Selección 'nacional' canaria

Roque Mesa y Jonathan Viera.

Enrique Bethencourt

Las Palmas de Gran Canaria —

Los precedentes de la selección canaria se remontan a los años veinte del pasado siglo. Según señala Javier Domínguez García, autor de relevantes trabajos sobre nuestro fútbol (Etnografía del fútbol canario, Cien años de fútbol canario, 50 ilustres del fútbol canario: leyendas, entre otros), en 1925 se desplazó a la Península un combinado de integrantes del Victoria, del Marítimo y del Marino que jugaría, entre otros lugares, en Valencia, Barcelona, Zaragoza, Sevilla y Madrid. Claro que, para resultar del todo precisos, se trataba de un conjunto que aunaba a lo mejor del fútbol grancanario de entonces, no del conjunto del Archipiélago.

Dos décadas más tarde, y para un partido concreto, se formó una excelente selección con los mejores jugadores canarios de la época que jugaban en equipos peninsulares, fundamentalmente Real Madrid y Atlético de Madrid, que justo en esas fechas había modificado el nombre que había adoptado en el año 1939, Atlético Aviación. Según afirma Domínguez García, la alineación estaba integrada por siete grancanarios, tres tinerfeños y un palmero, a saber: Cristóbal, Farías, Cástulo, Núñez, Silva, José Hernández Lobito negro, Durán, Rosendo Hernández, Gallardo, Molowny y Cabrera.

El rival era el San Lorenzo de Almagro, el equipo del que es fiel seguidor el actual Papa Francisco, uno de los de mayor prestigio de la época, que en su gira por España estaba arrasando a la mayoría de los equipos españoles con los que se enfrentaba. Hasta que dieron con los canarios, que no tenían menos calidad que los argentinos.

Lo cuenta el escritor Emilio González Déniz en La jornada más gloriosa, capítulo de su libro Crónicas del salitre: “Los canarios jugaron con la precisión de un reloj suizo, durmieron a los argentinos y les metieron cuatro goles”. Todo ello en el primer tiempo. Los argentinos amagaron con no salir a jugar la segunda mitad, lo que estuvo a punto de ocasionar un problema de orden público. Al final, regresaron a la cancha y maquillaron el resultado con un definitivo 4-2. González Déniz cierra su relato afirmando que “durante años, la memoria de aquel partido fue el mejor aval en la Península para un jugador canario de fútbol. Los más viejos aficionados de la villa capital rememoran todavía aquel episodio como el del día en que once futbolistas, nacidos en unas islas españolas y africanas, lavaron la honra deportiva del Madrid, de España y de Europa”.

Matías Prats

Curiosamente, en los datos oficiales sobre la gira de San Lorenzo de Almagro de finales de los años cuarenta no aparece referencia alguna a ese enfrentamiento con la selección isleña. Una ocultación que resulta más que sospechosa. Sin embargo, Matías Prats padre, testigo de aquel encuentro, lo ratifica en una entrevista recogida en el programa Senderos Isleños, de TVEC, dirigido por Juan Martínez y Alfredo Ayala, donde reconoce la calidad de los jugadores canarios. Aunque afirma que el cabreo del San Lorenzo se justificaba plenamente, dado que, en su opinión, el tercer gol canario fue en flagrante fuera de juego.

En épocas más recientes, algunos no dudan en señalar que la UD Las Palmas de finales de los sesenta y comienzos de los setenta del pasado siglo puede ser considerada, al menos metafóricamente, “la primera selección nacional canaria” consolidada y de amplio recorrido. En aquellos tiempos, en plena dictadura franquista, hablar de selecciones, no ya nacionales sino siquiera autonómicas, no estaba ni de lejos en la agenda político-deportiva. En el caso que nos ocupa era un club y no un combinado nacional, pero en cierta medida, y de forma flexible, constituía una verdadera selección.

Me refiero al hecho de que aquel equipo de ensueño, nuestro particular Canarian Dream Team, eso sí una hora antes y unas décadas también adelantados al tiqui-taca y al aprecio a la pelota, al toque y al juego colectivo, que luego se convertirían en religión de culto en el Barcelona y en La Roja, concentró a grandes jugadores de Gran Canaria y de Tenerife, una circunstancia que no ha vuelto a repetirse. Al menos en su número, en el impacto futbolístico y en el éxito de aquella camada de enormes futboleros de Tamarán y Achinet (*).

De la isla redonda era la mayoría de las estrellas del conjunto amarillo: los prematuramente fallecidos Juanito Guedes, un fino centrocampista capaz de dar pases de 30 metros a lo Bernd Schuster, y Tonono, un central de exquisita calidad al que el propio Kaiser, Franz Beckenbauer, reconoció como uno de los mejores jugadores europeos en su puesto. Antonio Afonso, Tonono, no solo fue trascendental para la zaga amarilla, también fue asiduo de la selección española, haciendo muchas veces pareja en el centro de la defensa con el barcelonista Gallego.

También fue esencial Paco Castellano, imprescindible pareja de Tonono en el eje de la defensa, y que con 433 partidos se encuentra entre los cuatro que más veces han vestido la casaca amarilla. Se mantuvo de titular indiscutible desde la temporada 64/65 hasta la 77/78 en que Miguel Muñoz otorgó la confianza a Roque Díaz, un buen defensa que estuvo durante diez años en el equipo. O el habilidoso delantero Mamé León, máximo goleador amarillo en la exitosa liga 68/69, en la que la UD obtuvo el segundo puesto en la clasificación. Y, por supuesto, el que a mi juicio fue su figura estelar y uno de los mejores jugadores del fútbol canario de todos los tiempos, el irrepetible Germán Dévora, el Maestro. Un 10 que marcó una época en la UD y que, junto a sus fieles seguidores, los denominados germanistas, entre los que me encuentro, también contó con detractores entre los aficionados, algo que todavía, cuarenta años después, me cuesta asumir.

