“Los profesionales sanitarios no piden ayuda salvo que estén en peligro de muerte”
El Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander es el más antiguo de España. Creado hace 90 años, este departamento que dirige el doctor Jesús Artal aglutina hoy el 80% de los recursos disponibles en la Comunidad Autónoma, así como la labor de investigación y docencia inherente a todo hospital universitario. Agotada la vigencia del Plan Regional de Salud Mental ya se empieza a pensar en el nuevo, en donde los profesionales, junto a Ordenación Sanitaria, se ocuparán de la parte técnica.
El impacto de la COVID en el servicio ha obligado a adaptarse y acometer programas nuevos pero, a futuro, introducirá cambios sustanciales. Se mantendrá lo que hay, que en casos como el programa de prevención de conductas suicidas tiene resultados sobresalientes, pero se avecina una profundización en la telepsiquiatría y un especial cuidado en la psicogeriatría. Ambas ya existían, pero el coronavirus ha enseñado a prestarles más atención.
¿Qué aportó el Servicio de Psiquiatría a la crisis sanitaria por la pandemia?
Los expertos más catastrofistas auguraban una ola de suicidios, incremento en necesidades en salud mental... De algunas cosas tenemos datos, sobre todo de cómo hemos intervenido en el apoyo a profesionales, pacientes y familiares.
¿Y qué dicen esos datos?
Equipos compuestos por psiquiatra, psicólogo clínico y enfermería recorrieron las plantas y han hecho una intervención muy intensiva. Tuvieron (de marzo a junio) 987 contactos con profesionales. Eran visitas breves a las plantas y a la UCI y al final repartimos 900 y pico dosis de apoyo emocional. Luego tuvimos un programa para todo el hospital, pero también para la red de Atención Primaria, en el que ofrecíamos apoyo psicológico por vía telefónica y por correo electrónico.
¿Qué grado de sufrimiento emocional han tenido los profesionales?
En la zona COVID del hospital, que fue creciendo y expandiéndose a medida que se añadían plantas de atención, con un personal que tenía que tener equipos especiales, ¿estas personas podían sufrir problemas emocionales? Sí. Estrés, cansancio, ansiedad. Cuando tuvimos más actividad con este programa de visitas fue en abril, con 800 'dosis'. Es lo que llamamos 'ventilación emocional'.
¿También hubo ayuda farmacológica?
No, porque esas intervenciones no llegaban a lo patológico. Otra cosa es que una persona tuviera un problema diagnosticable y estos grupos permitían acceder al circuito habitual de tratamiento si era necesario. Si alguien necesitaba una mayor atención se le prestó vía telefónica y con la mayor confidencialidad.
¿Cuántas personas han atendido al final?
En cuanto a los profesionales, 27. Parecen pocos, pero les hemos atendido bastantes veces, hasta 12 consultas en algunos casos. No fueron solo personas de la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos), sino también de otros servicios que temían contagiar a sus familias, por ejemplo.
¿A la hora de pedir ayuda, hay diferencias por sexo, edad...?
De las 27 peticiones, 25 fueron de mujeres, el 93%.
¿Cómo cabe interpretar esto?
Solo caben dos interpretaciones: o que las mujeres están más acostumbradas a pedir ayuda o que los hombres vehiculizan su angustia por otras vías, como consumo de pastillas o alcohol.
¿Y qué conclusiones han extraído?
Tenemos dos conclusiones. Los profesionales sanitarios no piden ayuda salvo que estén en peligro de muerte.
¿Siguen sin ponerse la vacuna de la gripe?
Creo que este año nos la vamos a poner todos (ríe). Pero para que un médico pida ayuda nos cuesta dios y ayuda. En Enfermería también cuesta, un poco menos que los médicos.
¿Y la otra conclusión?
