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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Confluir desde un sofá

Paco Gómez Nadal

¿Nos decimos unas cuantas verdades? Pues venga, al jaelo: somos lo que somos y –de momento- no hay más que rascar. Da igual el nombre de huracán o tifón que nos pongamos, es indiferente el discurso plagado de espacios comunes que elijamos, no importa si llevamos coleta, somos calvos o usamos rastas, importa un pimiento si elegimos el formato asamblea o el de partida de mus… La realidad, la triste realidad, es que esta es una sociedad adormecida, indolente, individualista, encantada de haberse conocido, feliz de vivir en el desconocimiento, incapaz de re-conocer a los otros, dispuesta siempre a hacer la revolución desde el sofá, a votar gracias a una aplicación con barba y de código abierto, a delegar su responsabilidad en uno o varios líderes más o menos mesiánicos, a mentar la madre de todo dios en el bar, a callarse sin rubor cuando toca hablar, una sociedad que se moviliza cuando tocan su sueldo, sus vacaciones o su pensión, una sociedad que una vez resuelto lo suyo vuelve a su mullida huella del mueble de origen sueco en el que los buenos ciudadanos sublimamos nuestra potencial e impotente emancipación… Somos lo que somos. Y somos alucinantemente cómodas.

Pues ya está. Una vez hecha la terapia de grupo en esta columna puedo hilar un poco más fino (que de análisis generalistas ya está lleno el pie de la barra del bar del barrio). En estos días muchas ciudadanas y ciudadanos andan decepcionados. Se 'escucha' más a los cibercabreados. Estos que en la mañana, antes de planificar las vacaciones de Navidad, hacen diagnósticos entre apocalípticos e iluminados en las redes sociales. Andan decepcionados, decía yo, por la famosa y repetitiva incapacidad de la izquierda de confluir (la palabra de moda desde que la de unidad comenzó a apestar a fracaso). Les parece fatal que Podemos o que Izquierda Unida sean las reinas de la fiesta de la derrota y ponen a caldo a toda aquella persona que se le haya ocurrido intentar “confluir” y haber fracasado en el intento.

Tienen razón. Lo de la izquierda (esa que ya no existe en ese tablero con atasco en el centro) es de estudio clínico. Pero responde a una historia de acoso, fragmentación, persecución, mala prensa y afición por la marginalidad y, ante todo, es el reflejo de una sociedad conservadora, desmovilizada e indolente.

Podría ahora comenzar a desarrollar toda la explicación histórica de por qué vivimos en este estado de cosas, podría analizar las trampas sociales de la educación obligatoria, desvelar las mentiras en las que crecemos y los sueños que nos alimentan para convencernos de que somos dueños de un futuro que (mala noticia) nunca llegará. Pero todos ustedes son mayores y leídos. Bueno, y esto es una columna, no un tratado de historia crítica. Lo que sí creo que merece la pena es dejar de seguir alimentando el mito urbano de que la sociedad cántabra, o la canaria, o la madrileña, o la vasca, es progresista, quiere un cambio estructural y no soporta más las injusticias y las imposiciones de esta democracia de ficción.

No es así. A las mayorías les importa un rábano que se haya aprobado todo un entramado legal para coartar unas libertades que, por cierto, no tenían pensado ejercer; para las mayorías de este país el TTIP podría ser la nave donde pasan la ITV; la reforma laboral ya es pretérito pluscuamperfecto; y la Sanidad no es un derecho sino la 'graciosa' concesión de esta monarquía parlamentaria que ya nos gusta porque es joven y bien portada. Somos lo que somos. Y somos lamentablemente silenciosos. Nos quitan los trabajos, nos reducen los salarios, nos roban los bancos, nos roban los partidos a los que votamos, nos humillan en los programas de empleo, nos tratan como imbéciles en los medios de comunicación del sistema… y nada se mueve: ni tan siquiera el contenedor del barrio atestado porque la empresa concesionaria ya no pasa todos los días a recoger la montaña de plástico que consumimos mientras quede un euro para gastar.

La cosa es así y, lo más probable, es que en este periodo de “paz social” llamado democracia, siempre haya sido así. No escribo esto para desanimar a nadie, sino animar al realismo movilizador. Para saber que toda confluencia, todo cambio, todo esfuerzo de ser personas responsables y activas, será cocinado a fuego lento o no será. Que no hay atajos ni fórmulas mágicas, como tampoco hay partidos iluminados (a pesar de Pablo e Íñigo), ni partidos con más derechos que otros (a pesar de Cayo y Alberto), ni lifting político que aguante una administración del PSOE, ni silencio gallego que salve a la banda de Mariano.

Somos como somos y para ser diferentes nos tocará mojarnos. Mojarnos de verdad, trabajar, disentir, renunciar, volver a empezar… Somos los ancestros de nuestros hijos y si queremos ser recordados y recordadas con dignidad, tocará levantar el culo del sofá para encontrarnos en las calles, en los espacios de debate, en las asambleas o en la cola del paro con otros seres que también quieren dejar de ser lo que son para generar un lento movimiento tan viral como un buen 'meme' y tan persistente como el gen humano de la rebeldía. Nos encontramos por esos lares.

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