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El hombre que buscaba en el lenguaje el sentido de la realidad

Andrés García Cerdán

José Iván Suárez

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Quizá alguna nota aún blinca por las viñas. Puede que algún acorde de los ochenta todavía zarandea a las cepas. Quién sabe el peso de la música en la forja de una juventud. La de Andrés transcurrió en estas tierras de frontera y parra. Entre los doce y los trece años le ocurrieron dos cosas que marcarían su destino para siempre. Escribió su primer poema y tuvo su primera guitarra.

Antes de aquellas epifanías de pólvora, Andrés vino al mundo en Fuenteálamo o tal vez eso solo es una formalidad en su carnet de identidad. Escribe: “Lo repites haciendo que se claven / los guitarrazos – es septiembre / de 1972 / en alguna ciudad de América del Norte - / en todo lo alto del cielo negro / que te acoge como a un hijo pródigo”. Este puñado de versos son algunos de los dólares que contiene su “Grunge”. Una antología de poemas, editada por Reino de Cordelia, donde se reúnen poemas sobre la música escritos entre 1997 y 2022.

“¿Qué pasa, Dani?”, saluda el poeta. “Nos haría falta un tractorista como tú”, Le propone Dani. Y el autor de más de quince libros le responde: “Yo soy más bien de vendimiar, yo me tiro a la tierra”. Aquí en el pueblo es Andrés. Más allá de estas calles, también es doctor en Literatura por la Universidad de Murcia y profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha. Y sobre todo es poeta, premiado y reconocido en lo raquítico y ancho de esta patria ermitaña. Sus credenciales son títulos como “Barbarie”, “La sangre”, “Puntos de no retorno” o “Carmina”. Poemarios a los que ahora también se añade “Químicamente puro”, de reciente aparición en Pre-Textos tras ganar el Premio Francisco Brines. Elogios que, sin embargo, se quedan cortos si este redactor le confiesa que en una discreta encuesta entre sus compañeros albaceteños de versos fue el seleccionado como el mejor.

Hemos venido a Fuenteálamo para que nuestros lectores le conozcan. Antes de escucharle, volvemos a leer: “El día – acuérdate – no es una promesa / si un cuervo bebe miel en tus palabras”. En este tiempo equivocado de otoño, la poesía de Andrés García Cerdán suena con la contundencia de su guitarra, una Gibson Firebird que, en su ajuar diario, comparte oxígeno con libros y tabaco. Fuma y le interrogamos por el pasado. Queremos saber cómo llegó hasta hoy. Dice que leyendo “Alfanhuí” de Sánchez Ferlosio sintió un chispazo al ver que el protagonista se llama Andrés García.

Por aquel entonces compuso su primer poema tras pasar una tarde con su abuelo y los galgos por los montes del pueblo. “En verdad, empecé a escribir más cuando me fui a Alcantarilla, con 14 años”, rememora. Su padre, tractorista, tuvo que emigrar “a buscarse la vida porque aquí las condiciones eran miserables”, cuenta Andrés y sonriendo recuerda también que su abuela tenía de todo en el corral; gallinas, cerdos, cabras, gatos, perros. Aquella infancia de los ochenta en un pueblo. Calle, juegos y salvajadas varias de las que, a veces, el poeta huía escapándose a la biblioteca.

Las mujeres de su casa leían y también su abuelo. Ginés fue un hombre emprendedor que escribió sus poemas. “Aunque muy discreto, nunca publicó nada”, explica el nieto. La literatura estaba ya por ahí, bien cerca. De adolescente, se ríe García Cerdán, llegaron los poemas de la edad. Una prehistoria literaria que le hace sonreír. Porque ahora, algunas décadas después, sabe que al chispazo poético le debe seguir una disciplina terrenal. “Nunca he estado un mes sin escribir”, cuenta su modo de trabajar y continúa: “No es una escritura compulsiva, más bien puntual o fragmentaria. He dejado de forma natural que venga lo que tenga que venir, pero escribo con cierta frecuencia”. Andrés García Cerdán no deja meses que el poema fermente, en cuatro o cinco días lo tiene hecho. Vino nuevo que arde cuando riega las conciencias. Otro verso incluido en su “Grunge” dice tal cual: “Todo es música aquí. / El infierno está lleno de vinilos”.

