“La pena de muerte nunca es disuasoria, allí donde se aplica no baja el índice de criminalidad”

Se llamaba realmente Georg Welzel, pero se hacía pasar por Heinz Ches; era oriundo de la antigua RDA pero se hacía pasar por polaco. Sin embargo, y a diferencia de esta duplicidad en vida, su muerte fue única y sin sombra de duda: Welzel/Ches fue ejecutado en Tarragona a garrote vil por la Justicia militar del dictador Francisco Franco.
Raúl Riebenbauer (Valencia, 1969) tenía cinco años de edad cuando Georg Welzel fue ejecutado, el mismo día que el anarquista catalán Salvador Puig Antich. Periodista, escritor y director de documentales, Riebenbauer dedicó 10 años de su vida a descubrir quién era aquel preso común que se sentó en el patíbulo de la cárcel de Tarragona ante tan terrible instrumento de muerte como el garrote vil. Tal fue el impacto de su investigación que desde entonces ha dedicado su vida a investigar casos de desaparecidos.
El libro resultante de su investigación, 'El silencio de Georg', se publicó en 2005 y este año ha visto la luz una edición revisada y ampliada que ha publicado la editorial cántabra La Vorágine. Raúl Riebenbauer ha participado hace unos días en la presentación del libro, junto a la hermana de Salvador Puig Antich, Carme Puig, y fue en el transcurso del acto en donde reconoció que la mayor conclusión que sacó de aquel caso ha sido la inutilidad de la pena de muerte:
“Si algo me ha cambiado la investigación es la percepción de la pena de muerte como algo contra lo que siempre hay que luchar. Los defensores de la pena de muerte dicen que reduce la criminalidad, pero no es cierto: la pena de muerte nunca es disuasoria, allí donde se aplica no baja el índice de criminalidad”, defendió.
La historia delictiva de Welzel/Chas tuvo su punto final con el asesinato de un guardia civil en Hospitalet del Infante (Tarragona) y el intento de asesinato de otro, acusación que nunca reconoció, en el puerto de Barcelona. Un 19 de diciembre de 1972, en un bar de un camping disparó con una escopeta robada al guardia civil Antonio Torralbo. Al día siguiente fue detenido en su huida en la estación de tren de Tarragona, aportando la identidad falsa de Heinz Ches. Fue condenado a muerte en 1973 por un consejo de guerra militar que le imputó también el intento de asesinato del otro agente. Heinz ingresaba en la prisión de Tarragona y fue ajusticiado un 2 de marzo de 1974, el mismo día que en Barcelona era ajusticiado por el mismo método Salvador Puig Antich.

El 2 de marzo es una fecha que ha perseguido a Raúl Riebenbauer como una obsesión: “Un 2 de marzo de 1995 cuando ya había empezado la investigación esperaba encontrarme con el sacerdote que pasó las últimas horas con aquel hombre. Un 2 de marzo de 2003 esperaba para encontrarme con los hermanos de ese hombre para contarles el destino de su hermano. Es una fecha de la que no me puedo librar. Siempre será el día del recuerdo de una venganza hecha por el Estado en nombre de la supuesta justicia. No era un Estado cualquiera: era el Estado de Franco y sus secuaces y la Justicia no tenía los códigos que ahora compartimos. Afortunadamente no está la pena de muerte entre nosotros”, asegura.
El encuentro que relata entre las dos familias de los ajusticiados se produjo en Valencia. Hasta entonces la familia de Georg Welzel no conocía el destino que tuvo. Sin embargo, la familia alemana de Welzel, dentro de las dramáticas circunstancias del encuentro, respiró aliviada por esclarecer el pasado, ya que lo había dado por desaparecido durante muchos años. “Fue el encuentro de las familias de dos personas sobre cuyas vidas se había decidido para castigar, para demostrar que se tenía el poder, para decirle a la sociedad que lo mismo se mataba a un preso común que a un preso político para vengar el asesinato de Carrero Blanco”, comenta el investigador, quien fue testigo de la reunión.
La investigación de lo sucedido comenzó en 1995 y se prolongó diez años. Fue una investigación que encontró múltiples obstáculos, desde la negativa del estamento militar a abrir sus archivos hasta el ocultamiento durante un año del expediente de Welzel por el Departament de Justícia de la Generalitat de Catalunya tras el permiso concedido para examinarlo por el juez de Vigilancia Penitenciar. “Al abrir el expediente estaba todo tapado con celos opacos”, comenta al respecto el periodista, tras lo cual añade: “Fue un proceso complejo en lo personal, en lo económico, con vivencias muy duras y una necesidad de luchar por acceder a la documentación judicial del caso. Esta historia me agarró como un cepo. Creía, en 1995, que un periodista que ejercía al derecho de la información podía acceder a los documentos, pero no, al parecer era imposible. Es lo que me dijeron los militares en distintas escalas y eso me atrapó, porque soy muy cabezón”.
“Una bestia humana”
Durante la investigación tuvo ocasión de entrevistar a uno de los 19 ministros de Franco que se sentó a la mesa del Consejo que decidió las ejecuciones. “Fue un encuentro muy amable, pero dijo algo tremendamente revelador: 'Yo aquello lo vi bastante claro. Había una decisión clara de ejecutar a Salvador Puig Antich. Al otro se le presentó como una bestia humana. En su caso no había ninguna duda. Parece obvio que la condena de Puig Antich era mejor no presentarla sola. Era mejor que hubiera dos. Por eso se arregló, para que fueran juntas al Consejo de Ministros”.
El indulto era una prerrogativa del jefe del Estado, que en este caso no se utilizó. Riebenbauer continúa relatando el encuentro con el exministro, cuyo nombre no ha querido revelar. “A Ches, un polaco o alemán, creo, nos lo presentaron como una persona que sobrepasaba todos los perfiles criminales por su bestialidad y su indiferencia. Nos buscaron de forma expresa dos justiciables en lugar de uno por la significación que tenía Puig Antich”, le dijo.
Como telón de fondo estaba el reciente atentado de ETA que costó la vida al almirante Carrero Blanco, algo a lo que el régimen quería contestar con los ajusticiamientos, según cree el investigador y la familia de Puig Antich. Abogados, militares, testigos, un ministro franquista, los hermanos del ejecutado o sus hijos aparecen por las páginas de un libro en las que los informes de la Stasi (Policía política de la Alemania Oriental), el sumario del tribunal militar o los documentos originales de las investigaciones policiales constituyen un mosaico apasionante y representativo de la justicia que se impartía en la España de 1974.
“Es parte de la historia más oscura de nuestra historia reciente”, concluye Riebenbauer, quien ultima un documental sobre Georg Welzel y aún mantiene incógnitas sobre lo ocurrido: “Una de las respuestas que no he encontrado en la investigación es saber quién decidió y por qué utilizar el garrote vil en vez de fusilar. No había habido una ejecución a garrote vil en España desde 1966”.
0