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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Cambia, todo cambia

Raúl Gay

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Cuando me preguntan por el futuro, suelo decir: “No sé lo que voy a comer mañana, como para pensar en eso”. Y en política he descubierto que sucede parecido. Uno se despierta y de repente…

Esto es lo que he pasado en la última semana, que hemos vivido como si fueran los últimos capítulos de Juego de Tronos o la final de algún campeonato de fútbol.

Hace apenas unas semanas, había un señor con barba seguro de sí mismo y de su futuro. Se llamaba Mariano. Había otro señor más joven casi desaparecido; dirigía un partido pero no se sentaba en ningún escaño y se le veía poco por televisión. Se llamaba Pedro. Al norte, otro señor vasco y muy vasco acababa de aprobar unas cuentas de un partido español y muy español. (Y decían: “¡Qué bonito!” era vernos pasear. Queriéndonos infinito. Pensaban: “siempre será igual”). Y había un último señor (mejor, un joven político) dedicado a defenderse de los ataques del clan del oso cavernario pero que iba a tener un papel crucial en los días siguientes.

Pero, ay, la frecuencia con lo que sucede lo imprevisible. Apareció una sentencia judicial y lo cambió todo. Una sentencia esperada y que no aportaba muchas sorpresas. (Recordemos aquello de “todo es falso, salvo alguna cosa”).

A partir de aquí, media España siguió al minuto lo que sucedía en las altas esferas, consecuencia de lo que sucedió en las bajas cloacas.

Y en pocos días, todo cambió. Propongo una definición precaria y jocosa: política es asombro diario. Y este asombro y estos cambios hay que gestionarlos como mejor sabemos los humanos y los animales no humanos: con la adaptación. Adaptarse o morir.

Y el señor de barba no se adaptó.

Primero fue la moción de censura, que pocos esperaban. Y mientras la mayoría de la clase política criticaba este movimiento y pocos creían en su éxito, algunos se lo creyeron y aportaron su granito de arena. Uno de ellos fue Pablo Iglesias, que con una frase discreta empujó al resto de partidos a apoyar. Solo una frase, una promesa de apoyar otra moción si la primera no salía adelante. El poder de la palabra.

Se dice que la política hace extraños compañeros de cama. En esta ocasión fueron muchos los que se sumaron a esa cama redonda, se taparon nariz y ojos y decidieron olvidar durante unos días sus diferencias para unirse contra un gobierno corrupto y corrompido.

Pero el señor de barba seguía seguro de sí mismo. El señor del norte no le iba a fallar. Hasta que lo hizo. Entonces Rajoy decidió dar una nueva sorpresa: en lugar de defender el fuerte, se escondió en un restaurante. De nuevo, un gesto inédito. Por primera vez, un bolso ocupaba el escaño del presidente del Gobierno. Nadie lo esperaba.

Y ya, por fin, algo previsible: tras conseguir los apoyos, la moción sale adelante.

El señor de barba debe hacer las maletas y mudarse a toda prisa. Quién lo iba a decir…

Después, llega el nuevo Gobierno. Y lo hace rompiendo unas cuantas expectativas. Para empezar, el nuevo presidente promete el cargo sin que haya símbolos religiosos. Y esto, que debería ser lo habitual en un país laico, se vuelve noticia.

Más sorpresas. Los ministros. O, mejor dicho, las ministras. Un gobierno con más mujeres que hombres, por fin. Y entre ese equipo, un periodista conocido por sus intervenciones en un programa de corazón para mujeres mayores de 50 años y un astronauta. Zas!

En dos semanas, hemos pasado de tener ministros que condecoran vírgenes, un presidente que ignora el feminismo, una ministra que reza para que haya empleo… a un presidente que habla inglés, dos ministros gays declarados, una ministra opuesta a las pseudociencias y un ministro que ha estado en el espacio.

Esto no lo imagina ni Almodóvar en sus primeros años.

Para que digan que la política es aburrida.

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