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Castilla La-Mancha se caracteriza por tener un número elevado de municipios con baja densidad de población, donde suelen escasear los servicios, equipamientos, recursos y actividades.
Son zonas rurales donde la población se ha visto envejecida debido a la baja natalidad y procesos migratorios, entre otros factores. El decrecimiento ha marcado la dinámica demográfica, por la caída significativa de los nacimientos y un elevado número de defunciones.
Dentro de lo que puede ser un escenario desolador abocado a la desaparición y relacionado con el concepto de pérdida, podemos destacar numerosas potencialidades que pueden hacer que se mantengan estas zonas y no solo eso, sino que las necesidades básicas de las personas que viven en ellas puedan ser cubiertas mejorando su calidad de vida.
Es aquí, donde toma especial importancia el trabajo social comunitario encargado de potenciar la participación activa y directa de la población para la consecución de su bienestar social. El ámbito rural puede ser un escenario idóneo para la puesta en marcha de actuaciones de desarrollo comunitario.
En este sentido una de las potencialidades de los pequeños municipios es que las distancias entre las personas y diferentes agentes sociales se acortan, tejiendo entre ellos redes sociales, de forma natural y espontánea. Todos/as se conocen, saben dónde viven, conocen la situación de su vecino/a… Es un entorno donde la individualización que caracteriza a la sociedad del siglo XXI se ha quedado estancada dando paso al apoyo colectivo.
No vamos a negar, que para que haya un desarrollo de estas zonas también son necesarios otro tipo de factores, como por ejemplo: mejoras de las redes de transporte, de la accesibilidad a los servicios públicos o a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, existencia de servicios básicos como son los relacionados con la sanidad y la educación. Y para conseguirlo, es necesaria una voluntad política que recoja en su agenda el desarrollo de las zonas rurales a través de la mejora y potenciación de infraestructuras y servicios.
Pero si no queremos que las zonas rurales desaparezcan porque no sean foco de atracción para nuevos/as vecinos/as y además que las personas que aún viven en ellas se tengan que marchar a buscar trabajo y mejores condiciones de vida, debemos aprovechar la oportunidad que los pueblos nos brindan para potenciar redes solidarias y hacer partícipe a la población de su propio desarrollo.
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