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Las opiniones vertidas en este espacio son responsabilidad de sus autores.

Evitar una desescalada sin protección social y laboral

Contraer COVID-19 en el trabajo es accidente laboral a todos los efectos

Paco de la Rosa

Secretario general de CCOO de Castilla-La Mancha —

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Desde todos los rincones políticos, sociales y también empresariales parece escucharse el mismo discurso “de esta crisis debemos salir todos juntos”. Sin embargo, las pretensiones son otras bien distintas si atendemos a ciertas declaraciones sobre rebajas salariales, congelación de la negociación colectiva, reducciones de jornada o despidos.

No vamos a negar que la situación actual y, sobre todo, la que se avecina es y será muy complicada. Miles de empresas tendrán serias dificultades para su continuidad, pero la solución nunca puede ser la precariedad salarial, laboral y social. La pobreza del estrato social más amplio, la clase trabajadora, no sé si rescatará tal vez a unos pocos, pero lo que está claro es que sumirá en una profunda crisis a un país como el nuestro.

El impacto laboral de la crisis de la COVID-19 ha obligado a poner en marcha importantes medidas de contención para evitar la destrucción masiva de empleo, como lo ha sido la iniciativa del Gobierno de establecer Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) por fuerza mayor con prestaciones a los trabajadores y trabajadoras y exenciones a las empresas, con limitaciones a los despidos. Una medida que para CCOO de Castilla-La Mancha es muy importante que sea útil, y que una vez concluido el estado de alarma los despidos no se multipliquen, que no se cumplan los presagios de los agoreros que anuncian un repunte del desempleo de más de diez puntos.

Salvar la economía, salvar el país, es salvarnos todos sin ninguna excepción. La supervivencia de cada uno depende de todos. Rescatemos empresas sí, ayudemos a las y los trabajadores autónomos también, pero ante todo no olvidemos a los millones de trabajadores y trabajadoras que son sin duda los que peor lo están pasando y lo van a pasar. No hay trabajadores sin empresa, ni empresa sin trabajadores, su supervivencia, la de ambos está y estará siempre condicionada a la del otro.

Por eso, no se entiende que desde la política siempre se nos hable con la misma deriva, sobre todo desde la derecha. Porque es evidente que “la persiana de este país” la levantamos entre todos y todas, no solo unos pocos. 

Antes de la crisis de la COVID-19 casi un tercio de la población se encontraba al borde de la pobreza o directamente sumida en ella, imaginar lo que se avecina no necesita de demasiados esfuerzos. Por ello, desde CCOO de Castilla-La Mancha seguimos haciendo hincapié en el diálogo social y el consenso para salir de esta crisis, implementando políticas en materia social y laboral, para atender la situación de quienes más lo necesitan, para proteger y fomentar el empleo.

En este país es necesario un Ingreso Mínimo Vital para paliar la tremenda situación económica de millones de familias que tienen menos recursos, que han perdido su empleo y no tienen ingresos, una situación que les hace estar más expuestas a la explotación laboral. No quiero pensar que ese pudiera ser el pensamiento de quien se opone a esta medida.

En el plano laboral son imprescindibles un conjunto de medidas que eviten el despido y fomenten el empleo, con ayudas a empresas, eso sí, siempre vinculadas al mantenimiento y fomento de los puestos de trabajo. La viabilidad de las empresas no puede garantizarse a costa de los salarios o de las condiciones laborales. Tampoco podemos obviar que ni todas las empresas son iguales ni sus condiciones son las mismas, habrá que discriminar cuáles realmente necesitan ayudas y cuáles pueden sobrevivir por sí mismas.

Es de agradecer al Gobierno actual que, casi por primera vez en mi registro de memoria, haya tenido un equilibrio real a la hora de legislar en materia laboral y voy a pedirle encarecidamente que siga haciéndolo.

Me produce hilaridad que se hable de ministros de CCOO en la sombra. Resulta curioso que en más de cuarenta años jamás se haya acuñado el término de ministros patronales en la sombra, sobre todo a la luz de las múltiples y muy dañinas Reformas Laborales.

Pensar también en los trabajadores y trabajadoras a la hora de legislar en materia laboral y también fiscal no es ser “comunista” es intentar ser equilibrado y que en esta salida de la crisis nadie se quede atrás. Además, que la filosofía comunista ni es mala en sí misma ni por supuesto demoniaca, -este país debe tener memoria para recordar cómo se conquistaron los derechos y las libertades-, como tampoco lo es ser marxista.

Ojala sus principios de equidad económica y social estuvieran más presentes en la economía mundial. Y por supuesto, que en absoluto es el reverso de la moneda del fascismo, me niego a permitir que se haga un totum revolutum a la población con ultraderecha y comunismo, nada que ver en tolerancia, derechos y libertades.

En el papel que la Constitución nos otorga y en el que nuestros principios nos obligan, Comisiones Obreras vamos a continuar exigiendo a todas las administraciones, -sean locales, autonómicas o estatales-, que la política mire y se centre también en los trabajadores y trabajadoras. Si algo nos ha enseñado este maldito virus es la importancia que tiene el trabajo y las personas trabajadoras. Sin su esfuerzo, aun estando en juego su salud y su vida por la exposición al contagio, nada hubiera sido posible. La sociedad tiene una deuda con el trabajo, cuando todo esto pase no debe caer en el olvido sino que debe ser recompensado como es debido.

También la crisis del coronavirus ha puesto en el centro el valor de los servicios públicos como pilares esenciales en un estado social y democrático de derecho, dejando patente que el capitalismo neoliberal ha vuelto a fracasar en pleno siglo XXI y que hay que solventar el grave agujero que el neoliberalismo ha generado en la sanidad pública. La ciudadanía, la mayoría social de este país, necesita unos servicios públicos fuertes, sólidos y de calidad, unos servicios esenciales que han de tener la condición de públicos y que jamás pueden ser concebidos como un negocio.

Sera impagable la deuda contraída con una generación que se nos ha ido con este virus, en ocasiones por falta de medios. Una generación que nos abrió el camino a la libertad desde la dictadura fascista, que sacó un país adelante, que emigró y hasta rescató a sus hijos y nietos de la anterior crisis de 2008. Esta generación que no ha tenido en demasiadas ocasiones ni siquiera la dignidad en el momento de su muerte por la nefasta gestión de un modelo que no se puede volver a repetir.

Nos encontramos en plena desescalada del confinamiento, de recuperación de la actividad económica y del empleo tras el parón provocado por la crisis de la COVID-19 un proceso en el que debe primar la seguridad y la salud de las personas, en el que las y los trabajadores se deben situar en el centro. Una desescalada en la que se ha de garantizar la protección social y laboral de quienes más lo necesitan para que la salida de esta crisis sea justa.

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