“La Palma se enfrenta al grave problema de la introducción de plagas y enfermedades”

El palmero Raimundo Cabrera, profesor titular de Fitopatología en el Departamento de Botánica, Ecología y Fisiología Vegetal de la Universidad de La Laguna.

Justo Pérez Cruz

Santa Cruz de La Palma —

Continuamos con un nuevo episodio de la sección Scientia Palmensis dedicada a los científicos nacidos o que desarrollan su actividad en la isla de La Palma con una entrevista al doctor Raimundo Cabrera Pérez, profesor titular del Departamento de Botánica, Ecología y Fisiología Vegetal de la Universidad de La Laguna. Raimundo Cabrera (Puntallana, 1959), es doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad de La Laguna (ULL) y profesor titular de Fitopatología en el Departamento de Botánica, Ecología y Fisiología Vegetal de la ULL. Cursó el bachillerato en el Instituto Alonso Pérez Díaz de Santa Cruz de La Palma. Se trasladó en 1976 a La Laguna para cursar los estudios de Biología donde realizó su tesis doctoral (1987). Durante tres años compaginó el trabajo como docente en el Instituto San Agustín de Los Realejos y su investigación en el antiguo Departamento de Fitopatología de la Facultad de Biología. En 1990 obtiene una beca postdoctoral del Gobierno de Canarias para una estancia en el Centro de Estudios Ecológicos Avanzados de la Universidad de New Mexico (EEUU) para trabajar en interacciones insectos-plantas. En 1991 regresa a la ULL como profesor asociado y en 1996 obtiene la plaza de profesor titular. Su actividad investigadora se ha centrado en el control de plagas y enfermedades agrícolas. Ha impartido clases de Plagas agrícolas y Patología Vegetal en la Escuela de Agrónomos de la ULL durante casi 20 años (hasta que estas disciplinas fueron sacadas del nuevo plan de estudios con la llegada del plan Bolonia). Ha compaginado la actividad docente e investigadora con las tareas de gestión universitaria, siendo secretario, vicedecano y decano de la Facultad de Biología en el periodo 1995-2002.

-Doctor Cabrera, Biología y Agricultura han formado siempre una unión inseparable de la cual hemos asistido en tiempos recientes a avances espectaculares. ¿Qué nuevos avances podemos esperar en los próximos años en este campo?

-Durante mucho tiempo los avances en la agricultura fueron básicamente el resultado de un proceso de prueba-error. Cuando en la Europa del siglo XVI surge la ciencia moderna, el método científico comienza a aplicarse también al conocimiento de los problemas que afectan a la agricultura y así llegamos a conocer que las enfermedades que afectaban a los cultivos y que habían causado hambrunas severas eran causadas por microorganismos patógenos y aprendimos formas nuevas de controlarlos. Los avances científicos del siglo XX y lo que llevamos del XXI se han producido de forma exponencial, lo que ha permitido el desarrollo de tecnologías que se aplican también a la agricultura en diferentes áreas (producción, transformación, comercialización…). El futuro de la agricultura estará necesariamente ligado a ese desarrollo tecnológico, vamos hacia lo que muchos llaman agricultura inteligente. Cada vez es más frecuente ver drones monitorizando los cultivos, para detectar enfermedades o plagas, deficiencias nutricionales, momento óptimo de cosecha o de riego, etc. La tecnología GPS permite dirigir esos drones o incluso las máquinas cosechadoras para que trabajen de forma casi autónoma. El manejo de la información y estas tecnologías robóticas facilitarán un uso más racional del agua (que será un problema crucial) y de los fertilizantes y fitosanitarios. Por otro lado, la ingeniería genética nos da la capacidad para diseñar variedades resistentes a enfermedades, sequía o salinidad. En esa búsqueda de genes de resistencia, las variedades locales son una fuente valiosa de recursos, que estamos perdiendo a un ritmo muy rápido, por lo que habrá que dedicar esfuerzos a su conservación y preservar el conocimiento tradicional asociado a ellas. Todos estos avances y la necesidad de producir más cantidad de alimentos tienen un reto al que enfrentarse: la seguridad alimentaria, en un sentido amplio, y la armonización de la actividad agrícola con el respeto medioambiental.

-En la isla de la Palma la agricultura es uno de sus pilares esenciales, por no decir el fundamental. ¿Qué retos se afrontan en este momento y qué aportaciones puede hacer la ciencia y en particular su equipo en este campo?

