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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Si ladran, cabalguen

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Parece que, por fin, el Gobierno empieza a quitarse complejos. A gobernar sin tanto miedo a la jauría conservadora. A comportarse como un gobierno progresista. A hacer cosas por las que se le votaron. A tomar decisiones difíciles. A gobernar, vaya. Este martes aprobará los indultos pese al fuego de la Brunete política y mediática. La semana pasada se propuso volver a subir el salario mínimo contra las previsiones apocalípticas del Banco de España. Oh, sorpresa, ni el país se rompe ni las calles se incendian. 

Al contrario, hasta los empresarios y los curas respiran aliviados por Cataluña y los trabajadores sueñan con hacerlo si suben los sueldos. Cuando el Gobierno no sucumbe a la gesticulación de la ultraderecha ni la alimenta con sus dudas, cuando se mantiene firme en sus convicciones y sus decisiones, la gente agradece que se intenten arreglar los problemas y que la dejen tranquila. El caso de los indultos es un buen barómetro de cómo debería conducirse el Gobierno. Decían las derechas que iba a arder Troya, pero los que se han quemado han sido los de las antorchas. 

En una semana, toda la estrategia de Casado y Abascal contra la medida de gracia se ha venido abajo. El globo de Colón se pinchó como un balón de playa, la recogida de firmas acabó en recogida de cable, la empresa y la Iglesia catalanas celebraron que se desate el nudo, después se sumó hasta el jefe de los empresarios españoles y la moción del PP contra los indultos en el Congreso fue rechazada por 190 diputados. Ahora no es sólo el Gobierno, son los representantes de la mayoría del país los que aprueban el perdón a los presos catalanistas. Casado sigue erre que erre porque cuando coge una linde no la suelta, pero da más pena que sus notas de carrera. 

La conclusión es crystal clear, que decía el otro. Cuando la izquierda intenta contentar a la derecha, no contenta a nadie, decepciona a sus votantes y abandona a las mayorías. La carcundia es una minoría muy ruidosa porque tiene los medios centralistas de su parte, infiltrados en las tertulias y las redes infectadas de mamporreros a sueldo. Pero no representan a la mayor parte del país que, recordémoslo, votó el Parlamento más plural y al Gobierno más progresista de la democracia. No hay que dar ni un paso atrás frente a quienes quieren hacer retroceder al país. Todo lo contrario, hay que avanzar para dejarlos atrás. 

Lo que tiene que hacer el Gobierno es mucho más de lo que ha hecho. Decían que ahora que acaba la pandemia empieza de veras la legislatura: pues que se note, que recuperen el tiempo perdido. Que cumplan sus promesas. Acaben con la reforma laboral y las leyes mordaza, regulen el precio de los alquileres, solucionen el problema de la vivienda y la precariedad, hagan llegar el ingreso mínimo vital a quienes no lo están recibiendo, obliguen a bajar el precio de la luz. 

Han hecho la ley Celáa, la ley de transición energética, la subida del SMI o el control de la publicidad del juego, pero son todas reformas tímidas. Podrían ser más audaces. El mismo coraje que han demostrado con los indultos, deberían demostrarlo frente al oligopolio de las eléctricas que PSOE y PP privatizaron. Se puede intervenir el mercado energético y el mercado urbanístico como intervienen en el mercado laboral para subir el salario mínimo. Si quieren, pueden. Si ladran, cabalguen. No se plieguen ante los de arriba ni se replieguen ante las derechas. Gobiernen para la gente. Para eso les han votado. 

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