Pero aquella plantilla que dirigía Luis Molowny, que logró un tercer y un segundo puesto en la liga española, que se codeaba con el Madrid de los ye-yés, que practicaba un fútbol brillante, contaba en sus filas con futbolistas de gran calidad y rendimiento procedentes de Tenerife: Gilberto I y Gilberto II, Martín Marrero o José Juan fueron protagonistas indispensables de las gestas amarillas.

Los Gilberto

Gilberto Rodríguez Pérez (Gilberto I) era un extremo izquierdo rápido y de buen disparo. Recuerdo, especialmente, su magnífico gol a Iríbar en el viejo San Mamés. Lo escuché por la radio el domingo y lo vi por la tele al día siguiente, entonces en Canarias los partidos los veíamos en diferido. Fue en los últimos minutos del encuentro y apenas unos segundos después de que los vascos mandaran un balón al larguero canario. La contra fue fulminante y, desde larga distancia, Gilberto I hizo temblar a la Catedral: la clavó en la escuadra sin que el Chopo pudiera hacer nada para evitar el tanto y la consiguiente derrota del Athletic.

El periodista Salvador García Llanos afirma en un afectuoso obituario tras el fallecimiento de Gilberto II en el año 2012, publicado en el periódico El País, que Justo Gilberto González Expósito “hoy sería un mediocampista todoterreno, polivalente: tan constructor como agregado a las tareas defensivas cuando el adversario apretaba”. Yo lo recuerdo como un centrocampista de una gran calidad, a veces opacada en la valoración del público del Insular por compartir titularidad con Germán Dévora, y que realizaba un trabajo inconmensurable, tanto en la faceta creativa como en la defensiva y de recuperación de balones.

Martín Marrero de la Cruz (**), en unos primeros momentos Martín II, pues llegó al equipo más tarde que otro Martín canarión (Manuel Martín González, Martín I), destacó por ser un buen defensa y hacerlo desde una concepción moderna del fútbol.

José Juan Gutiérrez Déniz (José Juan), por su parte, era un pundonoroso delantero centro que suplía sus limitaciones técnicas con una enorme bravura y que nunca daba una pelota por perdida. Sus mejores registros goleadores fueron en la liga 67/68, con doce dianas, las mismas que logró Gilberto II, y en la 66/67, con diez, temporada en la que fue, de forma destacada, el máximo artillero del equipo.

Más tarde, y en distintas etapas, llegarían Jorge, Medina o Felipe Martín, que tras el fallecimiento de Tonono fue reconvertido por Miguel Muñoz de extremo normalito a excelente central; aunque José Juan Suárez, Pepe Juan, atribuye el mérito a Fernando Daucick, que ya lo había colocado en esa posición en su breve paso por el Sant Andreu, club en el que coincidieron los dos jugadores isleños. También merecen ser mencionados Juanito Rodríguez, Luiso Saavedra o Julio Durán, entre otros.

El peso de la presencia de futbolistas tinerfeños en la UD estaba muy vinculado a las bajas horas que entonces atravesaba el CD Tenerife. Sucedería al revés en los años 90, en la época dorada del Tete, cuando en plena crisis de la UD emigrarían al Heliodoro futbolistas canariones como Alexis Suárez, Robaina, Manolo López o Alexis Trujillo, excelente centrocampista que apenas contó en la etapa de Valdano y que triunfaría, demostrando su enorme calidad, en el Betis.

Tricolor

La selección canaria es hoy posible, por lo menos en partidos amistosos, como los celebrados algunas temporadas en período navideño. Aunque con los calendarios apretados de los clubes es muy difícil articularla y poder ver juntos en la cancha a los mejores futbolistas del Archipiélago. Desde 2007 no ha vuelto a ser convocada la selección de fútbol de Canarias. En su corta trayectoria figuran enfrentamientos contra Venezuela (dos), Letonia, Yugoslavia y Angola. Da la impresión, asimismo, de que el Gobierno de Canarias, pese a que está dirigido por nacionalistas desde 1993, no muestra demasiado interés en potenciar la selección canaria de fútbol. La situación tiene muy poco que ver con el impulso que reciben en Euskadi y Cataluña sus respectivas selecciones.

Pero una cosa está clara: con la base que hoy proporciona la UD Las Palmas (Viera, Roque, Vicente, Tana, Jesé…), los aportes del actual Tete y los jugadores canarios por el mundo -Silva, Víctor Machín Vitolo, Pedro, Rubén Castro, Nauzet Pérez, Omar Mascarell, Edgard Méndez o Ayoze-, Canarias tendría una selección nacional de un buen nivel, capaz de hacer frente con garantías a otros combinados autonómicos o estatales.

La tricolor, con un alto nivel de jugones, haría deleitarnos, sin duda, a todos los amantes del buen fútbol.

(*) Nombres aborígenes de las islas de Gran Canaria y Tenerife.

(**) A Martín Marrero, para muchos el mejor lateral canario de la historia, le dedico un capítulo del libro: Un Mencey en el Insular.

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