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El problema no son los besos sino la velocidad que traen

El problema no son los besos sino la velocidad que traen

David Montero

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Martes 5 de noviembre.

18,50h  Estoy en el pasillo de la Facultad de Filología esperando para ver Aula, la nueva propuesta de Natalia Jiménez para Mes de Danza. Me encuentro con J en la puerta. J es, por obligación profesional pero también por pasión, espectadora habitual de danza. Casi nunca estamos de acuerdo y casi siempre el elemento de conflicto es el viejo debate de que en la danza contemporánea no se baila. Ella necesita ese “bailar” más reconocible, yo no.

19,15h La pieza me enganchó al arranque: un discurso en el que Leonor Leal asume el rol de profesora y nos convierte en sus alumnos. Hay guasa y ese algo de unilateral que tiene a veces la educación: las cosas son como son, o sea, las reglas las marca el profesor/a. Luego, la palabra desaparece y el movimiento “manda”. Ambas bailan bien, muy bien, de maravilla, pero me cuesta ese encuentro entre el vocabulario flamenco de Leonor Leal y el contemporáneo de Natalia. No puedo evitar leer que la retórica flamenca es lo que la contemporánea intenta aprender sin conseguirlo. Cada uno es esclavo de sus prejuicios y éste es uno de los míos.

19,27h J se ríe a mi lado, creo que hasta se emociona. No sólo ella. Todo el público ha conectado a tope con la propuesta. Yo también quiero. Quiero pero no puedo. Esta es una de las experiencias más incómodas en un patio de butacas: ser el excluido de la comunidad que funda el acto escénico, ser el raro de la tribu. Acepto que el yo que soy hoy no es público para esta pieza. Quizá mañana o ayer sí, pero no hoy.

Miércoles, 6 de noviembre

20,02h Acaba de empezar Várvara. A mi lado X, una de las personas con las que más feliz y más triste he sido en un patio de butacas (y fuera de él). Ambos atravesamos el dolor y el tiempo se puso de nuestra parte.

20,09h Estoy diciéndole oles muy bajitos a Bárbara Sánchez. Está sentada con una peluca, de perfil. Se habla y nos habla a través de un micrófono. Lo que dice duele y emociona y divierte a la vez.

20,17h La artista está en su púlpito rodeada por “cacharros” con los que manipula la música (bacalao). Es la suma sacerdotisa y la víctima sacrificial. Dice frases sueltas, que siguen siendo jondas y certeras; se baila y nos baila. Borra los límites entre el yo y el nosotras. Abandona el púlpito para ser una danzante en mitad de una multitud invisible pero palpable. Yo sigo emocionado.

20,45h Con una túnica de terciopelo roja, la bailarina reproduce gestos y expresiones que parecen copiadas literalmente de la iconografía barroca de la Pasión: Zurbarán, Rivera, Martínez Montañés,… Esa exaltación del dolor que es ansia de consuelo y trascendencia, disolución del uno en el todo. Las muecas son histrión y verdad, ironía y herida. Antes de esto, ha desmontado el set completo ante nuestros ojos como si lo hubiera derribado un terremoto.

21,15h Me paro en la puerta del Central, miro al río y le digo: lo que Bárbara Sánchez está haciendo (para mi gusto y entender) es una de las propuestas más sólidas de las artes vivas de esta ciudad. Este Várvara tiene lo que tenían sus anteriores creaciones (riesgo, compromiso, temblor, luz y oscuridad) pero, además, aquí hay esa factura escénica impecable. Iluminación, dramaturgia, puesta en escena y coreografía cabales para dar cuerpo y discurso a ese maravilloso hallazgo: buscar la mística en la ruta del bacalao. Esta joya no es casualidad, es fruto de la obstinación y el talento de su creadora, de unos colaboradores de altura (Jaime Conde Salazar,  Alberto Cortés, Benito Jiménez) y el apoyo material de algunas administraciones que deberían tomar nota de que el crecimiento artístico no ocurre por milagros sino cuando se sostienen programaciones y criterios estables de trabajo.

