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Concha Crespo Reguero: la literatura como sacrificio
Un acercamiento a la figura olvidada de la escritora Concha Crespo, cuya vida estuvo estrechamente vinculada con Cantabria en lo personal y en lo profesional
Amiga de Concha Espina, su obra es sinónimo de sacrificio personal y una prueba irrefutable de abnegación, de constancia y de tesón
La vida y la obra de Concepción Crespo Reguero de Pérez están rodeadas de un halo de misterio que en buena parte se puede atribuir a la imprecisión originada por el escaso o nulo afecto que, por desconocimiento o desidia, ha recibido su figura hasta la fecha. Así es la historia de la literatura, antojadiza, jalonada de nombres, de esfuerzos y de sacrificios, de hombres y mujeres que, contra viento y marea, bregaron por desarrollar una actividad intelectual en la que proyectar un interior curioso, ávido de respuestas.
Nacida en Cádiz el 1 de enero de 1914, en una familia de escasos recursos formada por varios retoños, Conchita se dedicó a la literatura desde antes incluso de su adolescencia. Movida por una gran afición al estudio, a los siete años compuso sus primeros versos, participando en varios concursos infantiles que celebró con éxito. Autodidacta, pues sus padres no pudieron costearle los estudios para impulsar una carrera que se descubría ya entonces brillante, empezó a escribir en varios periódicos santanderinos y asturianos en homenaje a la tierra donde pasaría buena parte de su niñez.
Ayudar a su padre y a su madre le llevaba la mayor parte del día y, para el ejercicio de la literatura, aprovechaba todos los ratos libres, incluso los robados al sueño. Sus maestros fueron grandes literatos contemporáneos, como Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), Enrique Pérez Escrich (1829-1897), Luis de Val (1867-1930), Serafín y Joaquín Álvarez Quintero (1871-1938, 1873-1944), Eduardo Marquina (1879-1946), Jacinto Benavente (1866-1954) y Antonio Machado (1875-1939). Gracias a ellos aprendió a pensar, a sentir y a vivir, abstrayéndose de la áspera realidad de la vida cotidiana.
Montañesa de sangre, de sentimiento y de corazón, como ella misma se describía, tuvo que enfrentarse a la tenaz oposición de su familia por hacerse escritora, hasta el extremo de que, en su sintética pero conmovedora autobiografía, relata que fueron hechas pedazos por sus familiares muchas novelas y relatos históricos. Esta cuestión, unida a la mermada economía de la que disponía, puesto que la escritura le imposibilitaba conseguir la ansiada independencia, explica que, con el paso del tiempo, impartiera clases de mecanografía, de redacción y de ortografía.
Con el estallido de la Guerra Civil española, viró el rumbo de su vida, abandonando su carrera profesional para ocuparse en formar un hogar, que completaría con el nacimiento de una hija en 1937, y de un hijo, fallecido a edad muy temprana, apenas cuatro años, y que ella recordaría tristemente en varias de sus obras. A su vez, atendió durante un corto periodo de tiempo un pequeño comercio de perfumería y juguetes.
En 1943, regresó de nuevo al Norte, a su Montaña querida, constando en el padrón de habitantes de 1949 en el Ayuntamiento de Valdáliga. Entonces, y animada por sus amigos más cercanos, entre los que siempre se encontró la célebre escritora Concha Espina (1869-1955), reiniciaría su actividad profesional. Esta vez lo haría entregada a la elaboración de monografías, para cuya impresión solicitó ayudas o donativos a los organismos municipales y provinciales, así también para que tuvieran a bien comprar ejemplares con los que nutrir las mermadas bibliotecas locales. En la mayoría de ocasiones, las pretensiones de la reportera, poetisa y literata fueron desestimadas, arguyendo no haber consignación al efecto.
Parece ser que Concha regresó de nuevo a Cádiz, no siendo posible precisar cuándo ni por qué, donde falleció sin reconocimiento alguno. Su pista se pierde siendo una mujer de edad avanzada y en delicado estado de salud, con motivo de verse envuelta en un rocambolesco episodio, el desahucio de su domicilio conocido como Casa de la Poesía en los ambientes culturales gaditanos de los años ochenta, para construir un hotel en su lugar. Entonces, varios vecinos se movilizaron con el fin de conseguir que el ayuntamiento de la capital le concediera una vivienda social a la poetisa donde poder alojarse y en el que conservar su obra.
Entre la poesía y las crónicas de viaje
La producción literaria de Concha Crespo Reguero consta de varios títulos, fundamentalmente libros de poesía y de viajes, en los que se adivina una curiosidad innata y un impetuoso ánimo de perfección y de desgarrador sacrificio. Entre los primeros, destacan Golondrinas sin nido (Ed. El Impulsor, Torrelavega, 1933) y La canción del viento (Imp. Narváez, Cádiz, 1953), obras que se completarían con los poemas que publicaba en las revistas y periódicos donde colaboraba. Es el caso de Amor y Remember, ambas aparecidas en la revista gaditana Gente Conocida, boletín amparado por el prolífico poeta modernista Eduardo de Ory y Sevilla (1884-1939).
Amor*
Tu indiferencia aumenta mi deseo,
cierro los ojos ya para olvidarte,
y cuanto más procuro no mirarte
y más cierro los ojos, más te veo.
