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Que se rompan todas las noches

'Ahora todo es noche'

Sergio Rubio

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En el escenario un cadáver. Así pasan los segundos hasta que llegan los forenses y comienza la autopsia. Es el principio de Ahora todo es noche (Liquidación de existencias). Tiempo y muerte, elementos eternos en la poética de La Zaranda. Los mismos mimbres, los mismos ecos y los mismos silencios. Pero, a la vez, todo es completamente diferente.

Sobre la excusa del encuentro de tres mendigos, “tirados”, en un aeropuerto, nos embarcamos en un desesperado viaje bajo una tormenta, pasando por las cloacas de la ciudad y acabando en un escenario del que nunca nos marchamos. Mejor dicho, asistiendo a una coronación.

Pero estos reyes que viajan por cloacas, lejos del glamour y de los despachos, parecen más bien condenados a luchar en la resistencia teatral. A cañonazos de piezas de artillería fabricadas con carros de la compra y cubos de basura, residuos del mercado donde residen los recuerdos. Desnudándose de todas las corbatas que los etiquetan y ahogan a modo de interminable soga.

La sensación que deja Ahora todo es noche es la de asistir a una cruda autobiografía, una verdadera autopsia de quiénes eran y quiénes son La Zaranda. Como cuando Paco se transforma en Rey Lear para luchar contra la tormenta, o las maletas que se cogen y se sueltan, o esa cola infinita para que les den algo, “¡más triste es robar!”. Por todo ello, al mejor estilo napoleónico, terminarán autocoronándose: “Porque si el teatro está vivo, Lear está vivo”. Y es que ellos nos parecen más vivos que nunca.

El espectáculo nos impregna de una extraña sensación vitalista y radiante partiendo de una energía absolutamente diferente. Flota en el aire un cierto espíritu reivindicativo, de una energía casi juvenil, de la mano de tres actores, más bien tres combatientes. Un fin de viaje para comenzar otra etapa.

Se reinventan, cuarenta años después, como el fugitivo que borra su rastro para escapar de su propia sombra. Pero el público, los fieles, como ávidos sabuesos los perseguimos infatigables para llevarnos el peluche a casa. Como en nuestras propias vidas no hay nada más allá que tiempo y muerte. Y el mayor obstáculo que encuentra quien quiere cambiar son los demás y no uno mismo.

Ya no son de Andalucía la baja, son de Ninguna Parte, de ninguna patria, de ningún lugar. Como esos tres tirados bajo un cartón en la tormenta. Imagino que por culpa de esos que están en los grandes edificios, donde emana el excremento que desemboca en las cloacas.

Ahora todo es noche es otra lección teatral desde esa cátedra que se ha ganado por méritos propios La Zaranda, a base de decencia, dignidad y poesía.

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