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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Loving the alien

Mariano Rajoy durante sus vacaciones estivales en Galicia. |

Javier Fernández Rubio

Si bajara al planeta Tierra un alienígena, diera con sus huesos (en caso de que los tenga) en el salón de casa y solo tuviera un mando a distancia para relacionarse con el exterior, a la media hora concluiría que el principal problema de los españoles es la falta de gobierno, seguido, por este orden, de la renovación de la línea media de cualquier equipo de la Premier y/o la ubicación exacta del pokémon de turno.

Media hora después, resolvería que la falta de gobierno se reduce a que nadie quiere comerse el marrón de hacer a Mariano Rajoy presidente, que el fútbol está plagado de supuestos proxenetas, defraudadores y clubes que sacralizan con impunidad la barbarie y que es bastante difícil alimentarse cazando pokémons porque no hay manera de hincarles el diente ni de meterlos en la olla.

A la hora, nuestro querido alienígena, que ya se ha encariñado con la familia y entabla animada conversación con su miembro más inteligente (el gato), contactaría telepáticamente con la nave nodriza para preparar la retirada, dado que el planeta en el que ha caído, el nuestro, no tiene futuro siquiera como estercolero de la galaxia.

Pero si nuestro visitante hubiera tirado al cubo de la basura el mando a distancia y hubiera salido a la calle, descubriría en carne propia dos cosas, a saber: uno: es difícil ser diferente y que no te linchen; y dos: los terrícolas pueden vivir perfectamente sin gobierno, futbolistas ni 'pokemongous'.

Él tiene la fortuna de poder elegir y marcharse a otro planeta a la búsqueda de vida (más) inteligente, pero nosotros carecemos de platillo volante y, por mucho que se apriete el acelerador del utilitario, es difícil encontrar algo distinto de lo que dejamos en casa. La vieja profecía del tiempo cíclico y el espacio continuo en íntima comunión con aquel se ha cumplido. Todo es esto y nosotros somos los otros. Qué desolación.

El CIS, ese organismo encuestador que siempre trabaja en la dirección del que manda, acaba de hacer público el último barómetro y la lectura del 'establishment' mediático es unánime: los españoles están preocupados por la falta de gobierno. Pero no es así. Es cierto que se ha elevado el índice de preocupación en este apartado con respecto al anterior estudio demoscópico, pero el resultado se encuentra a años luz de los epígrafes más preocupantes de ese catálogo de Ikea de las desgracias que es el barómetro del CIS. Si no me creen, aquí lo tienen:

El paro es diez veces (75,6%) más preocupante que la falta de gobierno (6,4%).

La corrupción y el fraude (43,3%) son siete veces más preocupantes que la falta de gobierno.

Y lo más surrealista de todo: Los políticos en general, los partidos políticos y la política (19,4%) son tres veces más preocupantes que la falta de gobierno.

Ergo, los españoles temen a sus políticos más que al cólera.

Ergo, a los españoles no les preocupa 'mucho' la falta de gobierno.

Ergo, a los españoles les preocupa más que haya gobierno y los políticos estén ocupados con nosotros.

Ergo, sin gobierno se vive de maravilla.

Salvo para los políticos, los bancos, las multinacionales, los periódicos, los corruptos, la troika comunitaria y los pensionistas, las idas y vueltas de los partidos dejándose la piel (es un decir) en las negociaciones por un nuevo gobierno se han convertido en un 'reality show' intrascendente de citas a ciegas. Los espectadores-electores asistimos al espectáculo, entre perplejos y divertidos, satisfechos de tener todas las noches carne humana con la que alimentar nuestra hambre de vilezas y cotilleo.

Así que vayamos con paso firme y sin titubeo a unas terceras elecciones. ¿Por qué no? Y a unas cuartas y a unas quintas… Pasemos los próximos años disfrutando de la fiesta de la democracia cada seis meses y reservemos nuestras energías para vivir, que ese sí que es un trabajo de verdad que nos ocupa todo el tiempo.

Pensémoslo. Un nuevo gobierno, sea cual sea, lo primero que va a hacer será subir los impuestos. El argumentario está listo y las promesas electorales se las lleva el viento. Luego aplicará recortes, volverán a martirizarnos con todo el cariño del mundo y harto dolor de su corazón. Tampoco faltarán argumentos: los alienígenas que han tomado el poder en Bruselas se lo exigirán dentro de su plan maquiavélico para destruir la paz en Europa y reducirnos a la condición de amebas. Y, de paso, como propina, nos deleitarán durante cuatro años con una amplia y cotidiana relación de pequeñas y grandes sevicias, ese ejercicio de sadismo, de maltrato cotidiano, consistente en apiolar en la persona que le quiere a uno y luego exigirle perdón y comprensión. ¿Para cuándo un teléfono de urgencias ante el maltrato del Estado?

De elección en elección, la clase política acabará desnortada, como en 'El ángel exterminador de Buñuel' en donde los comensales quieren salir de la habitación en que están recluidos, pero ninguno de ellos lo consigue; o como en 'El discreto encanto de la burguesía', ídem de lo ídem: los comensales no pueden sentarse a cenar porque siempre alguien o algo los interrumpe.

De elección en elección, el Estado implosionará y acabará alcanzándose el viejo ideal anarquista de la autogestión. Ciudadanos relacionándose con ciudadanos, libres de maltrato y alejados de la ética protestante y 'neocon' del beneficio. De la utopía a la distopía, y vuelta.

Moraleja: Tenemos que amar al alienígena que llevamos dentro.

Douglas Adams, en 1979, escribió la 'Guía del autoestopista intergaláctico', una novela de ciencia ficción, la primera de una serie, en donde su protagonista pone pies en polvorosa cuando se entera de que la Tierra va a ser demolida para abrir paso a una autopista galáctica. Se la recomiendo. Es divertida a la par que instructiva. Nunca se sabe si acabaremos siendo como el alienígena que teníamos sentado en el sofá, pero en otro lugar, sobre el sofá de otro. Así que tratemos con cariño a los extraterrestres que encontremos extraviados y vayamos ejercitando la falange, la falangina y la falangeta. Hacer dedo es un ejercicio muy saludable y todos, tarde o temprano, acabaremos siendo autoestopistas o polizones en una nave de la flota Vogona.

¿Quién le iba a decir a Douglas Adams que acababa de escribir nuestra autobiografía?

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