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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Decidir las confluencias: el momento es ahora

Pepe Paz / Maribel Martínez

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Las confluencias municipales no sólo “sumaron” votos para gobernar ciudades. Permitieron superar los pulsos de facciones típicos de coaliciones electorales con métodos participativos: primarias abiertas, elaboración colaborativa de programa y mecanismos de votación para la participación o no en gobiernos y presupuestos... dando poder directo por igual a personas afiliadas o no a partidos, aunque creyéramos útiles a los partidos para el debate, la organización y la movilización.

Este poder directo de las personas amplió en 2015 nuestra base porque ser y parecer espacios de participación radicalmente democrática atrajo a sectores que no hubieran pedido y ejercido el voto si lo percibían como entregado a aparatos fuera de su control. Sectores que generaron una espiral que terminó mostrándonos como el “caballo ganador” que necesitábamos para la tarea común de afianzar la “excepción española” frente al avance neofascista en Europa. La ola movilizadora del 15M había marcado un camino que señalaba a los poderosos en vez de a la población excluida como nuestros adversarios, pero sabíamos bien que la frustración de las expectativas creadas podría abrir la vía a un vuelco en la dirección contraria.

De 2015 a 2018 hemos desarrollado una tarea titánica en municipios y comunidades, gobernáramos o no, y hemos mantenido en gran medida la percepción del “bloque del cambio” como un espacio distinto a quienes implementaban las políticas que llevaron al surgimiento del 15M. Incluso en la dificilísima papeleta de tener que sostener gobiernos del PSOE, como actualmente el estatal. Pero hemos derivado mucho trabajo al corto plazo de la pelea dentro de la institución en vez de al terreno de la participación, el debate y la movilización, donde somos mejores que nuestros adversarios y podemos generar la agenda y comunicación que no promueven sus medios.

Aunque haya sido necesario, dedicarse a la institución y sostener gobiernos del PSOE desmoviliza al electorado transformador. Y al mismo tiempo derecha y extrema derecha se visibilizan como “regeneradoras” al ampliar su “oferta” aunque continúen los escándalos de la corrupción pepera, y más pronto que tarde aprenderán formas y discursos para disputar el voto en los caladeros sociológicos tradicionales de la izquierda: una conjunción que puede resultar catastrófica.

En este contexto no hay más opción que ir con todo en las confluencias, tanto locales como autonómicas.

No tiene sentido “imitar” el éxito de la derecha y la ultraderecha andaluzas, fragmentando el voto en candidaturas separadas en Aragón. No sólo porque el resultado, con casi cuatro veces menos electorado y la mitad de escaños que Andalucía, sería un desastre sin paliativos. Se trata de crear un espacio político creíble y coherente que se perciba a corto, medio y largo plazo como capaz de determinar una alternativa frente al austericidio que precede al fascismo. Algo que no se percibirá si se transmite que se prefiere “perder con los míos” antes que arriesgarse a ganar con otras.

Ir con todo no es preguntarse si se abstendrán “las mías” porque me presento contigo, sino cómo debemos trabajar para que nadie se abstenga.

Es trabajar por el mayor éxito posible de las confluencias, no para colocar a “los míos”. Es confiar en que “las mejores” candidaturas las elige más gente, no menos. Y que los “mejores equipos” los conformará la inteligencia colectiva pudiendo elegir personas individualmente, no nosotras pactando listas. Sí, aunque tal o cual tendencia o partido movilice mucho voto en unas primarias: ponte tú las pilas para movilizar a tu gente.

Es dejar de calcular cuánto sacarían “los míos” por separado, en vez de cómo haríamos para que en conjunto saquemos más todas.

Es demostrar que más democracia produce más justicia: dejando las decisiones clave en manos de la gente, que es la única manera de obligarnos a transmitir el poder de la información con herramientas que la socialicen a la vez que crean empatía, en vez de pelearnos por los puestos para los míos, que son “los que saben”.

Es creernos que sólo ampliaremos de verdad nuestra base social y electoral cuando la hagamos partícipe y defensora de las decisiones que tome, no porque surfeemos una ola momentánea de popularidad de éste o aquella candidata/o.

Es construir un camino sólido porque la alternativa no es perder más o menos escaños, cargos o recursos: es abrir la puerta de tu casa, quizá para no poder cerrarla nunca, hoy a Abascal, pero mañana a Orban, LePen y Trump.

Recuérdalo y recuérdaselo a tu organización o tu gente ahora, en estas semanas clave para acordar las confluencias: en mayo será demasiado tarde.

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