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Susana Díaz intenta ganar oxígeno para afianzarse en Andalucía tras el retraso del congreso federal del PSOE

Susana Díaz, secretaria general del PSOE andaluz.

Daniel Cela

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El PSOE andaluz ha recibido pletórico el mensaje de que Pedro Sánchez aplazará el congreso federal del partido al menos hasta después del verano de 2020. Al postergar el cónclave socialista, se aplaza automáticamente el proceso de renovación en las federaciones autonómicas, que según los estatutos deben convocarse en el plazo de dos meses posteriores al federal. El equipo de Susana Díaz ansía que ese margen se dilate todo lo posible a lo largo de este año, para intentar recuperar el espacio necesario para ejercer como líder de la oposición y consolidarse como alternativa al Gobierno de PP y Ciudadanos de cara a las próximas elecciones autonómicas.

Aunque en Ferraz se ha barajado que el congreso fuera antes de este verano, Sánchez ha decidido pisar el freno en el inicio de su mandato para que no coincida con las negociaciones con ERC y la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado. La fecha más plausible ahora es el próximo otoño, pero también el encaje en el calendario es complejo, porque puede coincidir con las elecciones vascas y gallegas, y aún podría estar abierta en canal la negociación de las cuentas para el año que viene. Todas las piedras en el camino de Sánchez que pueden retrasar el debate orgánico están dibujadas en una pizarra en la sala de mandos de San Vicente, sede del PSOE andaluz.

Susana Díaz confía en que el baile de la renovación en las ejecutivas socialistas no arranque hasta el verano de 2021 (el federal), regalándole oxígeno para recuperar la fuerza perdida, y postergando el convulso debate sobre su futuro hasta finales de 2021. Para entonces, la legislatura andaluza estará prácticamente acabada y a la ex presidenta andaluza le resultaría más fácil usar el congreso andaluz de plataforma para su reelección en los próximos comicios. “Eso es mucho aventurar”, bromean desde Ferraz. Fuentes de la ejecutiva federal -con mucho eco entre los críticos andaluces- creen que ese margen se le puede volver en contra, porque permitirá a sus adversarios internos armar una candidatura alternativa sólida con la que hacerle frente en el congreso.

Luto el primer año

El primer año de mandato de Juan Manuel Moreno ha afianzado la alianza entre la derecha y la extrema derecha. En cambio ha ofrecido una imagen desdibujada del PSOE andaluz. Después de 37 años en el poder, a los socialistas les está costando encajar en una labor de oposición en la que no están educados. Díaz asume que el primer año “había que pasar el luto y aguantar el temporal”, es decir, encajar el chorreo de acusaciones y denuncias diarias que el nuevo Gobierno andaluz vierte sobre su gestión y los años de “herencia recibida”.

En 2020 planean cambiar de registro radicalmente y volver al Parlamento con más vigor, con un ejercicio de oposición más claro y definido que el que han desempeñado hasta ahora. La principal dificultad que tiene el equipo de Díaz para que su trabajo de oposición destaque es precisamente que el debate interno emborrone cada iniciativa y desvía el foco de atención mediática. Ferraz ha pisado el freno la misma semana en que los críticos andaluces han empezado a movilizarse, a destacar, a cambiar del bando susanista al sanchista. Tres miembros de la ejecutiva del PSOE de Sevilla, el más afín a Susana Díaz, han dimitido con un portazo y maniobran abiertamente contra la ejecutiva regional. Quieren que la presión sea una constante y que el ruido interno cristalice en un candidato alternativo que se mida con la actual secretaria general en el próximo congreso. O primarias a cara de perro o una gota malaya que obligue a Díaz a negociar con Sánchez una salida pacífica, un sustituto o sustituta de consenso que evite llegar a la guerra.

