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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Sonámbulo

Sonámbulo. |

Marcos Díez

El sueño a veces se confunde con la realidad hasta el punto de que el cuerpo (sumido en la inconsciencia pero no del todo inconsciente) abandona el modo “off” y se pone en modo “on”. El cuerpo de uno se entrega entonces a esa extraña voluntad y comienza a moverse, habla, dice cosas, responde a preguntas, se pone en pie, se viste. Hay algo desasosegante en todos los sonámbulos. Y el sonámbulo, al despertar, puede sentir algo parecido a la vergüenza, quizá por esa sensación de que uno ha perdido el control de sus actos: es como si el cuerpo y el pensamiento propios actuasen obedeciendo a un extraño. Y luego, claro, están esas cosas un tanto ridículas (vistas desde fuera del sueño) que uno hace y dice.

He sufrido, ocasionalmente, leves períodos de sonambulismo, he dicho (entre otras cosas): “hay una trampa bajo la almohada, no muevas la cabeza; ¿has oído eso?; no entres en la cueva, va a subir la marea; ten cuidado, detectan el movimiento”. Y me he levantado de la cama algunas veces (tres o cuatro que yo recuerde). En una ocasión, siendo niño, entré a la habitación de mis padres y pregunté por la caña de pescar. Muchos años después, siendo adulto, me levanté, me vestí y cuando estaba saliendo de la habitación y me preguntaron qué es lo que estaba haciendo respondí: “hay que cerrar la puerta del garaje, no se vayan a escapar los cerdos”.

A veces un sonámbulo asume riesgos. Una vez me tiré de la cama justo cuando estaba a punto, en mis sueños, de colisionar con un camión. Nunca he ido más lejos, al menos que yo sepa. En 2005 una joven británica de 15 años salió de su casa sonámbula, se encaramó a una grúa de la construcción de 40 metros y se quedó acurrucada y dormida en lo alto del contrapeso de cemento. Tardaron dos horas en rescatarla los servicios de emergencia de Londres.

A poco que uno pregunte por ahí hallará múltiples ejemplos. Un amigo mío se levantó sonámbulo, entró al salón en el que estaban sus padres y se puso a orinar directamente en el televisor. Cosas de la inconsciencia, supongo. El marido de una amiga sueña muchas veces que están en peligro (arde la casa o se encogen las paredes de la habitación) y él, que tiene una inconsciencia muy caballerosa, la coge en brazos de cuando en cuando tratando de rescatarla.

Conozco a personas con terrores nocturnos que gritan hasta quedarse afónicas en medio de la noche. Y conozco a personas que comparten lecho con personas que sufren terrores nocturnos que han estado a punto de morir de un infarto al ser despertadas por el aullido desgarrador de un sonámbulo que dormía a su lado. Es misterioso el mundo de los sueños. Y tiene algo de inquietante. Hay personas que estando dormidas comen, pintan o mantienen relaciones sexuales sin llegar a despertarse.

Y no es por acojonar (ni por dar ideas) pero existe el sonambulismo homicida. El caso más famoso es el de Kenneth Parks, un joven de 23 años que condujo varios kilómetros para acabar matando a su suegra. Ocurrió en 1987 en Canadá. Después de un año fue encontrado inocente debido a su largo historial sonambulista. Ni siquiera fue ingresado en un psiquiátrico ya que el sonambulismo no es jurídicamente considerado como un trastorno mental. Un detalle importante: otros sonambulistas homicidas fueron condenados. Culpables o inocentes la pregunta es ¿quién se atreverá a dormir a su lado?

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