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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Menús 100% vegetarianos en comedores de la Administración Pública. ¿Será una realidad?

foto comedores veganos

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Hace unos días se aprobaban en el Congreso de los Diputados los Presupuestos Generales del Estado para 2022 y, con ellos, una enmienda presentada por Más País-Equo que abría la puerta a la posibilidad de que en todos los comedores dependientes de un organismo público español se pudiera encontrar una opción vegana. Hablamos de comedores escolares, servicio de comidas en hospitales, centros penitenciarios o cantinas de la Administración Pública, entre otros.

Aunque es la primera vez que en España esta opción queda reflejada en un texto legal y puede sorprender a muchos, no tenemos más que mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que en realidad vamos rezagados con el tema. Nuestros vecinos portugueses aprobaron ya en 2017 una ley que obliga a los comedores públicos a incluir una opción vegetariana (100% vegetal) en su oferta. Siguiendo con el vecindario, en Francia desde 2019 los comedores escolares deben incluir una opción vegetariana (ovolacto en este caso) tanto en los centros públicos como en los privados. Además hay muchas otras iniciativas en ciudades concretas o en instituciones que van en esa línea.

Pero volvamos a lo que nos ocupa:

La redacción original de la enmienda era algo diferente a la que finalmente se aprobó. Me lo cuenta Amanda Romero, concejala de Más Madrid: “La primera propuesta que planteamos era la obligatoriedad de que existiera una opción 100% vegetal en los comedores públicos, algo que nos parece importante y que va en sintonía con la normativa de países vecinos como Francia o Portugal. En la redacción final, el Gobierno cambió esa ”obligatoriedad“ por ”medidas dirigidas a fomentar“ estas opciones como condición para aceptarla. De esta manera se da la posibilidad de que las Comunidades Autónomas puedan optar por implantarlo sólo en algunos comedores, por ejemplo. Aunque la parte fundamental es que si eso sucede ahora es más fácil reivindicarlo porque está recogido entre los criterios para la contratación pública”.

Es decir, el texto final de la enmienda condiciona la incorporación de la opción 100% vegetal a que en esos comedores “por su tipología de usuarios, dimensión y demás características resulte adecuado”, y parece previsible que esa salvaguarda vaya a resultar en muchos casos el clavo al que agarrarse para no implementar el cambio.

Y no es que yo sea pesimista en cuanto a cómo se va a recibir la medida, me remito a las reacciones que hemos tenido recientemente por parte de políticos y del mismo presidente del Gobierno a la propuesta del Ministerio de Consumo de comer menos carne por motivos de sostenibilidad y de salud: “el chuletón es imbatible” fue el argumento más elaborado frente a toda la evidencia científica que respaldaba la propuesta del ministerio de Garzón. Un espectáculo lamentable.

Y es que es descorazonador que a estas alturas haya que seguir justificando la necesidad de implantar medidas gubernamentales para reducir el consumo de carne en particular y de alimentos de origen animal en general. Por dos motivos principales: sostenibilidad y salud. El maltrato animal, cuando hablamos de animales de consumo, no es algo que se ponga sobre la mesa como argumento de peso a nivel político (al menos no de manera generalizada), a pesar de que debería ser el principal punto de interés.

Hoy en día, rechazar el impacto que tiene la ganadería en el medioambiente y la necesidad de reducir cabezas de ganado para luchar contra el cambio climático es una actitud negacionista e indefendible, que resulta especialmente preocupante cuando viene de la clase política. No debería ni siquiera discutirse que hay que promover políticas que vehiculen un cambio alimentario. La discusión debería centrarse en qué políticas y como aplicarlas. Por tanto, una propuesta como la que estamos tratando sería un mínimo en ese contexto.

Tampoco se puede aludir a la coartación de libertades ni nada similar (y aun así estoy segura de que no nos libraremos de airados comentarios en esa línea). El que exista una opción en el menú 100% vegetal no te obliga a elegirla.

