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Jóvenes formados, sin trabajo y sin expectativas ante la crisis: “Ya no barajo trabajar de lo mío, ahora mis opciones son la hostelería u opositar”

Un camarero recoge la terraza.

Blanca Sáinz

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Se denomina como 'generación perdida' a ese grupo de edad al que le 'pilló' la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión en la etapa académica y, posteriormente, laboral. A ellos les tocaron dos grandes crisis que les impidieron desarrollarse como debían y parece que ahora –salvando las distancias– los jóvenes siguen un camino parecido. Azotados por los años sucesivos a la crisis económica de 2008 e indignados con la situación que se les avecina tras la crisis sanitaria, están faltos de ilusión con un sistema que, en muchas ocasiones, ni siquiera les ha dado su primera oportunidad.

Los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) en el tercer trimestre son claros: en Cantabria, la tasa de desempleo en menores de 30 años alcanza el 30%, y en menores de 25 este dato llega al 40%. Y eso que el dato se ha recuperado ligeramente respecto al del segundo trimestre por tratarse de la época estival donde muchos jóvenes se ven obligados a trabajar en la hostelería para subsistir: “Ya no barajo trabajar de lo mío en la empresa privada, ahora mis opciones para el futuro son dos: o sigo trabajando en la hostelería intentando mejorar mi situación laboral o me saco una oposición de lo que he estudiado”, explica Saúl Mato.

Él tiene 28 años, tres ciclos formativos de grado superior (Química ambiental, Salud ambiental y Laboratorio de análisis y control de calidad) y un nivel B2 de inglés. Sin embargo, fuera de las prácticas curriculares solo ha podido trabajar en su campo “durante un verano y a media jornada”. Esto le llevó a trabajar en la hostelería como algo “pasajero”: “Me servía para introducirme en el mundo laboral, ganar algo de dinero y seguir buscando trabajo de lo mío cuando cerrase el hotel... De eso hace ya cinco años”, explica.

Pero no ha sido el único. Marta Sáiz tiene 24 años, es educadora social y desde que salió de la Universidad hace dos años el único trabajo que le ha permitido cubrir sus gastos también está relacionado con la hostelería. “Así que hace un año me puse a estudiar Trabajo Social por la Universidad Nacional de Educación a Distancia porque pienso que, quizá, seguir formándome me permitirá tener más oportunidades a la hora de acceder a un puesto de trabajo de lo mío”, indica.

Carlota Agudo, de 26 años, también piensa como Marta Sáiz y, por eso, pese a haber terminado ya el grado en Creación y Diseño por Bellas Artes, actualmente ha optado por estudiar otro grado de Programación de Videojuegos. Ella, en contra de la opinión de muchos, considera que “cada vez los jóvenes se preparan más”: “El problema llega cuando terminas tus estudios y no sabes ni por dónde empezar”, señala.

Los tres entrevistados se reconocen a ellos mismos como parte de esa generación a la que no se le termina de reconocer su esfuerzo: “Para nosotros va a ser más largo y tedioso forjar un futuro digno”, reconoce con cierta tristeza Carlota Agudo. Y es que ella también ha sufrido estar tres años como becaria mientras trabajaba en una tienda de camisetas alternativas “para intentar sobrevivir”. Finalmente, tras la primera ola perdió su trabajo y tuvo que volver a casa de sus padres, por lo que tras haberlo intentado durante meses reconoce que en este momento es “casi imposible” conseguir una entrevista.

No obstante, algo que al menos a Saúl Mato y a Marta Sáiz se les pasa por la cabeza es la opción de sacarse una plaza de empleo público por verlo la opción “más factible y estable”. “Es muy triste que la empresa privada solo ofrezca trabajos precarios muy mal remunerados... Siempre oímos hablar de que somos la generación más preparada de la historia, pero nadie habla de que probablemente también seamos a la que menos oportunidades de demostrarlo se nos ofrece”, sentencia Marta Sáiz.

Por el momento, y a dos años de estrenar la treintena, Saúl Mato no cree que vaya a poder independizarse próximamente, una situación que, reconoce, viven la mayoría de jóvenes de su entorno, aunque su principal queja al concluir la entrevista es otra. “Probablemente el apartado 'experiencia requerida' es el que más nos desanima a la hora de buscar trabajo, creo que es un círculo vicioso que pocas empresas se atreven a romper”, concluye.

“La desmotivación es un sentimiento que tenemos todos los jóvenes –a nivel general– con respecto al mercado laboral. Ya existía antes del coronavirus, pero sí que es cierto que ahora es aún mayor”, enfatiza Marta Sáiz.

Carlota Agudo, por su parte, prefiere dedicar la última parte de su discurso a cómo algunas empresas “se aprovechan de la inexperiencia y siempre te piden más y más”: “A este paso, para cuando queramos estar al nivel nos tocará jubilarnos”, finaliza.

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