-En La Palma, debido a su orografía, con numerosos microclimas y parcelas de pequeñas dimensiones, tendremos que ver cuáles de esas nuevas tecnologías podremos usar y de qué forma hacerlo. El gran reto de la agricultura palmera será adaptarse a estos cambios, canalizar esa producción a los diferentes mercados, sin perder el conocimiento tradicional de nuestros agricultores, que les ha permitido explotar terrenos difíciles, seleccionar variedades adaptadas a esas condiciones, y en algunos casos, incluso diseñar prácticas de cultivos únicas. La Palma se enfrenta al grave problema de la introducción de plagas y enfermedades. Hay que realizar un mayor control fitosanitario en los productos vegetales que entran por los canales comerciales, o los que traen los viajeros en sus equipajes. Las mayores plagas y enfermedades que tenemos en La Palma (papa llorosa, picudo negro de la platanera, polilla guatemalteca de la papa) no han llegado de forma espontánea. Están aquí porque alguien las ha transportado de forma accidental en productos vegetales no controlados fitosanitariamente. También son cada vez más frecuentes los problemas causados por plantas invasoras (el caso del rabo de gato es especialmente importante en esta isla). Hay que estar alerta porque, si las plagas y enfermedades que ya hemos introducido son bastante importantes, la situación podría empeorar todavía más. Desde nuestro grupo de investigación de Control de Plaga y Enfermedades Vegetales (CIPEV) en la ULL, abordamos el control de plagas y enfermedades agrícolas mediante el uso de métodos ecológicos o con el menor impacto posible en el medio ambiente. Este mismo planteamiento lo estamos aplicando en un estudio dirigido al control de plantas invasoras. Hemos trabajado durante muchos años con la polilla guatemalteca, en proyectos financiados por el Cabildo de Tenerife y la Consejería de Agricultura del Gobierno Autónomo, proponiendo un diseño de control integrado de la plaga que fue testado en campo durante varios años con buenos resultados. Hemos participado en el diseño de una nueva trampa para el uso de feromonas en el control del picudo negro, que ya puede verse en uso en muchas plantaciones de plátanos. Participamos en patentes de insecticidas botánicos y de hongos endófitos productores de compuestos activos (licenciadas ya a empresas para su evaluación y posible comercialización), o más recientemente, en hongos endófitos que al establecer su asociación con plantas cultivadas les inducen resistencia frente a determinadas enfermedades.

-Uno de los aspectos fundamentales tanto en el campo de la agricultura como en el de la ciencia es el relevo generacional. ¿Qué puede decirle a los jóvenes palmeros que piensan dedicar su vida a una u otra actividad?

-Para los jóvenes que están planeando su futuro, entender cómo funciona el mundo en el que vivimos, buscar explicaciones a los fenómenos que observamos, es una actividad apasionante, con un alto componente vocacional, que dura toda la vida. En la actualidad la ciencia no es cuestión de individuos aislados, sino de una comunidad que trabaja de forma colaborativa hacia un mismo objetivo: conocer y explicar racionalmente los fenómenos naturales. El Observatorio Astrofísico del Roque de Los Muchachos es un ejemplo que tenemos en la propia isla. Desde la ciencia podemos contribuir al avance de esta sociedad. Pero siendo realistas, La Palma, y en general Canarias, cuenta con una capacidad determinada, por lo que habrá que buscar esas oportunidades y desarrollar nuestro trabajo allí donde se presenten. La Palma siempre la tendremos a un vuelo de avión. Para aquellos que les guste la agricultura, La Palma brinda muchas oportunidades, aunque no exentas de problemas. El campo se ha llenado de zarzas. No se irán solas y esos terrenos no se cultivarán de forma espontánea. El mercado local tiene sus propias características y la exportación se enfrenta a la lejanía continental. Pero precisamente por su orografía y microclimas, se pueden establecer cultivos muy variados. Habrá que planificarlos para obtener un producto diferenciado, de calidad y que le podamos dar un valor añadido, bien sea para el mercado local o para exportación, para consumo fresco o procesado. Esto requiere trabajo, pero el conocimiento y la tecnología actual permiten que ese esfuerzo pueda ser rentabilizado. Mi sugerencia a los jóvenes agricultores palmeros es que no esperen a que nadie vaya a resolverles estos problemas. Los palmeros siempre se han caracterizado por ser emprendedores y por buscar soluciones imaginativas a los problemas diarios. Esas características en la juventud palmera, junto con una formación adecuada que les enseñe a aplicar las nuevas tecnologías, hará que la agricultura pueda ser una buena actividad a la que dedicarse. Si lo hacen en La Palma, y lo hacen con éxito, además de vivir en un paraíso, estarán incentivando a otros jóvenes a integrarse en esta actividad.

-¿Le gustaría añadir algo más?

-Muchos de los avances que consiguieron nuestros abuelos fueron mediante prueba-error. Los condicionantes socioeconómicos no permitían mucho más. Hoy tenemos recursos inimaginables hace 50 años. Sabemos más sobre la fisiología de las plantas, genética, interacciones entre plantas, insectos y microorganismos, por ejemplo, que en ningún momento anterior de nuestra historia. Hoy tenemos más técnicos en campo que nunca, con mucha formación, dedicados a mejorar la producción agrícola, y lo están consiguiendo. La Universidad, los Centros de Formación y de Investigación, la Ciencia, han sido claves en ese progreso. Y ya no hay vuelta atrás. Por muy romántico que parezca, no podemos volver a la agricultura de principios del siglo XX, pero sí que podemos incorporar algunas de aquellas prácticas y conocimientos en la agricultura inteligente hacia la que vamos. Uno de los objetivos es llevar la agricultura por caminos donde el control de plagas y enfermedades se haga de forma racional y ecológica. El primer paso en ese proceso es la prevención. Esa tarea corresponde en parte al Gobierno, mediante normas e inspecciones fitopatológicas, pero también nos corresponde a todos. Hay que insistir en este tema. No podemos seguir llevando y trayendo material vegetal de unos lugares a otros sin control fitosanitario, aunque sean sólo algunas semillas o un esqueje de una planta curiosa, que queremos traer y sembrar a ver si en la isla se da bien. El riesgo de que estemos introduciendo un patógeno o una plaga grave, que ponga en peligro la agricultura, es real, ejemplos ya tenemos de sobra en la isla.

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