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El naufragio cotidiano

'Lo nunca visto'

David Montero

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La Estampida es una compañía que se está labrando un camino singular en el panorama escénico nacional que ha sido reconocido por el público y la crítica, y con premios como El ojo crítico de Teatro 2020 o la nominación al Max Revelación. La inclusión de uno de sus espectáculos más exitosos en la programación del Lope de Vega de Sevilla es una muestra más de la apertura que está propiciando su director a otras voces y otras formas de hacer en la escena y sus alrededores. Una apertura a nuevos públicos y a que los asiduos del histórico teatro sevillano tengan oportunidad de asistir a propuestas de calidad y que escapan a lo que acostumbran. Y eso se respiraba el día que yo asistí a la función: un público diverso de habituales y menos habituales del Lope atentos a lo que La Estampida nos iba a proponer. 

'Lo nunca visto' es el tercero de los cinco espectáculos que la compañía ha estrenado hasta la fecha. Hay una apuesta común a todos ellos: “Dar luz a los olvidados en la fiesta de los invisibles”. Hay mucho de teatro popular en el doble sentido, sobre y para la gente llana: personajes e historias del pueblo que, además, adoptan una apariencia sencilla. Ya se ha dicho muchas veces: alcanzar la sencillez implica un desafío técnico de altura, porque hay que esconder las costuras del traje que es todo artefacto teatral para que parezca natural. Esto es lo que pretenden, y consiguen, las tres actrices comandadas por José Troncoso, que firma la dramaturgia y dirección, ayudados por el resto del equipo: modélicos el trabajo de iluminación, escenografía y vestuario.

Las hipotecas y su sombra

'Lo nunca visto' junta, por mor de las hipotecas y su sombra perversa -los desahucios-, a tres mujeres náufragas de sus propias vidas. La isla en la que se convierte el estudio de danza, que intentan que no cierre, será testigo de su lucha por seguir disfrutando de esto de la vida, aunque ésta a veces se pone bien puta. La cosa es que, para salvar su academia y tratar de ganas dinero, la maestra hace un llamamiento entre sus exalumnas. Se le ha ocurrido montar una obra con ellas y, así, conseguir dinero. El problema es que solo aparecen dos, tan baqueteadas por la vida como ella (o más). Aun así, inasequible al desaliento, tira palante con su obra, en la que se contará al público “lo nunca visto”: la vida de las tres. A través de esa obra, conocemos los detalles de sus naufragios. Me viene otra vez el arranque de Ana Karenina: “Todas las familias felices se parecen, las infelices lo son cada una a su manera”. Pues algo así: todas las vidas que flotan se parecen, pero las que naufragan lo hace cada cual a su manera.

Hay, inevitablemente, teatro dentro del teatro y tránsitos, a veces suave, otras seco, entre el drama y la comedia. Las actrices, bien dirigidas por Troncoso, evitan la tentación del sketch que funciona pero mata la escena, de la risa que brota fuerte pero debilita el conjunto. No es fácil hacerlo, porque cada una de las tres tiene recursos cómicos de sobra para tirar por la calle de en medio. Pero esa contención es una forma de respetar a sus personajes.

'Lo nunca visto' entronca con lo mejor de teatro popular andaluz, pero encuentra un camino propio en esa mezcla de lo grotesco y lo tierno, en esos bucles de la palabra dicha que se desboca (que ya estaba en La Zaranda, pero también en Beckett), en una puesta en escena cuidada y precisa, que señala sin subrayar las metáforas centrales de la función: cuando más buscamos la luz, más nos hundimos en las sombras; todo parece teatro, pero duele como solo puede doler la vida. Como dejó dicho Foster Wallace “toda historia de amor es una historia de fantasmas”“. Pues esta es una historia de tres mujeres que aman la vida, pero ésta no parece corresponderles. Quizá te parezcan fantasmas, pero no lo son más que tú o yo.

Las trampas de la identidad

Como premio por haber ganado el pasado CENIT, se volvía a presentar en TNT 'La tribu', obra del Colectivo Fango. Segunda parte de una trilogía, 'La tribu' es una investigación en torno a la identidad y la memoria. Cinco amigos se reúnen para comer juntos al aire libre y la conversación, aparentemente banal, se va cargando hasta acabar por dejar caer las máscaras de lo social y hacer emerger eso que nos ocultamos hasta a nosotros mismos.

Los cinco intérpretes se comprometen con el viaje que la pieza propone: desde un naturalismo dificilísimo de conseguir, y que logran sin duda, hasta la destrucción del lenguaje y las convenciones. Los relatos de violencia que se van colando durante la cena van cargando de tensión la cosa hasta el escalofrío. Hay algo de buñueliano del siglo XXI en la pieza: esa burguesía atrapada en su propio reflejo, que se está devorando a sí misma porque cree, ingenua, haber borrado la violencia y el horror en su entorno y no sabe que la verdadera y más aterradora violencia está dentro de cada uno.

Antes de terminar, en la anterior entrega de este diario os hablé de una pieza, 'Reestructuración', y os adelantaba que en esta nueva entrega os contaría más de él. Ahí voy. Se trataba de un reto que me planteó Jorge Barroso “Bifu” dentro de su proyecto Reestructurando los métodos escénicos incluido en el Banco de Proyectos Interregionales Magallanes ICC del ICAS. Me propuso participar en una comida en el restaurante Abantal de Julio Fernández, el único restaurante de Sevilla con Estrella Michelin. Yo tenía que tratar esa comida como si fuera un espectáculo escénico. Eso hice en la crónica que se publicó hace poco más de un mes. Fue una experiencia muy nutritiva en todos los sentidos (los gastronómicos y los escénicos), ejemplo de una generación de artistas de la escena sevillana que están ampliando y revisando las formas de hacer artes vivas. Que siga la fiesta.

   

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