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“La diversidad de normas para gestionar los recursos es tan importante para la supervivencia humana como la diversidad biológica”

Irene Pérez Ibarra es investigadora social en medio ambiente

Ana Sánchez Borroy

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La investigadora social en medio ambiente Irene Pérez Ibarra (Murcia, 1975) ha conseguido 2’6 millones de euros de financiación del Consejo Europeo de Investigación (ERC, por sus siglas en inglés), considerada la ayuda de mayor prestigio de la Unión Europea. Pérez Ibarra está contratada por la Universidad de Zaragoza dentro del programa de captación de talento “Ramón y Cajal”.

Enhorabuena por la ayuda de 2’6 millones de euros concedida por el Consejo Europeo de Investigación, ¿en qué consiste el proyecto seleccionado?

Este proyecto es una investigación que pretende, por primera vez, estudiar a nivel global la diversidad de formas que tienen las comunidades agrícolas y ganaderas a pequeña escala para organizarse y gestionar de manera sostenible los recursos naturales, como el agua, los pastos o la tierra. 

¿Cuáles serían esas formas diferentes de organizarse? 

Es lo que en mi disciplina llamamos instituciones, que son las diferentes reglas y normas que los grupos de personas que comparten un recurso común establecen para poder gestionarlo de manera sostenible. Un ejemplo sería las diferentes reglas que las comunidades de regantes utilizan para distribuir de manera equitativa el agua de riego. O las reglas y normas que los ganaderos utilizan para repartirse las zonas de pastos.

El estudio plantea estudiar la diversidad institucional. ¿Cree que esta diversidad sería beneficiosa?

La idea de desarrollar este proyecto de investigación la extraigo de una frase que dijo Leonor Ostrom, que fue la primera mujer en recibir el premio Nobel en Economía. Ella decía que la diversidad institucional, la variedad de esas reglas y normas que utilizan las comunidades, es tan importante como la diversidad biológica para la supervivencia humana. Entonces, lo que hago en mi proyecto es comparar lo que se sabe de la diversidad de plantas y animales de nuestro planeta con lo que conocemos sobre la diversidad institucional. Me doy cuenta -es lo que quiero solucionar- que no sabemos cuánta diversidad institucional hay en nuestro planeta, de qué manera se distribuye tanto espacialmente como temporalmente, cómo cambia y evoluciona. También es importante saber cómo se relaciona esta diversidad institucional y evolución de instituciones con la resiliencia y sostenibilidad de los sistemas agrícolas del mundo. 

El estudio, por tanto, ¿abarca todo el planeta?

Sí, me voy a centrar en sistemas agrícolas y ganaderos a pequeña escala, lo que se consideran explotaciones familiares. He elegido estudiar 52 de estas comunidades, distribuidas en todos los continentes, con una diversidad de ambientes ecológicos, pero también sociales, culturales y políticos.

¿Cómo sería esta diversidad institucional en el territorio más cercano, en Aragón?

Creo que fácilmente se puede ver si pensamos en los diferentes tipos de sistemas agrícolas y ganaderos que tenemos en Aragón. Por ejemplo, podemos pensar en la ganadería trashumante o trasterminante del Pirineo, pero también en los cultivos de regadío del valle del Ebro o los de secano del Sistema Ibérico. Si vemos esa diversidad de sistemas agrícolas y ganaderos, comprobamos que están adaptados a las diferentes condiciones ecológicas de cada sitio. Obviamente, esa adaptación a esas condiciones da lugar a diferentes maneras de gestionar los recursos naturales, que son de reglas y normas que, en muchas ocasiones, los agricultores y ganaderos han utilizado durante cientos de año y se han ido transmitiendo de generación en generación. 

Entonces, ¿Aragón sería una comunidad rica en diversidad institucional?

Creo que sí. Una de las cosas que tiene Aragón es una diversidad de paisajes y condiciones ambientales muy grande: vamos desde las montañas del Pirineo al desierto de Monegros. Esa riqueza paisajística, ambiental y climática también se va a ver reflejada en una diversidad institucional. Con mi proyecto quiero poner en valor esa diversidad institucional y aumentar el conocimiento que tenemos de estas instituciones o estas reglas tradicionales; al final, son parte de nuestro patrimonio cultural inmaterial. Problemas como, por ejemplo, el despoblamiento rural son tradiciones que van desapareciendo y creo que es importante recogerlas para poder recordarlas.

