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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Peter Singer: “Si todo el mundo dejara de comer animales, eso mejoraría enormemente nuestras posibilidades de evitar una catástrofe”

Peter Singer.

Javier Morales Ortiz

25 de abril de 2023 22:13 h

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Considerado como la biblia del movimiento animalista, pocos libros han tenido tanta influencia en el mundo de hoy como Liberación animal, del filósofo australiano Peter Singer. Autor de más de cincuenta títulos, profesor en varias universidades y referente internacional en el campo de la bioética, la Fundación BBVA le ha otorgado este año el prestigioso Premio Fronteras del Conocimiento por toda su trayectoria.

Un reconocimiento que coincide con la publicación en castellano, por Plaza y Valdés en colaboración con Igualdad Animal, de Ética en acción. Henry Spira, el activista que doblegó a las multinacionales (libro del que El caballo de Nietzsche prepublicó el comienzo del primer capítulo). Publicado en inglés hace más de veinte años, este ensayo, a mitad de camino entre la biografía y la crónica, nace como un deseo y también como una promesa de Peter Singer a Henry Spira, una figura de la izquierda norteamericana poco conocida en España, pero cuyos originales métodos de protesta cambiaron el activismo del movimiento animalista. Ha sido para mí un privilegio mantener esta conversación con Peter Singer a través del correo electrónico.

Henry Spira fue muy pragmático en su estrategia. Antes de actuar, solía tratar de negociar algunos de los objetivos que perseguía con las multinacionales, enviando cartas, por ejemplo, o solicitando una reunión. Sólo cuando tenía una respuesta negativa, o ninguna respuesta, tomaba otras medidas, como emprender campañas publicitarias en los medios. Por lo general, esta estrategia fue muy exitosa, como cuenta en el libro. Hoy en día, ¿piensa que la negociación con las multinacionales es la mejor opción para cambiar las cosas?

Sí, sigo pensando que siempre se debe comenzar por asumir que quienes dirigen las empresas son personas razonables, que comprenderán por qué nos oponemos a sus prácticas. No hay nada de malo en empezar por ahí. A veces, incluso podemos lograr que la empresa cambie sus prácticas sin necesidad de ir más allá. Pero si eso no sucede, al menos les demostrará que somos razonables, que les hemos indicado el problema de manera educada y les dimos la oportunidad de cambiar, pero se negaron, que no somos “revoltosos” que disfrutan protestando. Al contrario. Preferiríamos no hacerlo, pero como la empresa se negó a escuchar, no nos dejó otra alternativa que pasar a la acción.

Spira elegía muy bien sus objetivos. Es un aspecto muy importante a tener en cuenta a la hora de emprender una protesta.

Claro. Para que sea efectiva la propuesta, el movimiento animalista debería tener en cuenta tres criterios: la importancia del objetivo, la permeabilidad al cambio de la empresa implicada y su dejadez a la hora de responder a nuestras propuestas. Debemos elegir una causa que sea importante, donde podamos tener un gran impacto. En el movimiento animalista, esto pasa generalmente por los animales de granja, en lugar de los perros y los gatos, porque hay muchos más animales de granja que sufren. La permeabilidad al cambio de la empresa es fundamental e implica establecer metas alcanzables. Por ejemplo, en lugar de pedirle a Revlon (entonces la compañía de cosméticos líder en Estados Unidos) que dejara de probar sus productos en animales -lo que habría significado no sacar ningún producto nuevo al mercado-, Spira les pidió que donasen un pequeño porcentaje de sus enormes ingresos al desarrollo de alternativas a la experimentación con animales. Esa estrategia tardó varios años en dar resultados, pero fue realista y ha dado sus frutos, pues se ha demostrado que esas alternativas existen.

El retrato que hace de Spira es el de un hombre muy vitalista, muy comprometido con la causa de los animales. Tenía una intuición muy desarrollada a la hora de elegir las herramientas más efectivas para luchar contra el lobby de la carne. Por ejemplo, hizo un uso muy creativo de la publicidad.

Es cierto que fue muy creativo con la publicidad, pero una parte importante de esa estrategia recae en otra persona, Mark Graham, quien diseñó los anuncios. Pero, por supuesto, Henry proporcionó la información para los anuncios y también tuvo mucho que ver con el diseño.

Tenía también una gran capacidad para entender la sociedad en la que vivía y su psicología.

Así es. Spira sabía muy bien lo que le preocupaba y sentía la gente corriente. En su juventud fue miembro de una organización trotskista en la que todos creían que en algún momento habría un levantamiento obrero contra el capitalismo y el estalinismo. Spira se dio cuenta de que el grupo vivía en una especie de burbuja, nunca hablaban con aquellos que desafiaban sus creencias y que pensaban que la revolución probablemente no sucediera. No quiso repetir esos errores. Si tenía una idea para una campaña, como acabar con el test de los cosméticos en los ojos de los conejos antes de comercializarlos, se subía a un autobús y se sentaba al azar, al lado de alguien con quien luego entablaba una conversación, y le preguntaba: “¿Sabes que las empresas de cosméticos prueban sus productos en ojos de los conejos?”. Si la gente reaccionaba negativamente, sabía que había elegido un buen objetivo.

