Acaba de hacerse público que la CIA ha espiado durante décadas a la intelectualidad francesa y me he imaginado al cariacontecido funcionario-tipo de la agencia, con los auriculares puestos durante años, intentando desentrañar oscuros mensajes semejantes a psicofonías.
Tomémoslo con sentido del humor, que es algo muy necesario siempre, e imaginemos el reparto de escuchas en los maitines de la mañana. Imaginemos al aguerrido huno natural de Kansas y criado con montañas de tetrabrik brincando de alegría por haberle tocado en el reparto a Sartre; o al no menos aguerrido funcionario de Winsconsin que vuelve a su urbanización de las afueras con una guía de París y una foto de Foucault; imaginemos también al carioacontecido muchachote, lívido aún por la noticia, que recibe el más sentido pésame de sus compañeros por tenerle que seguir los pasos a Deleuze y Guattari.
Es dura la profesión de escuchador. Y nada reconocida, por más que su utilidad esté demostrada y en el futuro nos depare grandes satisfacciones. De la misma manera que el sindicalismo y el socialismo español es cosa de tipógrafos y se alimentó entre cajones de chibaletes, la nueva hermenéutica surgirá cuando se desclasifiquen los informes de esta tribu de cotillas. ¿Cómo interpretarán los devaneos intelectuales de Francia? ¿Habrán conseguido descifrar 'Diferencia y repetición' arrojando nueva luz, abriendo nuevas sendas al pensamiento filosófico? ¿O más bien se tratarán de chismorreos de alcoba?
Una frase en apariencia tan sencilla como “Tengo que comprar el pan” puede abrir nuevos cauces de expresividad. Dejarse olvidado un bolso o las llaves del coche, bajar a la farmacia a por un remedio contra la resaca, puede haber generado toneladas de interpretaciones epistemológicas de las que no tenemos aún noticia. Algo tan fútil como un recibo impagado se ramificó cual rizoma hasta los cuarteles del KGB en Lubianka y tuvo un papel decisivo en la Primavera de Praga.
La ventaja de ser español es que solo nos espía la compañía del gas, que gentilmente nos avisa que nuestra llamada está siendo grabada por nuestra seguridad. No se espía al intelectual español porque no dé de sí como un francés, sino porque no plantea problemas y es un exhibicionista nato: lo cuenta todo motu proprio. También hay que tener en cuenta que el agente-escuchador cañí está sólidamente formado y que cuando oye “Vaya castaña que agarré anoche” no necesita tirar de diccionario porque capta a la primera lo que se quiere decir.
La guerra fría cultural que se desató en Europa en el siglo XX fue real. La CIA dedicó ingentes cantidades de dinero a financiar propaganda para contrarrestar la influencia ideológica de la izquierda con resultados sorprendentes. Ahora les sale gratis. Son los propios intelectuales los que con entusiasmo expanden el nuevo mainstream imperial y sacan a pastar la lengua en tertulias televisivas y redes sociales, armando el discurso de los amos, poniendo el envoltorio a la explotación laboral, promoviendo la autocensura y dándolo todo en la barricada departamental del campus. Salvo excepciones. El futuro siempre está en la excepción.
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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
