“La proclamación de la República supuso el comienzo de la mayoría de edad para las mujeres de nuestro país”
Nacido en Santander hace 76 años, José Ramón Saiz Viadero es escritor, conferenciante y periodista. Además, es historiador, se especializó en la historia de su tierra, así como en la historia del cine español. También ha estudiado en profundidad el periodo de la Segunda República, la Guerra Civil Española, la represión durante la posguerra y el exilio republicano español. Es un hombre que pone el foco en las mujeres, en su lucha a lo largo del tiempo contra el intrínseco machismo social y se une a su bando con los hechos y la tinta como armas, como refleja en su último libro, titulado 'Mujer, República, Guerra Civil y represión en Cantabria'.
Le llevó mucho tiempo recopilar información para escribir 'Mujer, República, Guerra Civil y represión en Cantabria. ¿Cómo fue el proceso de creación?
Se puede decir que es el trabajo de una vida, con largos intervalos dedicados a otras publicaciones. La recogida de informaciones se remonta a los años 70, todavía difíciles, y durante todo este tiempo he venido alimentando un banco de datos que recientemente me ha permitido ordenarlo y seleccionar todo lo referente al tema específico. Para su finalización ha sido fundamental el poder consultar algunas obras aparecidas en los últimos años, como son los trabajos casi exhaustivos de Fernando Obregón Goyarrola y Jesús Gutiérrez Flores, así como las aportaciones de Miguel Ángel Solla, Antonio Ontañón y José Manuel Puente, así como las ayudas prestadas por algunos colaboradores espontáneos. En la actualidad me encuentro trabajando en la redacción del segundo volumen, dedicado específicamente al papel de las mujeres en el exilio republicano, y espero que salga a la luz a finales del presente año.
¿Por qué se decidió a escribir sobre este tema?
Teníamos una deuda pendiente con el examen y valoración de los sufrimientos que las mujeres hubieron de pasar durante los tiempos difíciles de la Guerra Civil y la represión consiguiente que el franquismo desató sobre los vencidos. Era necesario visibilizar su participación con nombres apellidos e incluso imágenes de sus rostros.
¿Qué conclusiones extrae el lector de este último trabajo de investigación?
Mis intenciones a la hora de escribir este libro consistían en, además de lo ya dicho de visibilizar el papel de las mujeres en esa etapa de nuestra historia, contemplar desde el lado del género más débil un conflicto tan dramático como el que la generación anterior a la mía vivió y, si se quiere, todos fuimos partícipes o, por lo menos, herederos. Si los lectores y las lectoras han podido apreciarlo y valorarlo, creo que los objetivos están cumplidos. Si a partir de ahora se estudia esa época de una manera distinta y más complementaria, me daré por satisfecho.
¿En qué circunstancias se encontraban las mujeres cántabras durante la Segunda República? ¿Y durante la Guerra Civil?
Suelo decir en mis intervenciones públicas que el 14 de abril de 1931, día de la proclamación de la República en España, supuso el comienzo de la mayoría de edad para las mujeres de nuestro país, como había venido siendo en otros muchos de nuestro entorno y en lugares aún más lejanos. Se redactó una nueva Constitución y, entre otros muchos factores positivos, se igualó el papel del hombre y la mujer a la hora de participar en la vida pública a través del establecimiento del voto femenino. Este hecho, aparentemente tan nimio contemplado desde una perspectiva rutinaria, supuso una auténtica revolución en nuestra sociedad. Tanto es así que una de las primeras cuestiones que quedaron abolidas, incluso antes del triunfo del franquismo, fue este derecho conseguido, y que hasta el año 1977 no ha podido recuperarse, después de la muerte del dictador.
Esta circunstancia, unida a otras complementarias, hizo que las mujeres, sobre todo las de la generación coetánea, pusieran su atención en la participación política y en la demanda de sus derechos. Fue muy poco tiempo el que se les dio para ello, apenas cinco años, pero la Guerra Civil, desencadenada por la sublevación militar de 1936, significó un despertar para muchas mujeres de nuestro país, que vivieron esa lucha como la defensa de los intereses que les eran propios, tanto para ellas como para sus familias.
A pesar de que se haya avanzado mucho por la igualdad de género, ¿era la sociedad mucho más dura con el sector femenino en las etapas que narra el libro? ¿Por qué?
Evidentemente se ha avanzado mucho en derechos, no solo para las mujeres, porque la sociedad tenía unas normas y unas costumbres mucho más duras y hasta crueles por lo discriminatorias con las minorías. Y más allá de las minorías: no hay que olvidar que las mujeres eran, y son, más de la mitad de la población. Pero con las libertades conseguidas hay que estar vigilantes para que no se pierdan, porque siempre hay sectores de la población que tratan de acabar con ellas.
¿Qué características comparte la represión durante la Guerra Civil y la represión actual hacia las mujeres?
Principalmente, la socieconómica. Hoy, lo mismo que ayer, el paro femenino, la desigualdad en los salarios, las pensiones de miseria, la ausencia de medidas sociales que ayuden a las mujeres -y a los hombres- a compatibilizar su trabajo con las atenciones derivadas del hogar y la familia, y muchas otras cosas situadas en su entorno que dificultan el disfrute de los derechos obtenidos a través de la Constitución. Y, por supuesto, la violencia de género.
Usted, como hombre, ¿corrobora la existencia de una sociedad heteropatriarcal? ¿Se considera usted feminista?
Sí, me considero un feminista con las limitaciones de pertenecer a un género que sigue obstaculizando el desarrollo del otro. Como también obstaculiza con su falta de medidas la madurez de los jóvenes y las atenciones debidas a los ancianos y personas dependientes, o el buen trato a los animales y, en general, a la naturaleza. Desde luego, en muchos casos concretos nuestra sociedad no ha evolucionado tanto desde la patriarcal que representaba Pereda en el siglo XIX.
¿Podría analizar el panorama actual en el que se encuentran las mujeres? ¿Cuál es, según su opinión, el mayor problema al que se enfrentan?
Creo que antes lo he dicho: sin economía no existe independencia. Ese es el mayor problema de las mujeres en nuestra sociedad, la falta de autosuficiencia económica que les permita elegir libremente. Y, por lo tanto, la falta de una representatividad política capaz de canalizar las demandas para cumplir ese objetivo. Se ha pretendido cubrir esa ausencia mediante el establecimiento de la paridad, pero la realidad es que los partidos políticos están en manos de los hombres y no de los hombres y las mujeres, y éstas figuran en las listas como una graciosa concesión de sus compañeros masculinos. No son mujeres-florero, pero en la gran mayoría de los casos se le parecen mucho: sobre todo cuando, en palabras de alguna de ellas, tienen que “hacerse la rubia”, lo que supone una manera de prostituirse en el terreno ideológico. Y luego está el camino hacia el ascenso, hacerse notar, dejarse querer: el modelo elegido por ellas es el modelo dominante, el modelo masculino. Con lo cual nos encontramos unas mujeres-varón, en el sentido más lamentable del término.
¿Qué solución propondría para conseguir una sociedad más justa e igualitaria?
No tengo la solución, ni tampoco creo en varitas mágicas. Pero sí la sensación de que cualquier adelanto genera a la vez un retroceso, por lo cual hay que contemplar todas las medidas desde una perspectiva más profunda y más global. Hay que desterrar el concepto tan establecido desde la noche de los tiempos de que hay personas de primera y otras de tercera, que si son buenas y obedientes pueden ascender a segunda. Y desde luego, tomar la voz del cantor cuando decía: “Y es que naide escupa sangre, pa que otros vivan mejor”.