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La población andaluza, nueva síntesis entre lo rural y lo urbano

Foto: Luis Serrano

Javier Ramajo

Cataluña, 7'3 millones de habitantes, Andalucía, 8'4 millones. Cataluña, una sociedad industrial, comercial, urbana, moderna y rica. De derechas. Andalucía, ejemplo de sociedad rural, subvencionada, anclada en el pasado y pobre. De izquierdas. ¿Una realidad o tópicos difíciles de erradicar? Al menos, en lo que a Andalucía respecta, la respuesta está clara. Hace ya años que el sur vive un profundo cambio demográfico, que conlleva a su vez no menos importantes cambios sociales. El flujo de población del interior a la costa, de sus pequeños municipios a las ciudades medias del litoral, ha traído consigo el fin de las diferencias de antaño. En lo que a sus características sociales se refiere, Andalucía ya no es diferente.

Retratar la estructura, dinámica, composición y comportamiento sociodemográfico de una comunidad autónoma de 87.597 kms2 (la segunda comunidad más grande, que ocupa el 17,3% de España), es una tarea proporcional a dicha superficie y al hecho de ser la región más poblada (aproximadamente el 18% del total nacional). Un equilibrio casi cuadrado entre habitantes y territorio, que contrasta con los profundos cambios de las últimas décadas, la creciente movilidad geográfica, y la diversidad de comportamientos de sus gentes a lo largo y ancho de sus 770 municipios.

Fernando E. Garrido Fernández, científico titular del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA-CSIC), considera que “territorios considerados en nuestro imaginario colectivo como rurales por haberlo sido así durante mucho tiempo, han dejado ya de serlo en términos objetivos (la agricultura se ha reducido; se han instalado nuevas actividades económicas que no tienen que ver con la actividad agraria; la población residente continúa viviendo allí, pero trabaja en otros lugares; los niños son escolarizados en centros urbanos,…)”.

En Andalucía encontramos lugares donde predomina la actividad agraria, pero en los que su cercanía a núcleos urbanos los impregna de las pautas culturales típicas de la ciudad; o territorios sin apenas agricultura y con alta densidad demográfica, por haberse producido fenómenos de concentración, pero que se encuentran en hábitat dispersos, alejados de los núcleos urbanos. Nos hallamos, en cualquier caso, ante un proceso de cambios socioeconómicos que, con mayor o menor intensidad, afecta a lo que podemos calificar de medio rural y a sus relaciones con el entorno urbano.

Incluso en el mundo agrario las cosas ya no son como fueron. Burguillos es un municipio sevillano de la vega del Guadalquivir, de unos 6.000 habitantes, donde está ubicada la sede central de la empresa Labs & Technological Services AGQ, que tiene presencia en más de 20 países. En pleno campo, desarrolla el análisis químico analítico de productos de agricultura, alimentación, minería y medio ambiente. Comenzó en 1991 con un laboratorio químico agrícola, y es hoy una empresa internacional y una plataforma tecnológica de referencia en agronomía, alimentación y medio ambiente. Hoy, en los restaurantes del municipio, los clientes con las botas manchadas de barro aprovechan la parada del mediodía y hablan en inglés con sus clientes del norte de Europa a través de sus móviles inteligentes.

La movilidad geográfica, facilitada por el desarrollo de las comunicaciones y los medios de transporte, pero también la movilidad virtual favorecida por el acceso a las nuevas tecnologías, son factores que contribuyen a ese cambio en los flujos migratorios, modificando la estructura social de las comunidades rurales, así como las preferencias, expectativas y demandas de los residentes en ellas, según coincide Fernando Garrido, quien también plantea si no sería mejor definir políticas diseñadas no con una lógica sectorial, sino integral y territorial, destinadas al desarrollo de áreas más amplias buscando impulsar los intercambios económicos y sociales entre las poblaciones rurales y urbanas.

Destacados estudios resaltan que las diferencias entre el medio rural y el medio urbano en materia política, cultural o religiosa, están hoy marcadas más por variables como la edad o el nivel de estudios, que por el hecho de vivir en un pueblo o en una ciudad, o por el hecho de ser agricultor. Garrido explica que es, además, “una integración no subordinada, ni dependiente como antaño, sino que se produce en el marco de una nueva síntesis rural/urbana en la que se revalorizan los territorios rurales como espacios de producción, pero también como espacios de bienestar y calidad de vida, de ocio y esparcimiento”.

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