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Eloy Fernández Clemente, el generoso magisterio del padre del aragonesismo moderno

Eloy Fernández Clemente.

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Ha muerto Eloy Fernández Clemente, y con él se nos muere una referencia indiscutible de la historia, la cultura, el periodismo y la docencia de Aragón, ese Aragón moderno y democrático que un día soñó y luego se inventó junto a sus inseparables amigos José Antonio Labordeta o Emilio Gastón, entre otros. Eloy acababa de cumplir 80 años, y hacía cuatro meses que se intentaba recuperar de un ictus que sufrió un día de verano en su otro paraíso soñado, la localidad gallega de Cariño, patria de Marisa, su compañera de toda la vida. No perdíamos la esperanza de que pronto recuperaría su plena actividad intelectual, la que durante seis décadas le han convertido en una figura imprescindible.

Contaba siempre Labordeta, su amigo del alma, que sin Eloy nunca habrían existido sus versos cantados que emocionan a varias generaciones; ese polvo, niebla, viento y sol que resumen la idiosincrasia de un país completo que se abría a la autonomía, a la reivindicación de la dignidad y la democracia, a la necesidad de aprender a querernos un poco más nosotros mismos. Eloy, el inventor del Aragón actual, ese que se va quedando poco a poco sin sus padres y referencias. El Aragón que fue pensando junto a Labordeta durante largas caminatas vespertinas compartidas en el tedioso Teruel de los años 60, todavía herido por el horror de la guerra y que intentaba desperezarse de demasiados años de olvido y miseria. En esa ciudad combatieron el miedo que no les impidió sumar fuerzas para fundar un aragonesismo moderno que ha dado páginas brillantes en la música, la cultura o el periodismo. En esa ciudad enseñaron a brillantes alumnos del mítico Colegio Menor de San Pablo con los que siempre anduvo de la mano. Este maestro profesor de Historia Económica que pasó largos veranos en Alloza y que tenía en Andorra sus orígenes familiares aprovechó su carnet de periodista para fundar la mítica Andalán, de la que este años celebramos su medio siglo. Andalán fue escuela de periodistas y tribuna abierta al Aragón democrático y progresista. Andalán fue otra utopía en forma de papel prensa que sufrió penurias, secuestros y odios de la autoridad competente que Eloy llegó a pagar con la cárcel por aquellos años en los que la mordaza todavía se pagaba con prisión. Andalán acabó pocos años después como muchos otros de sus sueños compartidos, pero Eloy siempre continuó a disposición de todos para apadrinar otros proyectos, colaborar con sus artículos, sus opiniones y consejos. Siempre dispuesto a dar un teléfono, proporcionar el contacto preciso y a apoyar cualquier causa que contribuyera a la divulgación, el progreso, el impulso de la autoestima colectiva. A Eloy le gustaba llevar una vida metódica que durante muchas horas consistía en escribir correos, mandar artículos que le llamaban la atención, preguntar afectuosamente para ver qué tal te iba la vida. También para enfadarse con lo que no le gustaba, para preguntar lo que su infatigable curiosidad le inquietaba, para mostrar siempre cariño y cercanía. Su despacho y su casa siempre abierta, como su disposición a escribir de cualquier cosa cuando se le pedía a pesar de que se le amontonaran las peticiones.

Serán muchas las páginas que glosen su interminable currículo académico e investigador. Es imposible citar en unas líneas sus cientos de artículos e investigaciones sobre la prensa aragonesa, el Aragón del siglo XX, la historia de la economía y, sobre todo, de Joaquín Costa, la figura que él dio a conocer y divulgó con precisión y rigor. Siempre reconoció que sus maestros fueron Manuel Tuñón de Lara, Josep Fontana y Juan José Carreras. Y luego él fue maestro de un buen número de grandes investigadores y economistas de medio mundo. Imprescindibles son para entender mejor una parte de nuestra historia sus volúmenes “Gente de Orden”, y también sus propias memorias, tres inmensos volúmenes en las que a través de su vida repasa la historia de Aragón de los últimos 80 años. También se adentró en el mundo de la ficción, con su novela “El portugués”. Y el tiempo que no pasaba escribiendo o leyendo, lo compartía con Marisa, sus hijas, sus nietas o su hermana Pilar.

Eloy fue siempre esa mano generosa dispuesta a ayudar para impulsar cientos de proyectos. A principios de este siglo dirigió la Bibilioteca Aragonesa de Cultura, que dio 50 volúmenes de temas variados y diversos que son hoy una referencia. También dirigió la magna Gran Enciclopedia Aragonesa. En definitiva, agitó desde la discreción y la prudencia la cultura y la sociedad aragonesa, y su vocación docente, herencia familiar de varias generaciones de maestros, la llevó a la máxima expresión. No somos humanos si no tenemos contradicciones, y Eloy las tuvo y las asumió. Religiosas primero, políticas después, pero siempre desde una óptica profundamente progresista y radicalmente democrática. Eloy siempre recordaba que “no amamos lo que no conocemos”, y por eso se dedicó a dar a conocer Aragón para amarlo más, y a enseñarlo. Junto con un grupo de hombres y mujeres fundó ese Partido Socialista de Aragón que llegó a tener representación en el Congreso en la primera legislatura democrática y que animó la Transición política en Aragón. Fue modulando sus posiciones más comunistas de la juventud a la defensa profunda de la socialdemocracia, sin renunciar a los postulados más teóricos del marxismo. Y cuando el PSA se fusionó con el PSOE, abandonó decepcionado toda vocación política, aunque siempre estuvo dispuesto a apoyar a CHA, con la que simpatizó sin perder nunca su posición crítica cuando la veía necesaria. Porque Eloy, a la gente que quería, le decía las cosas con sinceridad.

Eloy Fernández Clemente nos decía a Lorenzo Lascorz y a mí, en la que posiblemente es la última entrevista que concedió, una calurosa mañana de junio, dos días antes de irse a pasar el verano a Cariño, que se sentía muy reconocido en vida y muy querido por la gente. Y se ha muerto con una lluvia de reconocimientos que le han llegado durante todo el año, cuando le tienen que llegar a uno, en plena lucidez y en vida. Una alegría más que merecida para su disimulada vanidad. El último, este mes de abril, el Premio Aragón, pero fueron muchos más los homenajes que se le han brindado este año. Y, mucho antes, le dieron las máximas distinciones Andorra, Zaragoza, la provincia de Teruel… También en aquella mañana de charla en una terraza del Parque Bruil, nos reconocía que, de todas sus múltiples facetas, por la que más le gustaba que se le reconociera era la de maestro. Todas las había disfrutado mucho, pero su verdadera pasión, admitía había sido la de comunicar y enseñar. Ambas las realizó brillantemente. Y muchos somos hoy los que echaremos de menos sus abrazos crujientes con los que se despedía en sus correos, le lloramos y le agradecemos todo su generoso magisterio.  

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