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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

74.817.414

Hodges

Javier Fernández Rubio

Ya nadie escribe cartas en papel. Nadie, excepto los bancos, las administraciones y las compañías de seguros, por lo que puede decirse que si existen buzones en los portales es gracias a ellos. Han sido expropiados.

Por lo general, una carta en el buzón es sinónimo de malas noticias, aunque en ocasiones le alegran a uno el día. Tienen esos detalles. Esto me ocurrió a mí hace un mes, en que el banco me comunicaba que la compañía de mi seguro de vida me comunicaba que el Consorcio de Compensación me comunicaba que la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones me comunicaba haber ampliado los supuestos susceptibles de ser indemnizables en caso de deceso, a saber:

“Se amplía la cobertura al sustituir el concepto 'meteorito' por 'cuerpos siderales y aerolitos'”.

Me quedé de piedra, nunca mejor dicho. Una rápida consulta en mi smartphone del concepto 'aerolito y cuerpo sideral' me despejó dos dudas, a saber:

a/ No, mi estrella de cine favorita no puede ser considerada 'cuerpo sideral'.

b/ Sí, un aerolito es un fragmento desprendido de un cometa. En otras palabras, una estrella fugaz (no cinematográfica).

Estos detalles poéticos del Consorcio me conmueven en lo mas hondo. Rápidamente subí a casa y comuniqué el feliz acontecimiento, lo que fue recibido por la familia con dicha y alborozo, sobre todo por mi futura viuda, por lo que decidimos irnos a cenar todos para celebrarlo.

Hacía una noche estrellada al salir del restaurante y comentamos si aquella lucecita del fondo era Sirio o el pirulí de Peña Cabarga. Estábamos de buen humor y dedicamos una oración de agradecimiento al Consorcio, pero no hubo manos entrelazadas y pude observar que todos a mi alrededor se mantenían a dos pasos de distancia.

Al día siguiente, la serie de hechos insólitos y acontecimientos extraños en que se ha convertido mi vida empezó a desplegarse en todo su esplendor. En el autobús, es fácilmente comprobable cómo todo el pasaje se apelotona al fondo en mi presencia y hasta el conductor parece tener más prisa de la habitual. En el cine, toda la fila es para mí, lo que es de agradecer a la gente que prefiere ver el film sentada en el pasillo. También es de agradecer que te cuelen en la panadería o te atiendan diligentemente en el banco por más que uno sea el último de la fila.

No es que haya sido muy popular en mi vida. Realmente no soy nada popular, por lo que no entiendo tanta consideración y no dejo de preguntarme si el Consorcio ha mandado una carta similar a todos los asegurados o 'sólo' a mí. Obviamente, tan digna institución no tiene tiempo para estas tribulaciones, así que en una rápida encuesta que hice en mi entorno, constaté fehacientemente dos cosas, a saber:

a/ Nadie más había recibido una carta parecida.

b/ Nadie conoce la diferencia entre un meteorito y un aerolito y/o cuerpo sideral.

Un rápido muestreo en internet me hizo ver que la ciencia actuarial, la que calcula riesgos, etc., etc., falla menos que la meteorología, lo cual no tiene mucho mérito, la verdad sea dicha. También descubrí la sorprendente tendencia de los meteoritos por caerle encima a los monjes. En 1667, por ejemplo, un monje murió desangrado en un monasterio de Milán cuando fue alcanzado en el muslo por un meteorito. Y cito:

“Los demás monjes del convento de Santa María se apresuraron hasta el que había sido golpeado, tanto por curiosidad como por lástima [...]. Todos ellos examinaron el cuerpo cuidadosamente para descubrir los efectos más secretos y decisivos del choque que había recibido; encontraron que había ocurrido en uno de sus muslos, donde percibieron una herida ennegrecida por la gangrena o por la acción del fuego. Impulsados por la curiosidad, agrandaron la apertura para examinar su interior; vieron que había penetrado el hueso, y les sorprendió mucho encontrar en el fondo de la herida la piedra redonda que la había provocado, y que había matado al monje de una manera igual de terrible e inesperada.”

Pero es que en Cremona, en 1511, a otro monje le pasó algo parecido, llevándose de camino también a varios pájaros y una oveja. Por no hablar de la señora Ann Hodges, de Alabama (EEUU), a la cual un meteorito atravesó el tejado de su casa y rebotó contra su radio de madera, dejándole de recuerdo un feo cardenal en el costado. Por no hablar de la familia Ellerslie, de Nueva Zelanda, a la cual un pepino sideral de 1,3 kilogramos de peso atravesó el tejado de su casa para ir a alojarse en el sofá, en donde no había nadie en ese momento. No era tonto, el meteorito.

Los cálculos dicen que hay una probabilidad entre 74.817.414 de que a uno le caiga un meteorito encima (no valen restos de satélite ni basura espacial). Puede decirse que éste es el número de la mala suerte, como hay números de la Fortuna o del demonio. A 20 kilómetros por segundo como en Tunguska o Cheliabinsk, un bólido celeste es como un ingenio nuclear en manos de Trump o Kim Jong-un y deja un rastro de 80 millones de árboles tronchados como cerillas. Por no dejar, no deja ni la ceniza del cigarillo si a uno le pilla fumando en el balcón. Vamos, que tiene más impacto que un tuit de Enrique Iglesias.

Así que, cansado ya de tanta zozobra y al borde de la neurosis, decidí escribir a mi compañía para darle traslado de las siguientes inquietudes, a saber:

a/ ¿Qué probabilidad hay de que un ganadero de Wyoming (EEUU) tenga noticia de la existencia de Cantabria (España, Europa) y de su gloriosa cabaña ganadera y que, otrosí, ni corto ni perezoso, acuda en persona en día de mercado al Ferial de Torrelavega y, otrosí, adquiera, mediante tratu consuetudinariamente establecido, una recua de 60 vacas tudancas y que, otrosí, fletado un avión de carga en el aeropuerto de Parayas, la compuerta de la aeronave se abra en pleno vuelo y, otrosí, uno de los bóvidos tenga la mala fortuna de caer con una aceleración de 9,806 m/ cada segundo, para, otrosí, impactar sobre la cabeza de un transeúnte que se dirija a las 07.30 a.m. a su trabajo en Santander, sin ser por ello el bóvido considerado meteorito y/o aerolito?

b/ ¿Qué probabilidad hay de que el próximo Gobierno de la nación y/o cualquier otro gobierno autonómico y/o local en España no tenga entre sus miembros a una persona que no esté incursa en procesos por corrupción y/o sea narcisista y/o no le diga la verdad ni al médico?

c/ Establecidas ambas probabilidades, ¿cuál de ellas es la más probablemente improbable?

Con la satisfacción de estar fundiendo en esos momentos un montón de servidores en Singapur me fui a la cama. Cuál no sería mi sorpresa cuando no me había quitado el calcetín aún y un ruidito en el smartphone me anunciaba la entrada de un correo electrónico. Era la compañía. Un escueto comunicado, decía:

La respuesta a c/ es b/

Deseando la pronta irrupción de las Perseidas, me fui a dormir.

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