Y si el argumento a esgrimir es el de la salud, también es fácil de defender: promocionar el consumo de legumbres, aumentando el consumo de proteína vegetal y reduciendo la animal (especialmente carne roja y procesada) es una prioridad de salud pública de primer orden y estaría alineado con otras campañas gubernamentales como la ya citada del Ministerio de Consumo. Y hacer políticas que lo sustenten es completamente pertinente en España si atendemos a los datos que nos dan las últimas encuestas nacionales de consumo de alimentos (ENALIA y ENALIA 2), en las que podemos ver cómo el consumo de carne y derivados está por encima de las recomendaciones en todos los grupos de edad, mientras que el consumo de legumbres no llega a mínimos.

A pesar de ello hemos asistido durante este año a un importante despliegue publicitario de promoción del consumo de carne financiado por fondos europeos. Despropósito que solo se explica por estar mediado por intereses económicos de la industria cárnica, y no por intereses del bien común para la ciudadanía europea. Sobre el poder de los lobbies de dicha industria ya se ha hablado largo y tendido.

Así que, en vista de que es probable que la opción 100% vegetal tengamos que pelearla comedor a comedor, como nos contaba Amanda, debido a la redacción de la enmienda, os dejo algunas ideas para enfrentaros a ello:

  • La opción 100% vegetal es la opción más inclusiva: a una persona ovolactovegetariana y a una que lleve una dieta tradicional le sirve perfectamente la opción vegana, pero no al revés. No se reducen opciones para nadie, pero si se amplía el abanico de gente a la que le facilitamos un menú saludable.
  • Es una opción que cubre también varias situaciones de dietoterapia: alergia al huevo, intolerancia a la lactosa, alergia a la proteína vacuna y alergia a pescado y marisco.
  • Cubre también todas las dietas étnicas o dietas vinculadas a opciones religiosas o culturales (halal, kosher...) cuando no disponemos de productos de origen animal que cumplan con sus requisitos, cosa prácticamente inviable en comedores de organismos públicos.

Para paliar la excusa de 'falta de demanda' como justificación para no ofrecer la opción, es buena idea transmitir que pueden incluirla como una opción más, sustituyendo a una de las que ya tienen, y hacerla además de bajo coste (legumbre), reduciendo el gasto frente a las opciones actuales con carne o pescado, que son siempre más costosas. Asimismo, las preparaciones que se elaboren para la opción vegana pueden usarse como complemento a otros platos del menú. Como guarnición o como primero, me explico:

  • Un potaje de legumbres con verdura: puedes mantenerlo como primero en el menú tradicional y como plato principal en el vegano.
  • Unas espinacas con bechamel de bebida de soja, lo mismo; o también pueden servirse como guarnición de un pescado, disminuyendo la cantidad respecto a un primer plato.
  • Una ensalada vegana, es una ensalada 'normal', que casa bien con cualquier menú. Se puede ofrecer con un complemento de almendras o de atún a elegir.
  • Una crema de verduras, un tumbet, o un gazpacho tienen perfecta cabida en un menú tradicional. Es importante recordar que hay muchos platos tradicionales que son veganos per se.
  • Un pisto se puede servir con huevo o con garbanzos como opción proteica.
  • La soja texturizada se cocina igual que la carne picada y su precio es inferior, elaborar una lasaña 100% vegetal supone el mismo trabajo de cocina que hacerla de carne y es un plato con una aceptación muy alta.
  • Preparaciones sencillas y económicas como el hummus están ya totalmente popularizadas y es difícil que generen rechazo si las incluimos en un menú tradicional como opción.

Resulta frustrante tener que prepararse para esgrimir argumentos frente a una norma tan aplicable que no necesita siquiera de partida presupuestaria, tan justificada, sostenida por tanta evidencia y alineada con beneficiar a toda la población (y a los animales). Pero vamos a tener que hacerlo.

Muchas gracias a quienes han peleado para que esas líneas, insuficientes pero esperanzadoras, se colaran en unos presupuestos generales.

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