En este sentido, como cuenta en el prólogo y en el último capítulo, Ética en acción puede leerse también como un manual de instrucciones para el activismo en general y el animalista en particular.

Henry tenía mucho interés en que después de su muerte otros activistas pudieran inspirarse en sus métodos. Habíamos hablado de eso a lo largo de los años y yo le había dicho que algún día escribiría un libro sobre él y cómo había logrado cambiar tantas cosas. Cuando supo que tenía un cáncer que probablemente acabaría con él, me llamó y me dijo que era hora de que escribiera este libro. Me liberé de algunos asuntos laborales en Australia y volé a Nueva York para pasar tiempo con él y reunir el material que necesitaba. Por suerte, vivió lo suficiente para verlo publicado.

¿Cree que las multinacionales son hoy más conscientes del poder del activismo y de la opinión pública o, por el contrario, aún se sienten como fortalezas inexpugnables?

Son conscientes del poder de la opinión pública. Saben que necesitan de una “licencia social” para operar y que pueden perderla. Por supuesto, parte de su estrategia consiste en mejorar esa imagen pública, convencer a la gente de que no hay problema en lo que hacen. Pero eso no siempre es posible, por lo que a veces su cambio tiene que ser real.

¿Es ahora el lobby de la carne más poderoso o más débil que en los años setenta y ochenta, cuando Spira se enfrentó a ellos?

En Estados Unidos, el lobby de la carne o, más en general, el lobby de la producción animal, porque incluye a los productores de leche y huevos, sigue siendo muy poderoso. No existe una legislación nacional sobre bienestar animal, se deja en manos de los Estados y, por supuesto, los Estados que albergan la mayor cantidad de animales de granja permiten que los productores de animales hagan lo que les plazca. Pero en los Estados con normas que permiten a los ciudadanos promover referéndums, existen leyes más estrictas que protegen a los animales, lo que demuestra que el lobby de la producción animal no logra convencer al público, incluso si puede influir en los miembros del Congreso. En la Unión Europea, por otro lado, el lobby de la producción animal parece más frágil que en Estados Unidos porque las leyes que protegen a los animales de granja son más exigentes que allí. Por ejemplo, la Unión Europea prohíbe las jaulas para animales de granja, así como para animales criados para peletería y otros fines.

¿Y los ciudadanos? ¿Somos más sensibles a la crueldad hacia los animales?

Sí, al menos en los países occidentales, la gente se ha vuelto más sensible a la crueldad que se inflinge a los animales. Pero esto no es algo global. En China, por ejemplo, todavía hay muy poca preocupación por el bienestar animal y no hay leyes nacionales que protejan a los animales de granja.

¿Por qué le resulta tan difícil a la población entender que los animales sufren?

¡Tanto es así que se los comen! Para evitar la disonancia cognitiva, las personas se convencen a sí mismas de que los animales que comen son muy diferentes de los animales que aman, como los perros y los gatos. Por supuesto, no hay base para pensar que las vacas y los cerdos sean menos capaces de sufrir que los perros y los gatos.

El pragmatismo de Spira no siempre fue compartido por otra parte del movimiento animalista, quizá más radical en sus estrategias y enfoques. ¿No sería más importante para el movimiento animalista colaborar y entenderse a pesar de las diferencias? Después de todo, el enemigo es mucho más poderoso, como un Goliat.

¡Claro! Estoy completamente de acuerdo. El movimiento animalista debe trabajar unido contra el enemigo común. Por supuesto, cada organización puede mantener un enfoque diferente, siempre que sea desde la no violencia. El uso de la violencia puede ser muy perjudicial, no solo para las personas, sino también para el prestigio del propio movimiento.

Spira siempre dijo que su percepción del sufrimiento animal cambió después de leer su libro Liberación animal. ¿Cómo se siente uno sabiendo que ha ejercido esa influencia en tanta gente?

Por supuesto, estoy muy satisfecho de haber tenido esa influencia, de haber contribuido a que se logren mejoras en las condiciones de vida de los animales.

El cambio climático es una de las razones por las que muchas personas dejan de comer animales hoy en día. ¿Es optimista al respecto? 

Es difícil ser optimista sobre el cambio climático, pero no he perdido del todo la esperanza de que podamos evitar escenarios catastróficos en los que gran parte de la Tierra se vuelva inhabitable. Y, por supuesto, si todo el mundo dejara de comer animales, mejoraría enormemente nuestras posibilidades de evitar una catástrofe.

Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

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