“No hay política de cooperación por ignorancia, caciquismo y falta de voluntad”
La Coordinadora Cántabra de ONGD cerrará un ciclo este sábado. José Carlos Ceballos (Santander, 1980) abandonará la presidencia de este colectivo que agrupa a casi medio centenar de organizaciones sociales de la comunidad autónoma para continuar al frente de proyectos de ayuda al desarrollo en Palestina y ceder el testigo a nuevos protagonistas, después de seis años como cabeza visible. Sale por voluntad propia y con el deseo de que se produzca un relevo generacional que permita hacer un trasvase de experiencia y un 'traspaso de poderes' ordenado.
Su sustituto o sustituta saldrá de la votación que los miembros de esta plataforma realizarán este sábado, a partir de las 10.30 horas, en el Centro Cívico de la Calle Alta. Los candidatos son Aurelio Güemes, de Buscando Vivir, y Cristina Bandrés, de Oxfam Intermón. El pasado 28 de marzo se produjo un empate, motivo por el que José Carlos Ceballos sigue como presidente en funciones.
“Mi idea es seguir en Palestina, por lo menos, hasta el año que viene. Sigo siendo miembro de Asamblea de Cooperación por la Paz, seguiré colaborando con ellos, pero cambiaré de organización después de once años”, relata. Tampoco han sido sencillos sus años al frente de la Coordinadora, donde ha combinado momentos “realmente interesantes” con otros “muy complicados” en plena crisis. Durante la presente legislatura ha sido testigo 'privilegiado' del deterioro y del abandono radical de las políticas de cooperación.
“En Cantabria no hay política de cooperación internacional por ignorancia, caciquismo y falta de voluntad del Ejecutivo de Ignacio Diego”, lamenta. La secuencia de los hechos que relata arranca en 2009, cuando “comenzó todo a deteriorarse”. “En 2010 fue el año el último en el que el Gobierno de Cantabria sacó convocatoria de ayudas, en 2011 se celebraron las elecciones y se produjo el cambio de responsables, y ahí empieza la auténtica y absoluta debacle de la cooperación y de la relación de las instituciones con las organizaciones sociales”, confiesa.
De todas formas, valora “muy positivamente” la oportunidad de dirigir un colectivo que ahora se enfrenta a nuevos retos. “La Coordinadora ha conseguido un reconocimiento que no tenía y que se merece. Sigue siendo la plataforma de organizaciones sociales más grande de la comunidad autónoma. Es verdad que ahora están más paradas y que hace falta un relevo generacional, pero la gente sigue siendo muy voluntariosa”, cuenta.
En su balance incluye de forma muy destacada la puesta en marcha de la Casa de la Solidaridad, que vivió un final abrupto. “Su apertura y desarrollo fue un hito, pero también lo fue su cierre y clausura posterior. Empezó siendo un lugar 'clásico', pero queríamos ser un espacio público para la sociedad civil. Lo abrimos poco a poco y se convirtió en un referente”, explica. Allí se fundó la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, la Plataforma contra la Exclusión Sanitaria o la Plataforma Cantabria por lo Público y sin Recortes. “Siempre los disidentes”, bromea José Carlos Ceballos.
“La única condición que hubo es que no se podían hacer actos de partido, no se podía hacer política partidista… Lo que sí se podía hacer es política. Intervenir en busca de un cambio social es política con mayúsculas, algo que la ciudadanía tendría que hacer más a menudo. Ese fue uno de los motivos, al margen del recorte presupuestario, por el que se rescinde el contrato de la Casa de la Solidaridad”, subraya.
Sobre la situación de las organizaciones sociales en la comunidad autónoma insiste en que “hay que hacer un relevo generacional, como en la mayor parte de los ámbitos de decisión de Cantabria”. En este sentido, opina que los más veteranos tienen “menos capacidad de intervención o de dedicación” y los jóvenes con “ganas e impulso” no acaban de dar el salto definitivo.
“No creo que los jóvenes sean mejores por el hecho de serlo. Hay gente en Cantabria con muy buena voluntad, pero que no consigue pasar el testigo y transferir sus conocimientos. Cantabria y Santander son lugares muy pequeños y muy estereotipados, pero con personas muy preparadas y con un montón de ideas, con ganas de hacer cosas. Sin embargo, se ven limitadas porque el entorno no es propicio. No hay canales ni elementos de participación y las estructuras están muy anquilosadas. En Cantabria, hasta lo nuevo es viejo”, lamenta.
“Nos hemos acostumbrado a estar mal”
También evalúa durante la entrevista la forma en la que las distintas administraciones han querido lidiar con la crisis, y que ha provocado una respuesta “que antes no se daba”. “Han llegado a calificar de 'plataformitis' lo que no deja de ser participación de la ciudadanía en la vida social y pública”, razona. Relaciona esta reacción con el nacimiento del 15M, que llevó a mucha gente a interesarse por la política en sus diferentes fórmulas.
“Haces política en tu asociación de vecinos, en una organización social o en un sindicato, da igual. Cuando ejerces y defiendes tus derechos. Sin embargo, el problema del 15M es que si no se estructura de forma concreta esa respuesta, puede acabar mal. Cuando generas ilusión, tienes una responsabilidad en su gestión. Y la gente se desinfló bastante”, recuerda. Sin embargo, a su juicio, lo que sí propició es que ciertos colectivos se unieran ante la conclusión de que un “ataque colectivo” necesita una “respuesta colectiva”.
Surgió entonces la oportunidad de que organizaciones y colectivos que nunca lo habían trabajado juntos lo hicieran. Se vivió una fase de movilización ciudadana muy importante, que pudo llegar a ser exagerada, según apunta. “Ahora hace más de un año que estoy fuera de Santander y no tengo tan pillado el pulso de la ciudad, pero eso es algo muy difícil de sostener en el tiempo. La gente se acostumbra a la crisis y a la pérdida de derechos. Nos hemos acostumbrado a estar mal”.
Pese a todo, su discurso mezcla cierta resignación con mensajes mucho más optimistas: “Nos estamos quedando atrás en muchísimas cosas y nos acabamos viendo los mismos en los mismos sitios. Hay gente muy buena con otras ideas y otros lenguajes a los que les falta experiencia, y hay que hacer ese acompañamiento para que sigan creciendo”, concluye.