De Shakespeare a Janis Joplin

En esta antología igual te encuentras a Shakespeare que a Janis Joplin, lo mismo te topas con Amy Winehouse que con Nietzsche. Este libro, es “Pura electricidad. Pura magia. Por lo demás, todos estos años han ocupado un lugar muy especial bajo los focos Bob Dylan, Antonio Vega y Kurt Cobain. Con ellos siempre fue fácil vender el mundo, saltar el tren en marcha, luchar con gigantes”, presenta el autor en las primeras páginas.

Estos versos surgen de la experiencia con la música: de sentirla en conciertos, de escucharla con el walkman o de tocarla en algunos de las bandas que ha tenido a lo largo de la vida. El primer grupo ensayaba en el dormitorio de la casa de los abuelos “con la cama y con la palangana y la azofaina, una escoba era el pie de micro”, cuenta Andrés, vocalista y guitarra de The Rimbaud Company. Música y poesía van de la mano. Aunque para escribir prefiere el silencio. “Pero escribo en cualquier lado y de cualquier manera”, revela el creador. Puede pasar que venga del supermercado y suelte las bolsas para poner en el papel ese quiebro, ese guiño, ese algo que le lleva al poema. Y Andrés, como todo, lo prefiere sin conservantes.

“Que no sobre nada, que no haya obviedades, que tenga su música. Puede ser un arroyo escarpado o una meada en el suelo. Que no haya ninguna cosa que esté como postiza ahí. Si no sabes cómo solucionarlo, lo quitas. Es un proceso de depuración del lenguaje para llevarlo a su esencia, a su verdad”. Así debe ser la poesía para Andrés García Cerdán. Lo tiene claro y esta forma de ver el mundo y lo lírico lo traslada también a sus ensayos. Sobre espejos y literatura se basa el último trabajo, reconocido y de pronta aparición pública. “Lo he disfrutado como un enano, es mucho más personal que académico, igual te escribo de un peral de cien años que vi allí en Galicia que de una discoteca en Amsterdam”, así es el profesor. Nos lo cuenta como si estuviéramos echando una cerveza y así es.

Un intelectual rockero

Un intelectual rockero que recorre el país para dar conciertos o recitales. Un hombre que dice buscar en el lenguaje el sentido de la realidad. El organizador de uno de los festivales poéticos más potentes del panorama, Oh Poetry! Solamente un poeta que en un momento de su vida cambió el sentido de su escritura y se transformó. “Cayeron catedrales. El mundo fue vendido / como si no importara nada”, galopa otro de sus versos. A veces acaricia, otras veces suelta puñetazos. Pero siempre su poesía está escrita con responsabilidad. “Por respeto al propio poema, no se puede tratar de cualquier manera, ellos quieren decir algo y tú eres la intermediación para que el poema sea lo que tenga que ser”, insiste nuestro entrevistado. Tanto trabaja los libros que “media hora antes de entregar finalmente el manuscrito al editor estoy corrigiendo todavía, hasta el último momento”, confiesa.

Antes de acabar con el penúltimo trago, le cuestionamos por sus influencias primerizas: Celaya, Alberti, Valente, Gil de Biedma o Pedro Casariego Córdoba. Sobre las voces actuales más inspiradoras, la propuesta de cinco nombres se queda corta. Solo comentaremos que habla de ellas y ellos con admiración, como alguien que más de una docena de libros después necesita seguir asombrándose y disfrutando del paladeo de la palabra. Como tiene que ser. Y antes de terminar esta conversación, otra escena de la infancia. Algo que ni si quiera él recuerda. Pero la gran poeta Dionisia García fue vecina de Andrés García Cerdán, pared con pared. La autora siempre ha dicho que se acuerda del niño con un babi amarillo. Años después se reencontrarían en Murcia. Le invitó a su casa y fue una verdadera maestra, “de las de verdad, no in péctore, sino de las que ha ayudado con el ejemplo, con la forma de entender la poesía, porque es muy honesta, y muy pasional, al mismo tiempo”, dice Andrés.

García Cerdán está en el campo o en la ciudad, en redes sociales, en conciertos, en fonotecas de poemas, en antologías, en grandes editoriales. En Albacete o allá donde la amistad brinde con versos. Comenta que “como dice la canción, yo tengo amigos que nadie me presentó”. Es muy fácil encontrarlo. No decimos más. Que cuente él: “Si te fascina, léelo en mis venas. / Para ti sangran todavía”.

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