Que la gente que lo hizo nos ha dicho que les ha parecido muy bien tanto la atención presencial como la no presencial y tenemos encuestas de satisfacción que así lo indican. Nos dicen que les gustaría contar con este programa si volviera a agravarse la pandemia y la sensación de sentirse respaldados, es decir, estar en primera línea atendiendo a los pacientes pero saber que hay alguien que se preocupa por ellos.
¿Qué otros cambios ha operado la COVID en el Servicio?
Nos hemos integrado más en el resto del hospital, potenciando la Psiquiatría de enlace con otras especialidades. Intentamos superar la idea de que la Psiquiatría va por libre. Esto nos está sirviendo para acercarnos a otras especialidades con un lenguaje más entendible. Y es algo que se reconoce. Ahora falta que nos den los recursos necesarios...
¿Y cuántos pacientes han recurrido a ustedes durante la primera fase de la pandemia?
Treinta y uno, entre pacientes y familiares. Pero hay que tener en cuenta que si una persona tiene COVID y tiene una depresión grave le atiende el equipo de Psiquiatría habitual, con un equipo que recorre las plantas a demanda. Estamos hablando de personas que no llegan a tener un problema psiquiátrico importante. En este caso también predominan las mujeres: 23, prácticamente el 75%. Todas estas personas ya han sido dadas de alta del programa o se han derivado a la red convencional. En cuanto a su valoración, nos han dado una puntuación alta, entre un 7 y un 8 sobre 10. Han valorado mucho la rapidez de respuesta. Nos comprometíamos a responder entre 24 y 48 horas y se ha cumplido.
¿La COVID ha sido atendida a costa de otras patologías?
En otras autonomías, como en Madrid, hubo un efecto devastador en los servicios de Psiquiatría. En nuestro caso, no hubo ninguna incidencia en la planta de agudos. Aquí lo único que hemos tenido es que muchas de las consultas han sido telefónicas y eso que en Psiquiatría tenemos experiencia en consultas por videoconferencia, como con los pacientes del penal de El Dueso. Hemos aprendido a establecer procesos que se puedan hacer a distancia y cuáles han de ser presenciales. Nuestros indicadores de consulta han ido bien, aunque es cierto que ha habido menos demanda.
¿Dónde fue el impacto, entonces?
El impacto fue durante dos o tres semanas en que, en previsión de necesidad de más camas, los pacientes que tenemos en Liencres fueron atendidos en Padre Menni, en donde estuvieron atendidos perfectamente. También afectó a algún tratamiento como son los electroshocks, que es un tratamiento necesario y habitual, y que se limitó porque el ritmo se ralentizaba por necesidad de pruebas previas (por COVID). El resto se ha mantenido con los mismos recursos porque los profesionales se han volcado, algunos han trabajado en sus horas libres o desde sus casas. No hemos mermado ningún servicio, aunque tampoco hemos tenido incremento de los ingresos hospitalarios ni en los meses malos ni en los posteriores.
Entonces, ¿no ha habido un incremento de demanda ni durante ni después?
Puede ser que las personas se preocuparan de otras cosas que consideraran más esenciales. En todo caso, hemos respondido sin mermar nuestros servicios.
¿Y van a parar?
No. Por ejemplo, el programa de atención a las residencias ha venido para quedarse. Antes de la pandemia, sabíamos que las personas mayores tienen más problemas para ser atendidas. Tienen muchas barreras, como las geográficas o de movilidad. Este programa pretende anular estas barreras. Los programas de telepsiquiatría, potenciar el programa de suicidio, la atención domiciliaria... Esto nos va a cambiar y espero que para bien. También habrá que mantener el programa de ayuda a los compañeros.
Entonces, al igual que en otros campos, la pandemia ha acelerado los procesos de comunicación no presencial, actividad en los domicilios...
