Xabier Sagredo, el 'hombre del partido' que blindó Kutxabank y colocó a la BBK a la cabeza de la inversión en Euskadi
Xabier Sagredo (Portugalete, 1972) llegó a la presidencia de la BBK en 2013, con la etiqueta de 'hombre del partido'. Era tesorero del Bizkaia Buru Batzar (BBB) del PNV y hombre de confianza del entonces presidente, Andoni Ortuzar. Y se va en el momento más dulce de la entidad, con logros reconocidos en el ámbito financiero. En sus doce años en el cargo, ha convertido a la fundación bancaria BBK en una de la mayores potencias inversoras de Euskadi, presente en las operaciones empresariales más importantes en la actualidad, como Talgo o Ayesa, sin descuidar la obra social, a la que destina 53 millones de euros, que se financia ya con recursos propios y sin depender de los dividendos del banco.
Pero, y sobre todo, como máximo accionista de Kutxabank, del que posee el 57%, ha preservado la independencia y el arraigo de la entidad evitando su salida a Bolsa. Y eso es mucho decir en el convulso momento financiero en el que se creó la entidad, justo después del rescate estatal a varias entidades bancarias españolas, y en medio de las olas de fusiones, opas y contraopas que sacuden cada día el mundo de la banca.
Este miércoles Sagredo hará oficial ante el patronato de la fundación la decisión de dejar la presidencia de BBK para pasar a desempeñar otro cargo que aún no ha trascendido. Le sustituirá en el cargo Unai Rementeria, exdiputado general de Bizkaia, hasta ahora presidente de Elkarkidetza, y también, casualidad o no, vinculado al PNV. En las otras dos patas de Kutxabank, la alavesa Vital y la guipuzcoana Kutxa, también hay mandatarios relacionados con el PNV, Jon Urresti y Rafael Amasorrain. La joya de la corona financiera en la que se ha convertido Kutxabank y las tres fundaciones que son sus accionistas mantiene sus hilos de unión con el partido nacionalista, pese a que la defensa de la despolitización de la banca fue precisamente una de las causas de la desaparición de las antiguas cajas de ahorros, en las que se trasladaba a sus órganos de gobierno la composición del poder político en diputaciones y ayuntamientos.
Sagredo ha sido uno de los principales artífices de que las tres fundaciones hayan mantenido el control de Kutxabank, bindando el banco impidiendo la entrada de otros agentes en el accionariado de la entidad y saca pecho siempre que puede. “Nos rebelamos en aquel entonces contra el destino”, recordaba Sagredo en la celebración de los diez años de la creación de la fundación bancaria. Hay que recordar que en esa época, desaparecidas como tales las cajas de ahorro tradicionales para dar lugar a bancos, se sucedieron mútiples fusiones bancarias o salidas a bolsa de las entidades, en las que Kutxabank quedó como en una especie de isla.
Sin fusionarse con nadie, y sin salir a Bolsa, con las tres antiguas cajas BBK, Kutxa y Vital- después fundaciones- como únicos accionistas. “Parecía que estamos abocados a la desaparición. Se presumía que a partir de nuestra transformación en fundación bancaria íbamos a dedicarnos exclusivamente a desarrollar proyectos de obra social, de una menguante obra social. Y que el banco, Kutxabank, no iba a poder sobrevivir en un sector dominado por las operaciones corporativas, por el continuo cuestionamiento sobre su tamaño, sobre los modelos de gobernanza y especialmente el modelo de gobernanza nuestro. Sin ánimo de sentirse y sonar presuntuoso, nada más lejos de la realidad”, recordaba en el acto público que celebró la entidad el pasado mes de marzo.
Fue una decisión “arriesgada”, siempre lo ha reconocido, pero los índices de solvencia del banco han dado la razón con el paso de los años al esfuerzo que para ello tuvo que hacer BBK como máximo accionista del banco. La fundación vizcaína, que tiene el 57% del capital de Kutxabank, tuvo que crear un fondo de reserva que supone una garantía de la capitalización del banco en el caso de necesidad y permite a Kutxabank seguir sin salir a Bolsa. Lo que se dio en denominar 'los hombres de negro' de Banco Central Europeo vigilaban con lupa cada movimiento de banca española. La regulación obligaba a los dueños del banco a reducir su control por debajo del 50% y salir a Bolsa. Y, si no, el principal accionista, en este caso la BBK, debía constituir un fondo de garantía con el que responder si es necesario respaldar activos fallidos. Las fundaciones optaron por esta opción. Para la BBK supuso crear un fondo dotado con 235 millones de euros, pero Kutxabank no salió a Bolsa. Precisamente, fue uno de los motivos de la dimisión del entonces presidente de Kutxabank, Mario Fernández, que era proclive a que el banco cotizase en el mercado, y que no encontró apoyo a sus pretensiones.
Sagredo, economista de formación, llegó a la presidencia de la BBK, en 2013, dos años antes de la transformación en fundación bancaria, tras comenzar su trayectoria profesional en Ipar Kutxa (antigua Caja Rural vasca y ahora fusionada con Caja Laboral) en 1997. También ocupó asientos en los Consejos de Administración de la Autoridad Portuaria de Bilbao y en Iberdrola Generación. Bajo su mandato, BBK no sólo ha fortalecido el fondo de reserva exigido para 'proteger' a Kutxabank de injerencias externas, sino que además se ha constituido un sólido fondo de participaciones empresariales, con la que ha ido recuperando el papel inversor que la regulación europea obligaba a Kutxabank a reducir.
Ahora están pendientes de materializarse las inversiones en Talgo y en Ayesa, pero son públicas también sus participaciones en Iberdrola. De hecho, Sagredo ha sentado hasta ahora como consejero en representación de BBK en el consejo de la eléctrica, además de en el de Tubacex. Tiene un 3% de CAF, otro 3% de Gestamp y también participa en Red Eléctrica, en Vidrala, Arteche o en el negocio de aparcamientos a través de Aparca 10, entre otros, al margen de las empresas en las que participa a través de Kutxabank. Para Rementeria queda la tarea que se marcó Sagredo de elevar el nivel inversor de la BBK hasta los 7.000 millones de euros. Ahora supera ya los 5.000 euros.
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