Hablaba de comparar la biodiversidad institucional con la biológica. ¿La diversidad institucional también estaría también amenazada? ¿Por qué?

Por un lado, podríamos entender la diversidad institucional como algo dinámico, que va cambiando. En un sistema que funciona durante largos periodos de tiempo, las comunidades tienen que ser capaces de cambiar las reglas para adaptarse a las condiciones nuevas como puede ser el actual reto demográfico. Pero, en ocasiones, puede ser que desaparezca si, por ejemplo, desaparecen las culturas que desarrollan esas instituciones. 

¿Se podría intentar luchar esa pérdida de diversidad institucional?

Una cuestión importante es reconocer la importancia que tiene la diversidad institucional para el mantenimiento de los recursos naturales. En ocasiones, se ha intentado utilizar herramientas para modificar las instituciones tradicionales, desde los gobiernos hacia las comunidades locales, haciendo desaparecer esas tradiciones institucionales; en ocasiones, ha sido un completo fracaso y han llegado a peores soluciones que las que habían llegado las comunidades locales, que son las que tienen un conocimiento muy importante de las condiciones ecológicas y sociales de los sitios. 

¿Qué va a poder hacer ahora que no podría plantearse sin un respaldo como el del Consejo Europeo?

El Consejo Europeo de Investigación financia lo que ellos llaman proyectos de Alto riesgo-Alta ganancia. Es decir, financia proyectos en los que las probabilidades de que no consiga responder totalmente a los objetivos que se planteaban son bastante altas; pero reconocen que si se consiguen superar los riesgos que tienen, las ganancias van a ser increíbles, en el sentido de que pueden cambiar el panorama del conocimiento científico actual. En otras convocatorias, este tipo de investigaciones no se financia porque no están destinadas a financiar proyectos tan innovadores o proyectos que tengan tantísimo riesgo. 

¡Vaya reto!

Sí (ríe).

¿Cuáles serían los riesgos de este proyecto de investigación?

Uno de los riesgos de este proyecto es que es de ciencias sociales, pero yo planteo utilizar las herramientas y adaptar los contextos que utilizan los científicos de la vida -es decir, los ecólogos, biogeógrafos, biogenéticos...- para entender la diversidad de instituciones. El riesgo viene en ser capaces o no de adaptar esas herramientas y que funcionen bien tanto para especies animales y de plantas como para diversidad de reglas.

Si sale bien, ¿cuál sería ese beneficio tan importante que podría alcanzarse?

Una de las ganancias sería, por supuesto, poner a punto herramientas que permitan en el futuro a otros investigadores cuantificar esa diversidad institucional. Pero también nos permitirá entender los diferentes factores espaciales y temporales que están determinando esa diversidad. En un futuro, me gustaría poder hacer incluso mapas de diversidad institucional, de la misma manera que tenemos mapas de distribución de riqueza de animales y plantas o de riqueza de lenguas. 

¿Le parece que esta ayuda es también un respaldo a la investigación científicas en las áreas relacionadas con las ciencias sociales?

La verdad es que el Consejo Europeo de Investigación financia investigaciones en todas las disciplinas. No hace distinción entre un tipo de campo u otro. Es verdad que este proyecto es importante para Aragón porque es el primer proyecto de ERC que dan en ciencias sociales en la Universidad de Zaragoza. Entonces, creo que puede ser un impulso para ayudar a otros investigadores a animarse a pedir este tipo de ayudas. Además, me gustaría subrayar la importancia de iniciativas como la de la fundación ARAID para traer talento a Aragón o a la Universidad de Zaragoza. Yo soy sólo medio aragonesa -soy medio murciana-, pero llevaba 10 años viviendo fuera de España y ARAID me permitió volver a Zaragoza y establecerme como investigadora en el Instituto Agroalimentario de Aragón, en la Universidad de Zaragoza. Sin esa ayuda, sin ese apoyo de ARAID, del Instituto Agroalimentario de Aragón o de la Universidad de Zaragoza, no hubiera podido ser capaz de exhibir un proyecto de este tipo. Por eso, reivindico la importancia de estas herramientas de atracción de talento.

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