Hay cosas que hemos puesto en marcha que se quedarán. No porque la pandemia vaya a durar toda la vida. Esperamos que el nuevo Plan de Salud Mental prevea las alternativas a la hospitalización convencional. Queremos más dispositivos sociales residenciales, programas que se impliquen más en la comunidad. En Psiquiatría nuestras máquinas son las personas, necesitamos personas, apoyadas en la tecnología.
Los programas de telepsiquiatría, potenciar el programa de suicidio, la atención domiciliaria... Esto nos va a cambiar y espero que para bien. También habrá que mantener el programa de ayuda a los compañeros
La directora general de Salud Pública, Paloma Navas, avisó de que lo peor de la COVID está por llegar, y que sería en Salud Mental...
Como parece que vamos a tener que convivir con la COVID durante mucho tiempo tendremos que compatibilizar su cuidado con la atención normal. Y ese es el problema de futuro. Pero a diferencia de lo que pasaba en marzo, las personas que están pendientes de operación habrá que operarlas, que a las personas que estaban en su casa tampoco les ha venido muy bien para sus enfermedades de base, su diabetes, su problema cardíaco... Cuando hay un problema agudo, si es corto hay capacidad de afrontarlo; si es suave y largo en el tiempo es también afrontable. El problema es cuando estamos ante algo agudo y prolongado en el tiempo. Es una ecuación que supera a cualquier sistema sanitario.
Pero ¿qué va a pasar?
Tenemos impresiones... Empezamos a ver menos consultas por tendencia suicida. Hemos hecho estudios y no ha habido más casos durante el confinamiento, comparado con cinco años atrás. No ha habido un incremento de consultas urgentes por conducta suicida. Estamos en contacto con el Instituto de Medicina Legal. Hemos comparado solo el tiempo de confinamiento y hemos comprobado que no ha habido más suicidios. En seis meses tendremos también datos de incidencia en personas con diabetes, con trasplante renal...
No ha habido un incremento de consultas urgentes por conducta suicida. Estamos en contacto con el Instituto de Medicina Legal. Hemos comparado solo el tiempo de confinamiento y hemos comprobado que no ha habido más suicidios
¿Qué recomendaciones puede hacerle a la población?
Tenemos decálogos para profesionales. Para la población en general recomendaría no pasar todo el día preocupado por la información. Hay que consumirla racionalmente. Eso genera en muchas personas una sensación de miedo. Segundo, cumplir las recomendaciones razonablemente que se hagan. Tercero, si estás preocupado, acude al centro sanitario, no lo dudes. Cuarto, si estás preocupado, cuéntalo. Contar libera. Quinto, vamos a utilizar el amor y el humor: vamos a interesarnos en las personas a las que importamos; y también hay que tener cierto optimismo. Otra cosa es qué pasa si nos pasa a nosotros, pero eso ya no es una preocupación, sino un problema de salud.
¿Y hasta qué punto cabe atribuir al programa de prevención de suicidios la baja tasa de Cantabria?
La OMS manda que haya programas de prevención de suicidio. Sin embargo, no se dedican recursos suficientes. Tenemos un equipo a tiempo parcial. Los profesionales se dedican a base de multiplicarse, 55 horas semanales en total de todos los profesionales: tres psiquiatras, una psicóloga clínica, un terapeuta y un enfermero. Pediríamos un equipo estable y regional. Hasta hace años teníamos un programa de primeros episodios psicóticos y se hizo regional, dotado con algún recurso. Entendemos que el siguiente esfuerzo, si de mí dependiera, sería en esto.
¿Pero es eficiente el programa?
El programa es eficiente. Hemos reducido la necesidad de ingreso por riesgo de suicidio a un 6% de los pacientes. En las demás áreas hay un 37% de ingresos. Falta algo intermedio, de intervención rápida, que ahorre la necesidad de hospitalización. Además, no solo es eficiente, sino que ahorra dinero. Disminuye la necesidad de ingreso, la presión asistencial sobre las unidades de Salud Mental, disminuye la ocupación en urgencias y además deja hueco en agudos para ingresar otras patologías. en cuanto a resultados, disminuye el riesgo de suicidio y la recurrencia y también la necesidad de ingreso en los 12 meses siguientes.
