Alberto Torres, primer concejal sordo en Cantabria: “No estoy en igualdad con mis compañeros porque tengo que pedir cita a un intérprete con 48 horas de antelación”
Alberto Torres (Santander, 1985) decidió hace meses entrar a formar parte de los que toman las decisiones que cambian la vida de la gente para tratar de revertir, en la medida de lo posible, las barreras que sufren las personas sordas y que él lleva más de 30 años padeciendo en su día a día. Y es que, tras recibir las llamada del PSOE para integrarse en la candidatura de las elecciones municipales de mayo de 2019 y tras recoger su acta de concejal en abril de este año, en sustitución de la actual delegada del Gobierno en Cantabria, este edil lleva tres meses lidiando con el Ayuntamiento de Santander para disponer de un intérprete a tiempo total. Pese a que parece que ahora lo ha conseguido, lo cierto es que, en sus propias palabras, sigue sin estar “en igualdad de condiciones” con sus compañeros, puesto que tiene que solicitar su asistencia con 48 horas de antelación.
Este especialista en lengua de signos y expresidente de la Asociación de Sordos de Santander y Cantabria cuenta cómo desde su experiencia, las barreras a las que se tienen que enfrentar las personas con su misma discapacidad son las mismas que hace más de medio siglo. “No puede ser, algo hay que hacer para avanzar”, subraya.
¿Qué le llevó a dar el salto a la política y a integrarse en la candidatura municipal del PSOE en las pasadas elecciones?
La decisión que tomé fue complicada. En la comunidad sorda yo siempre había estado muy activo en el tema del movimiento asociativo con el objetivo de eliminar las barreras de comunicación. Ese era el objetivo principal que yo tenía. Cuando he sido presidente de la Asociación de Sordos de Santander he visto que esas barreras seguían existiendo, por lo que pensé que desde dentro de la política podría eliminarlas de manera más eficaz: sensibilizando y dando más visibilidad a mi colectivo. Entonces el PSOE, cuyo grupo municipal está muy sensibilizado con el tema, se puso en contacto conmigo y yo les hice saber lo que hace falta en Santander y en ello estamos.
Tomó posesión en abril, en sustitución de Ainoa Quiñones, que fue nombrada delegada del Gobierno en Cantabria. ¿Cómo han sido estos meses de trabajo y el periodo de adaptación al cargo?
Para las reuniones con el grupo yo necesitaba intérprete, el Ayuntamiento lo sabía, y no he tenido automáticamente, es decir, no me lo ha puesto en el momento en el que entré. Ahí comenzamos con esa batalla, en la que hemos estado tres meses con negociaciones e intentando llegar a acuerdos. Al principio nos dijeron que sí iba a tener, pero solo para plenos y comisiones. Y yo decía: “¿Y para reuniones municipales y para hablar con mis compañeros o con otro grupo municipal?”. Tras insistir parece que hoy en día, después de tres meses, lo hemos conseguido y tengo intérprete para todos los ámbitos, aunque no se ha hecho de manera oficial. Aún así seguimos un poco perdidos. Por ejemplo, con la pandemia, mi mujer me ha estado interpretando las reuniones que hemos hecho telemáticamente como un favor, pero es que la interpretación no es un momento puntual. Hablamos de 10 o 20 horas al mes, que es como si trabajase otra persona. Me ha salvado que estábamos los dos teletrabajando en casa y si no llega a ser por ella me hubiese quedado atrás, porque en las reuniones me hubiese sido imposible participar. Le agradezco ese esfuerzo que ha hecho, pero esa no es la forma de trabajar, porque yo debería haber tenido una intérprete desde el principio.
Yo entiendo que a la gente todavía le cuesta darse cuenta de lo que necesitamos las personas sordas. Hay muchas cosas sobre las que todavía no han despertado. Como presidente de la asociación he trabajado en las barreras que tenemos las personas sordas y yo pensaba que el Ayuntamiento sabía lo que necesitábamos, pero me he dado cuenta desde dentro de que no. No basta con poner la intérprete, porque yo para hablar con cualquier persona en el Ayuntamiento la necesito y tengo que pedir cita previa con 48 horas de antelación. Por eso yo no estoy en igualdad de condiciones que el resto de mis compañeros, que vienen a la hora que quieren, sin avisar a nadie y se pueden comunicar sin ningún tipo de problemas con la secretaria o con quien sea. Yo tengo que esperar a que venga la intérprete, así que la sensación de barrera es continua.
¿Y el Reglamento del Ayuntamiento qué estipula respecto a la figura del intérprete?
Es que el reglamento de intérprete como tal no hay. El acuerdo al que hemos llegado no lo podemos llamar reglamento. La ley establece que yo como concejal sordo tengo unas necesidades de adaptación para las que necesito intérprete. Y hay que cumplirla. Sí que es cierto que no tengo dedicación absoluta, pero en el momento en el que llego al Ayuntamiento lo necesito.
¿El hecho de que sea el primer cargo público sordo en Cantabria puede ser un indicativo de la dificultad que tienen las personas sordas para acceder a estos puestos?