El PSOE andaluz sostiene que Pedro Sánchez ha prometido a Díaz que no intercederá a favor de ningún candidato en el congreso regional. Muchos lo ponen en duda. El PSOE andaluz es el mismo que acuñó la expresión “neutralidad activa” en el 38 congreso federal que se celebró en Sevilla: el ex secretario regional y ex presidente andaluz José Antonio Griñán decidió no apoyar públicamente ni a Alfredo Pérez Rubalcaba ni a Carme Chacón, pero luego mandó a Susana Díaz a movilizar a la nutrida militancia socialista andaluza a favor de la catalana (perdió por un puñado de votos).

El sanchismo en Andalucía está deslavazado, descoordinado y descabezado. Esa falta de armonía entre los críticos es la mejor oportunidad de Díaz para resistir. Tras las dimisiones en la ejecutiva del PSOE de Sevilla, la ex presidenta ha enviado una carta a la militancia pidiendo “unidad” y “fuerza” para “hacer frente” al Gobierno conservador de PP y Ciudadanos, sustentado en Vox. Díaz pide a los suyos un voto de confianza para ejercer como líder de la oposición, asegura haber dedicado el primer año a “entender” cuáles fueron sus errores, cómo perdió la confianza de la izquierda, de los colectivos más próximos al PSOE.

Los críticos han entendido esa carta como un acto “desesperado por sobrevivir”. La presión que ejercen los sanchistas andaluces por abrir el melón de la renovación de Díaz y el interés declarado de Ferraz por apartar a la secretaria general de la federación más poderosa eclipsa el papel de oposición que quiere ejercer la andaluza. La convocatoria del congreso federal del PSOE es una espada de Damocles sobre la cabeza de la ex presidenta. Mientras esté en el aire, con la inminencia que se venía barruntando hasta ahora, los nombres que se barajan como candidatos alternativos desviarán toda la atención sobre su trabajo de oposición a Moreno.

Ocurrió la semana pasada con unas palabras del alcalde de Sevilla, Juan Espadas, poniéndose a disposición de sus compañeros de cara al futuro congreso andaluz. Y ha ocurrido también con otros nombres que se están promocionando sotto voce desde Madrid, como la ministra de Hacienda y portavoz, María Jesús Montero, o el diputado en el Congreso por Jaén, Felipe Sicilia. Por ahora ninguno ha dado el paso, porque el proceso congresual no está convocado, y la única que ha ratificado públicamente su intención de repetir candidatura es la propia Díaz. Espadas es el mejor posicionado para dar el salto, pero no lo hará sin el beneplácito de Sánchez y, en todo caso, esperará hasta que todos los que se conjuran a sus espaldas armen un ejército compacto y ordenado.

Calendario endiablado

El próximo congreso federal es ordinario y los estatutos del PSOE dicen que a partir del mes de junio ya puede convocarse cuando decida el secretario general, entre el tercer y cuarto año desde el congreso de 2017. La intención de Sánchez es celebrarlo este año, previsiblemente en otoño, pero fuentes de la dirección reconocen la dificultad de abrir un debate interno tan complejo en mitad de un calendario político convulso.

El presidente no quiere que lo orgánico entorpezca el trabajo del Gobierno. Descartado el verano, el periodo más probable es el próximo otoño, pero esto va a depender de dos factores decisivos: la convocatoria de las elecciones vascas y gallegas -el lehendakari Íñigo Urkullu tiene de plazo hasta septiembre- y la negociación de los próximos Presupuestos Generales, en la que precisamente el PNV tendrá un papel determinante.

Sánchez pilota un experimento complicado: un Gobierno de coalición con Unidas Podemos, sustentado desde fuera por una serie de partidos minoritarios, entre ellos los nacionalistas vascos y los independentistas catalanes. La negociación paralela con ERC, la mesa bilateral con la Generalitat, y el conflicto latente en Catalunya son añadidos que estrechan el margen para que el PSOE disponga de tiempo para abordar la renovación de su ejecutiva federal. De este proceso no se esperan grandes pugnas internas, pero del congreso andaluz que se celebrará dos meses después podrían saltar chispas.

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