El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
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En los últimos días hemos visto cómo uno a uno iban cayendo ministros y ministras del gobierno de Pedro Sánchez por asuntos de favoritismo, de utilizar sociedades en lugar de pagar IRPF… también se ha intentado tumbar a otros dos miembros del Gobierno por una conversación años atrás y por comprar una casa a nombre de una sociedad. Y esto me lleva a dos reflexiones.
La primera es que la derecha más dura sigue creyendo que España es suya, que el Gobierno es suyo y el resto de formaciones le arrebatan temporalmente lo que les pertenece casi “por la gracia de dios”.
La segunda es que las cosas han cambiado desde el 15M y la aparición de Podemos y la ética ha cambiado. Hoy vemos con ojos de censura actuaciones que antes casi hacían gracia. En los 80 y 90, Mario Conde era el ejemplo a seguir por muchos, y hoy es denostado. Del mismo modo que antes se alardeaba de conducir desde Zaragoza a Cambrils en hora y media y hoy diríamos que esa persona es un peligro para la sociedad, también la corrupción se mira de otra forma
¿Cuándo se produjo ese cambio? Si bien el 15M fue esencial, el momento clave en que se pidió explicaciones por un comportamiento antes natural fue en junio de 2015, tras las elecciones europeas de 2013. Willy Meyer obtuvo un escaño por Izquierda Unida y poco después dimitió al saberse que entre 2004 y 2009 participó en un fondo voluntario de pensiones de la Eurocámara gestionado por una Sicav -una sociedad de inversión de capital variable con bajísima tributación- con sede en Luxemburgo.
¿Era ilegal? No. ¿Era el único que lo hacía? Tampoco. ¿Qué ocurría entonces? Que el listón de la ética se había movido y al hacerlo, había convertido en censurables ciertos comportamientos, acciones y actitudes que antes se veían con buenos ojos o, simplemente, se toleraban.
Y en esas estamos. “Podemos ha puesto el listón tan alto que nadie va a poder dedicarse a la política”, es una frase muy repetida. Y tiene parte de razón. Podemos ha elevado el listón, ha movido el eje de la ética: lo que antes valía, ahora no. La pasada semana dimite un concejal de Ciudadanos por decir que la falda de su mujer cuando era escolar le excitaba. También esta semana ha dimitido un diputado de Podemos acusado de vejaciones, insultos y amenazas a tres compañeras. ¿Hubiera dimitido alguien por decir o hacer eso en 2012? Creo que no.
Como en España nos tomamos todo con humor, tras la dimisión de la ministra Montón aparecieron memes que en los que la gente admitía que el trabajo de EGB, en realidad, se lo hizo su madre. Es una forma de decir: nadie está libre de culpa. Si sólo queremos a personas que nunca hayan hecho nada irregular o éticamente reprobable, tendremos parlamentos y gobiernos vacíos.
Cuando hay un cambio, a veces el propio impulso lleva ese cambio más lejos de lo previsto. Y tal vez haya ocurrido eso. En algún momento, el péndulo regresa y, espero, se mantendrá en un punto intermedio, donde no se tolere la corrupción pero no necesitemos estar bajo la lupa todo el día para demostrar ser más puros que nadie.
Todas las personas hemos cometido errores, sean o no voluntarios. Como escribió Isaac Rosa, “Todo arde bajo la lupa”. Si se hiciera una investigación del pasado cada persona que trabaja en política, es posible que pocos quedaran en pie. Pero hay que tener en cuenta un principio fundamental en derecho: la irretroactividad de las leyes. Esto es, una ley publicada en 2018 y que sanciona cierta acción no puede perjudicar a una persona por un hecho realizado en 2015. Con la ley del tabaco en la mano se puede sancionar a quien fume hoy en un local cerrado; pero no se puede buscar un vídeo de 1990 y sancionar a una persona.
Quizá, sólo quizá, habría que hacer lo mismo con la ética. Las cosas han cambiado, pero lo censurable éticamente no puede abarcar todo el pasado (otra cosa son los delitos, ahí por supuesto hay que entrar). Seguramente, cuando yo era joven, tuve comportamientos machistas que hoy serían censurables, pero culpar al yo del año 2000 no tiene mucho sentido. A no ser que quieras acabar con un gobierno, claro.
Es cierto que durante años se han hecho las cosas mal, se ha asesorado para pagar menos impuestos, etc. Pero si era legal, ¿hasta qué punto debe ser censurable?
Propongo poner una fecha de ruptura entre el pasado y el presente. Una fecha de borrón y cuenta nueva (en ética, no en delitos). Todo lo que a partir de esa fecha se haga mal o sea mal considerado por la sociedad será censurable; lo anterior, no.
Si no hacemos eso, si seguimos investigando tweets de años atrás (como alguien compró una casa, etc.) podemos quedarnos sin Gobierno y que vuelvan los que hoy se visten de santos, pero han cobrado sobresueldos durante años.
Tal vez sea eso, justamente lo que algunos quieren.
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