¿Cómo trabajan este área?
Garantizamos la primera cita del paciente en 24 horas o, si es hay fin de semana de por medio, 72 horas. Es un programa ambulatorio de alta intensidad, después de una primera tentativa o de tener idea de suicidarse. El primer año es el de mayor riesgo y dentro de ese año, el primer mes, el' mes de oro', lo mismo que en los infartos. Todos los datos dicen que hay una recurrencia en ese primer mes y se trata de que no la haya. La mitad de las personas que se han suicidado habían consultado el mes anterior e incluso la semana anterior, de modo que ese es el momento de actuar.
¿Dónde se sitúa la tasa de suicidio de Cantabria?
En España se suicidan al año unas 3.600 personas. En Cantabria se suicida una persona cada 10 días. La tasa por 100.000 habitantes en 2018 en España, según el INE, era 8,27. En Cantabria esa tasa está en 4,41, que es baja. Si la comparamos con las comunidades que nos rodean, te encuentras con Asturias tiene una de 11,29, que es el triple; el País Vasco, en torno al 8; Galicia, 11; Castilla y León ronda también el 8.
Permítame que insista, ¿la clave de esta baja tasa es el trabajo que están haciendo o hay otros factores como los culturales o económicos, por ejemplo?
Tenemos en marcha unas líneas de actuación potentes. La de prevención del suicidio es una de las más potentes, que es un programa que pretende dar respuesta a un tema muy serio. Aquí hemos dado esa respuesta, lo que coincide con datos como que Cantabria es una de las comunidades con menos tasa de suicidio por habitante y puede estar influyendo nuestro programa de prevención. Antes del programa la tendencia se mantenía o subía ligeramente. Casualmente o no, desde que está el programa, la tendencia es a mantenerse o a bajar. El suicidio es un fenómeno complejo y multifactorial. Nosotros observamos que desde 2013 había una tasa creciente. En 2017 es el primer momento en que podemos evaluar el programa de prevención y ese año la tasa era de 7,04 y se ha observado un descenso de más de dos puntos y ese dato se mantuvo en 2018. En valores absolutos, son 27 personas menos que han muerto de lo que se venía observando habitualmente. Si no hay ninguna otra cosa, algo habremos contribuido. No es una tendencia general: en resto de España las cifras se mantienen sin modificarse.
Son 27 personas menos que han muerto por suicidio de lo que se venía observando habitualmente. Si no hay ninguna otra cosa, algo habremos contribuido.
Para prevenir hace falta trabajar en educación, empleo... pero nosotros podemos actuar sobre las personas que lo han intentado o lo han dicho. No es tanto intervención primaria, sino secundaria, pero con intervención rápida. Es un campo en el que nos estamos especializando. Parece que lo estamos haciendo bien.
¿Cómo va a evolucionar este programa?
Es un programa clínico, con apoyo tecnológico. El móvil permite localizar y transmitir mensajes. Espero que antes de que acabe el año tengamos ya una aplicación, no generalizada, para el móvil. Una aplicación personalizada para cada caso concreto y así monitorizar intensivamente el riesgo de suicidio.
¿Qué otros programas destacan en el Servicio?
Otro programa importante es el de los primeros episodios de esquizofrenia, de psicosis. También tenemos un buen programa de trastorno de la conducta alimentaria y también estamos potenciando la psicogeriatría. Tenemos en la agenda más proyectos, pero la COVID nos ha cambiado las agendas, las prioridades. Hemos descubierto necesidades en la población, entre nuestros compañeros, y de alguna manera nuestra agenda, sin suspenderla del todo, nos obligó en marzo a poner en marcha programas sobre una pandemia tremenda, sobre una crisis sanitaria, económica y social.
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