22,47h No se me quita del cuerpo la sensación de peligro que tenía durante todo el espectáculo. Y ya no quiero estar más en un patio de butacas sin esa sensación de peligro, o sea, de inmimencia, o sea, de muerte, amor, sexo y fluidos. La escena no debe hablar de la vida, tiene que ser vida.

Viernes, 8 de noviembre

20,12h Arrancó El festín de los cuerpos. Música en directo, seis bailarines. Los bailarines arrancan en ropa interior y se exhiben en una danza imaginativa y amable que nos introduce en esta reivindicación del placer físico en todas sus variantes. Los cuerpos se muestran en su pluralidad que es milagro y fiesta para y en todos los sentidos.

20,37h Un monólogo dicho por Arturo Parrilla sobre la teoría platónica de la media naranaja y, por tanto, sobre el amor, da paso a la escena más larga de la obra, la más teatral también: uno a uno van llegando todos a una misteriosa fiesta en la que no saben quién les invitó ni para qué. El juego de atracciones cruzadas se va complicando hasta descembocar en una celebración hedonista del placer.

21, 12h Aún con ese escozor del anhelo de placer en el cielo de la boca, salgo a la calle. He quedado con X para tomar algo. Me dan ganas de darle un beso, quizá como uno de los efectos secundarios de lo que he visto.

Sábado, 9 de noviembre

20,12h Janet  Novás y Mercedes Peón son pura tierra y pura vida. Hay sosiego, espasmo y escucha. El espectáculo tiene la sutileza de lo inevitable: no hace falta empujar ni subrayar.

20,37h Mercedes es un descubrimiento para mí. Quiero a gente que haga eso con nuestros folklore, que no aflamenque, que sea radical en el sentido etimológico de la palabra. Y, para mí, esa raíz está en el canto popular ibérico, en el repertorio andaluz que late bajo ese tsunami glorioso pero acaparador que fue y es el flamenco. Ya hay alguien, Rocío Guzmán, pero quiero más.

20,43h Janet baila como una salvaje, como una abuela, como una niña. Ella está de acuerdo con el todo y, por eso, nos ayuda a estarlo nosotros; se trasnmuta en nada y denuncia  nuestra nada; celebra y encarna la tierra y la memoria, el deseo de seguir vivas y perdurar. El material de este espectáculo, en otras manos, habría sido panfleto o sensiblería. Sin embargo, aquí no hay rastro de ellos. Doy gracias a Dios o a su cuñada.

23,30h Comienza el finde fiesta del Mes de Danza con un show de las Gestrings en la Holiday. Cantan, bailan, son gamberras, desprecian el autotune porque la vida a pelo siempre es mejor, porque la cirugía estética está sobrevalorada. Nos vacilan, nos vacían y nos llenan. Yo me río mucho y bailo. Con lo poco que yo era de bailar; pero me toca poner el cuerpo en el centro de la vida, arriesgar y aceptar.  A los platos, creando sabrosura o, como diría Linde, dando y puliendo cera, Polen Ralph (Lorenzo Soria).

Sábado, 16 de noviembre

21,06h Salgo de ver Trans en el Central. Salgo conmovido y feliz. He visto una de las piezas más sencillas y hermosas que recuerdo: seis personas que cambiaron su sexo van contándonos su proceso de aceptación, sus perplejidades, sus torpezas, su dolor y sus alegrías. Sólo eso. Nada menos que eso. Otra vez sin subrayados ni grandilocuencias, poniendo el cuerpo en el centro (esos segundos que hay siempre por delante y detrás de sus intervenciones en los que miran al público sin más: no hay reto, no hay exhibición, hay la contundencia de estar y ser).

00,27h No sé si estos cuadernos los leerá alguien, alguna vez. Si lo hace, decirle un par de cosas. La primera es que si no quieres besar a alguien, no digas que es porque no quieres que se estropee lo vuestro. Es el peor argumento de la historia de las excusas. Todos los hemos usado, pero ya estamos en 2019 y hay que ir renovando el armario.  La segunda es que hacían tiempo que no daba besos que me dieran cosquilllas en los labios y escozor en el cielo de la boca. El problema no eran los besos, el problema era la velocidad que traían, y yo, claro, el problema siempre soy yo (y también la solución). Ya sólo tomo 5 mg de escitalopram (y bajando).

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