Sí. El problema es que las personas oyentes, sin discapacidad, en la política, no saben afrontar el momento de hablar con una persona sorda. “Voy a acercarme a hablar. Bueno, mejor no, no le digo nada”, piensan, entonces nos ponen otra barrera más. En España ahora mismo no hay ningún cargo, pero ellos saben, y la sociedad también, que necesidades tiene una persona sorda. Ahora estamos viendo el subtitulado en televisión. De hecho, durante la pandemia, las intervenciones de Pedro Sánchez y Fernando Simón con intérprete han sido el mejor ejemplo de la historia de las necesidades cubiertas de las personas sordas. Se han dado cuenta de que era necesaria. La lengua oral y la de signos iban simultáneas y en ese momento me he sentido como una persona oyente que ve la televisión, en igualdad de condiciones. Para mí ha sido maravilloso. A nivel estatal me podía enterar de todas las noticias sobre la pandemia al momento. Pero venimos a Cantabria y esa barrera vuelve a estar, salvo en las ruedas de prensa de Pablo Zuloaga como portavoz del Gobierno. Pero en el Ayuntamiento de Santander no hay intérprete. Le queda sensibilización y concienciación. Tienen el concepto de caridad, de que a los discapacitados hay que darles 'caramelitos' para tenerlos contentos, y esas cosas ya no las quiero. Eso es de hace 20 años, “pobres sordos”, se decía, pero ahora no queremos más caridad, simplemente tenemos un derecho que hay que garantizar. Que a día de hoy, las personas sordas y con otras discapacidades, sigan teniendo barreras no se puede permitir. Hay que quitarlas y tener igualdad real a todos los niveles. Por ponerte un ejemplo, la asociación, que lleva 68 años en Santander, sigue luchando contra esas barreras, y no se entiende que llevemos más de medio siglo y sigamos así.
Hemos hablado de las dificultades de las personas sordas en el ámbito de la política, pero respecto a otros estamentos de la sociedad, ¿cuáles son los que más notan estas barreras?
Sinceramente, todos. Yo quiero ser igual que tú en la calle o yendo a un museo. Si quiero ir al MAS (Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria), por ejemplo, me gustaría ir de forma independiente y autónoma, pero no puedo hacerlo. Tengo que avisar a un intérprete antes y crear un grupo de un mínimo de personas sordas. No lo veo justo. Y como esa, un montón de situaciones. Desde el Ayuntamiento se da un dinero para el ocio y tiempo libre a las asociaciones de discapacitados y lo que estamos haciendo es que se formen como pequeños guetos. Fomentamos esa actividad entre estas personas, pero la barrera sigue estando y no hay normalización ni autonomía. Y a eso hay que sumar otra barrera impresionante que se ha generado con la pandemia para acceder a cualquier servicio sanitario. Es un tema delicado en todos los ámbitos.
¿El hecho de que exista un lenguaje de signos para comunicaros y que poca gente lo sepa utilizar puede ser el principal obstáculo cuya solución sería darle más importancia a nivel educativo?
Sí, está claro. Nos gustaría que dentro del sistema educativo estuviese la lengua de signos. Hay gente que aprende francés, por ejemplo, una lengua que estando en España igual no utilizas nunca, o incluso latín, pero no la de signos. Si estuviese de optativa, además de aprenderla, los alumnos conocerían la comunidad sorda y estarían más sensibilizados con su situación. Aunque no la utilicen nunca, tendrían a las personas sordas más normalizadas y conocerían más sobre ellas. Espero que con el tiempo esté dentro del sistema educativo, como lo está en otros países como Argentina.
A nivel personal, ¿cómo ha sido el aprendizaje de la lengua de signos?
Da la casualidad que tanto mis padres como mi hermano son sordos, por lo que el aprendizaje de la lengua de signos lo he tenido siempre. Las barreras que yo he tenido las he visto en mis padres. Cuando tenía cuatro años ya las veía, y ahora tengo 35 y sigo viendo que tienen las mismas, ¿cómo es posible 31 años después? No puede ser, algo hay que hacer para avanzar. El tema del intérprete, que antes no había, es un avance para ellos, pero en realidad es un avance muy lento. Hace falta darle más agilidad porque la radio y las noticias vuelan, y el oyente se entera al momento de lo que está pasando y nosotros no. ¿Por qué tenemos que ir a otro ritmo? ¿Por qué tenemos que ir siempre atrás? En el ámbito educativo, por ejemplo, yo no tuve intérprete hasta la ESO y no me enteraba de la clase, y mis padres tuvieron que gastar mucho dinero en extraescolares y clases particulares. Imagina dos personas sordas, con hijos sordos y con una situación económica que no era buena con ese gasto extra… a lo que hay que sumar otros posibles gastos en audífonos o en un implante coclear que son materiales y técnicas muy caras. En definitiva, de la discapacidad, ¿quién tiene la culpa? Nadie, ni yo mismo que la sufro, ¿por qué tengo que vivir con estas barreras? Yo digo siempre que la discapacidad nos la pone la sociedad, que nos ve así. Yo no me veo como una persona con discapacidad y si no estuvieran todas esas barreras seguro que me olvidaría de que soy sordo.
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