisa de una dramaturgia honesta y generosa de José Ramón Fernández que nos propone un viaje por la vida de este payaso enfadado y cuyo estado emocional pende de un hilo.

La propuesta de Fernando Soto fundamentada sobre el juego y un preciso ritmo escénico nos conduce por la exposición de la desnudez de un payaso sin maquillaje, casiblanco y negro, lleno de grietas como una vieja caja de música que aún se empeñase en sonar.

¿Dónde acaba el payaso y comienza el actor? Es difícil dilucidarlo y en ese filo de la navaja se mueve con maestría el inmenso Luis Bermejo: entre la poesía y lo burdo, entre el humor y el dolor, entre la locura y la cordura, entre “saquito” y “merendolotas”…Emocionando al público al hacer de la comedia y la tragedia algo indistinguible.

Asistir al 'Minuto del payaso' es asistir a la magia que ejerce Luis Bermejo sobre al patio de butacas al grito de: “¡Papancho!”

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