Serán los inhibidores de frecuencia, esos que los servicios de seguridad utilizan alrededor de los políticos… O serán los iPad esos gratis que les regalan, que igual emiten ondas perversas que atrofian el sentido del oído… También pueden ser los pinchos de tortilla de las cafeterías subvencionadas en las que desayunan… o la exposición frecuente a los micrófonos de periodistas. Yo no sé qué será pero la política quizá produzca sordera o algún tipo de extraña alteración de la escucha. No encuentro otra explicación.
José Ramón Blanco, hasta hace dos días –como quien dice- era un tipo normal: un autónomo que hacía joyería y que un día salió a una plaza a gritar “que no nos representan”. Vamos, como un montón de gente. Él se lo creyó y después empezó a gritar que “ni un desahucio más”, hasta que la cabalidad de la “segunda transición” y el pinche “momento histórico” –este que lo justifica casi todo sin hacer historia- lo hicieron entrar en política para “no ser como los políticos tradicionales”. Pues, ¡ale! El maldito inhibidor de frecuencia o la tortilla de patatas se le han atragantado y ya no escucha, aunque parece que sí traga. “Que a mí no me mueve nadie del cargo excepto las masas a las que escucho atentamente y no me dicen nada”. Así se podría resumir la actitud del secretario general de Podemos en Cantabria que, una vez perdida la confianza de la inmensa mayoría de dirigentes de su formación, va a esperar a que la militancia no militante se organice y lo eche. La otra opción es que su jefe supremo le pida que se vaya, pero la exposición de Pablo a los micrófonos es de tal intensidad que me parece imposible que aún escuche los pedidos del consejo ciudadano autonómico que ya no parece tan ciudadano ni tan autónomo.
No es Blanco el único afectado por la sordera política. Miren si no al “visitante” del fin de semana. A dos anchoas por banda, viento en popa y a toda vela, Pedro Sánchez le hizo el spot del mes a La Pirula y aseguró que ha “escuchado” a los votantes que le han susurrado: “Pedro, tú eres el cambio, nosotros votamos para que tú seas presidente y para que nos saques del marasmo”. Curiosa sordera que debe ser la misma de la que sufre el presidente de plasma, el que ha escuchado a los mismos votantes que, en este caso, le gritan: “¡Vamos, Mariano! ¡A por la gran coalición! ¡Eshhpaña necesita eshhtabilidad!”.
Sordo está también el senador Miguel Ángel González Vega, quien considera una formalidad ser ofrecido como rehén temporal en el intercambio de estampitas entre los partidos que se disputan la verdad. O sordo el alcalde de Santander que escucha transparencia donde otros demuestran chapuzas…
O todos los mencionados nos toman el pelo, o los votantes nos hacemos entender mal, o va a ser verdad mi hipótesis de que algo tienen las credenciales que les entregan a los electos que hacen ensordecer a los que algún día tuvieron oídos.
La realidad, si pudieran percibir sus sonidos, es que Blanco, tenga razones o no para sentirse orgulloso de su trabajo, debe dimitir por respeto a los propios órganos que él coordina; que a Pedro Sánchez sus electores le han regañado en las urnas y están en estado de shock ante el canibalismo público de su partido; que a Mariano ya sólo lo aguanta Celia Villalobos y uno de los conserjes de La Moncloa; que Miguel Ángel González Vega es un tránsfuga con permiso temporal para aprender catalán en sus ratos íntimos, y que necesitamos urgentemente a José Luis Cuerda para que dirija la secuela de 'Amanece que no es poco'… porque los eshhpañoles, si tenemos alguna oportunidad de reconocernos, es en el surrealismo dirigido por el cabo Gutiérrez y no en la sapiencia del Don Gregorio de 'La Lengua de las Mariposas'.
La política quizá, no sé, produzca sordera… lo que es seguro es que genera alergia.
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