Humildemente en pos de ti rastreo,
humildemente, sin lograr cambiarte,
cuando alzas tu desdén como un baluarte
entre tu corazón y mi deseo.
Sé que jamás te alcanzará mi anhelo,
que otra, feliz, me matará de celos
y reinará en tu juventud en flor.
En tanto crece mi pasión y avanza,
que es medio amor amar con esperanza…
y amar sin ella verdadero amor.
* Gente conocida, año I, núm. 6, 31 de marzo de 1937, p. 2.
Remember*
Una vez te encontré tan solamente
de la vida en el áspero camino…
Nuestra mutua mirada fue elocuente;
una ilusión cruzó por nuestra mente
y, sin piedad, nos separó el destino…
¿Por qué jamás de nuevo le he encontrado
desde aquel dulce y lejano día?
El sendero se hallaba bifurcado…
¡Pero en mi corazón no se ha borrado
la sombra del poeta todavía…!
* Gente conocida, año I, núm. 17, 23 de julio de 1937, p. 5.
Sus crónicas viajeras tuvieron un mayor desarrollo y éxito de público, no en vano fueron publicitadas en algunos de los diarios de mayor tirada del país, como ABC, y en otros de menor interés como Religión y Patria y el Boletín de la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Córdoba. Estas breves obras, ilustradas con múltiples fotografías, describían con amenidad ciudades, villas y aldeas, fundamentalmente leonesas, cántabras, asturianas y gallegas, proponiéndose como un medio de conocer los paisajes, las costumbres y los artistas de esos lugares sin necesidad de trasladarse. Algunos de los títulos son Escrito en la Montaña: ensayos de novelas y viajes (s.l., s.a.); La historia de Covadonga, reportaje histórico-religioso (Artes Gráficas el Lápiz de Oro, Reinosa, s.a.), Historia y geografía de Asturias y Santander (Imp. Narváez, Cádiz, 194-) o Mis andanzas por tierras de España. Primera parte: la Montaña, sus paisajes, sus artistas, sus costumbres (Escuela Tipográfica Salesiana, Cádiz, 1944), entre otras.
Cabría señalar un tercer grupo de escritos heterogéneos, combinaciones de verso y prosa de reducida extensión, que llevan por título Lo que nunca vuelve: ensayos de novelas (Imp. Narváez, Cádiz, ca. 1940), Reportajes sentimentales: ensayos de novelas (Imp. Narváez, Cádiz, ca. 1945), Glosario del Amor, de la Vida y del Dolor (Imp. Narváez, Cádiz, 1959) y El camino del abejaruco: canciones, romances y poesías (Imp. Narváez, Cádiz, 1967). Se tiene noticia, además, de que en el año 1937 tenía en preparación en libro titulado Santander antes del dominio rojo e ilustrado con numerosas fotografías.
Aficionada a las creaciones de relativamente corta extensión, en escasas ocasiones superaban la centena de páginas, y a cualquier otro género que no fuera la narrativa, Concha parece no haber disfrutado en dedicarse a obras de gran envergadura con motivo de los azares de su vida. Ella misma afirmó que “nunca fui lo suficientemente feliz, ni lo suficientemente amargada para crear una buena novela y porque cada vez que me pongo a ello, ni puedo sustraerme da la sugestión de escribir mi vida y esto me causa un gran dolor físico y moral, además he tenido siempre tantas cosas que hacer que me impedían dedicarme a mi ocupación favorita de literata”.
Como colaboradora, destaca su temprana participación en El Eco de los Valles, revista regional asturiana en la que firmaba con pseudónimo, y en Cantabria, revista de Cádiz de la que fue director José Sánchez González, natural de Roiz. Pasada la adolescencia, intervendría en Diario de Cádiz, La Información, Águilas, Un Dos, Gente Conocida y Rumbo, todas ellas de Cádiz, sin olvidar Río Navia, Las Riberas del Eo, La Voz de Cantabria, El Diario Montañés y El Impulsor, publicaciones asturianas y santanderinas. Sin embargo, entre sus colaboraciones más meritorias se señala el hecho de que fue nombrada corresponsal informativa para Andalucía de la publicación La Montaña, impresa en La Habana para la comunidad de montañeses que allí vivían.
La obra de Concepción Crespo Reguero es sinónimo de sacrificio personal y una prueba irrefutable de abnegación, de constancia y de tesón. El literato asturiano Manuel Niembro de la Concha (1873-1948) la citaba, en los años cuarenta, como, tal vez, la escritora más popular y querida de la región montañesa, después de Concha Espina. Una meritoria estimación que se fue desdibujando tristemente con el paso de las décadas hasta hacerse poco menos que imperceptible en el presente. La sinceridad de sus versos, a veces amarga y atormentada, contrapuesta a la jovialidad de su prosa, evocadora de paisajes, olores y recuerdos para aquellos que se encontraban lejos de su tierra, no han de ser sino el punto de partida del recorrido en el que se devuelva a la vida estas creaciones.
Sobre este blog
Amberes es una revista digital volcada en la divulgación de contenidos culturales y con un especial interés en los nombres y eventos de la escena santanderina.
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