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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Violencia machista, sin blanquear

25 de noviembre, Día contra la violencia machista.

Patricia Manrique

¿Recuerdan la polémica propuesta de Ciudadanos sobre la violencia de género? En su habitual vacuidad disfrazada de ecuanimidad, señalaban que querían acabar “con la asimetría penal” de la Ley de Violencia de Género, lo que significa no entender nada de la violencia que así se denomina. No diga violencia de género, diga violencia machista o patriarcal, se lo recomiendo: se ahorrará debates estériles, sobre todo con quien no quiere entender. Es inequívoco e inclusivo.

Estas semanas he tenido el placer de dar algunas charlas en institutos por la campaña en torno al 25N, el Día contra la violencia… machista —un 44% de las denuncias en Cantabria en 2016 fue de menores de edad— y he comprobado hasta qué punto el blanqueo del lenguaje es capaz de cargarse todos los logros en el avance social. Y todo, sospecho, por seguir silenciando los feminismos, restándole importancia al movimiento social de más de 200 años, por no decir a una lucha de toda la historia, que nos ha traído al grado de conciencia en el que nos encontramos hoy, aunque quede tanto por hacer.

Resulta que los chicos y chicas se han hartado de oír hablar de “violencia de género” y saben más o menos a lo que apunta el género —la lectura sociocultural de la diferencia sexual anatómica: los roles asociados al sexo, vaya—, ergo, han interiorizado en demasiados casos que la violencia de género es la de un género a otro: da igual cuál. Súmale a eso que, como me acaban de decir ayer, tienen algún profe que les dice que el feminismo es la búsqueda de la superioridad de la mujer —este tipo de sandez me aburre casi tanto como me enerva— y a la ausencia de este movimiento social en el temario habitual, y resulta como sumatorio un mar de peligrosa confusión. Me parece este un buen motivo para dejar de utilizar la denominación blanqueada “violencia de género” si queremos luchar contra la lacra que se ha llevado por delante a 44 mujeres y 7 niños y niñas este año, más de 900 desde 2003.

¿Por qué “blanqueada”? Porque el concepto de violencia de género, que es el que preside la ley de 2004, fue, en cierta medida, otro de tantos modos de negacionismo respecto al movimiento feminista. ¿Por qué no utilizar “machista” o “patriarcal”? Porque, indudablemente, la tipificación académica de género suena más suave y, de paso, no señala con claridad al culpable —el patriarcado, el machismo—. Sólo quien sabe que el concepto de género es uno de los logros del feminismo para desnaturalizar el continuum patriarcal entre género, sexo y sexualidad puede entender claramente a lo que género apunta. Y, de aquellos barros estos lodos, aprovechando el tirón, encontramos como definición de violencia de género incluida en un libro de 3º de la ESO de la editorial Santillana en 2016: “Malos tratos físicos o psicológicos que sufre una persona por parte de personas del sexo opuesto [sic] que tratan de ejercer sobre ella algún tipo de abuso o violencia”.

Por eso, en mis charlas hablo de violencia machista o patriarcal, y me ahorro tener que responder al argumento —patriarcal, mayormente— de que la violencia es igual si va de hombres a mujeres o de mujeres a los hombres. No quiero que las niñas duden un instante si sus parejas las controlan o pegan y ellas, por reacción natural, se lo devuelven: no es lo mismo, ni de lejos, y otras violencias ya tienen tipificación en el Código Penal.

Por supuesto, explico que la violencia de este tipo que en su extremo cobra la forma de asesinato, de terrorismo machista, es sólo la punta del iceberg, que detrás de los golpes o de que haya una violación cada 8 horas hay toda una cultura patriarcal que hace que a ellas las tengan que acompañar por la noche y a ellos no, que a ellas les controlen el atuendo y la vida sexual y a ellos no, que las mujeres nos hagamos cargo de casi todos los cuidados de modo altruista y cobremos alrededor de un 15% menos, que obliga a las personas LGTBQ a vivir en un armario… Violencia machista es que te condenen desde que naces a vivir unos roles impuestos, y que, en definitiva, no te dejen ser persona, te obliguen a esa marca de clase sexual —de género—que implica ser “un hombre” y, sobre todo, “una mujer”, a saber, el ‘x’ dominado y explotado en la ecuación del poder patriarcal.

Como cuando una habla con adolescentes, no les puede ir con chorradas o te dejan de escuchar, tienes que decirles cosas que sirvan, por lo que me he preguntado una y otra vez: ¿Qué receta les puedo dar como respuesta a un problema tan complejo, al machismo? Mi respuesta es clara: feminismo, sin dudarlo, feminismo para ellas y también para ellos, el feminismo que a mí me ha hecho persona. Un feminismo que implica tanta libertad como equidad, que permite que podamos ser lo que queramos, y con el que proteger entre todos y todas nuestro derecho a vivir en plenitud sin que los estereotipos nos limiten.

Así que, para mí, la violencia contra la que luchamos y que rechazamos explícitamente el 25N es de género, sí, pero del género machista.

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