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Vivimos en la sociedad de consumo, de desmedido y compulsivo consumo en multitud de ocasiones. Donde el ocio, el descanso, el entretenimiento, la fiesta y la juerga no se conciben sin consumir lo que sea y donde sea. Hemos empezado a pensar como sociedad que tenemos derecho a estar en una fiesta de cumpleaños consumista perpetua. Pensamos que tenemos el derecho a utilizar el ocio como nos complazca más, porque de eso se trata, de consumir para lograr la satisfacción inmediata, consumo de objetos, de sustancias, de experiencias y también de personas. En ese gran mercado del consumo, las mujeres han pasado a formar parte de la fiesta del consumo, forman parte como objetos dentro del menú.
Consumir cuerpos de mujeres cosificándolas, de manera rápida, a precios de mercado y sin remordimientos es lo que se nos ofrece desde la regulación y desde la justificación del “ellas han elegido libremente”. Porque mientras mantengamos el foco en las mujeres en situación de prostitución y en su “libre elección” y no en el consumidor, en el putero, nos seguiremos situando a una distancia prudencial que evite cualquier conflicto por comprar mujeres y que nos servirá para justificar lo que en realidad es violencia y un atentado contra los derechos humanos desde la comodidad de la libre elección personal. Siendo ésta la postura más cómoda para que nada cambie y las mujeres sigan siendo una suculenta fuente de ingresos para el tándem capitalismo patriarcado.
Pero la prostitución deja de ser una opción individual cuando implica a todas las mujeres, a la visión que de nosotras tiene la sociedad, a la perpetuación de los roles por medio del sometimiento, de la violencia y de la continua disposición de nuestros cuerpos para ser consumidos, que cristaliza en ese “siempre puedes ser puta” tan escuchado. Deja de ser incluso una opción cuando la pobreza, la exclusión, la vulnerabilidad y los abusos marcan las historias de vida de esas mujeres que “eligen ejercer la prostitución”.
Resulta llamativo que en la Huelga 8M uno de los pilares centrales fuera la huelga de consumo, algo en lo que las organizaciones de mujeres, partidos, sindicatos y particulares estuvimos de acuerdo, que implicaba no comprar, o comprar lo mínimo imprescindible. Con ello estábamos buscando también reducir la carga de trabajos feminizados y, de paso, protestar contra el uso del cuerpo de la mujer como objeto y reclamo publicitarios.
Desde el 8M ¿hemos pasado a justificar la prostitución como profesión legalizable basándose como se basa en la compra/venta de los cuerpos? ¿Ya no nos resulta la prostitución una actividad feminizada?, ¿no son las mujeres en situación de prostitución utilizadas como reclamos publicitarios cuando hay ejemplos en cuñas publicitarias, rrss (redes sociales de la informática), e incluso en pasquines en los parabrisas de nuestros coches?
Parece que hemos asumido la imposibilidad de abolir, que no es lo mismo que prohibir, la prostitución y nos hemos tragado el argumento “del trabajo más antiguo del mundo” que tanto le gusta al sistema prostitucional que tan bien cuida de su lucrativo negocio amparando y cuidando a proxenetas y puteros, y llenando sus clubs, polígonos, calles y pisos de mercancía apta para ser consumida, sin importarle los cadáveres que deja por el camino.
La prostitución nunca será una elección individual y que concierne sólo a las mujeres que la “ejercen” porque forma parte de un violento entramado que capta, gestiona, organiza y distribuye mujeres según su conveniencia y no nos olvidemos, siempre en base a la demanda.
Nuestro objetivo como parte de la sociedad, como mujeres, como feministas y como izquierda transformadora tiene que centrarse en abolir esta esclavitud incompatible con la igualdad entre hombres y mujeres, en generar y trasladar a la sociedad la conciencia de que la demanda de prostitución es una forma de complicidad a favor de la explotación sexual de mujeres y niñas y que es obligado reforzar las políticas de igualdad para crear condiciones laborales y sociales que eviten que mujeres sin recursos y/o en situación de exclusión social puedan verse inmersas en situación de prostitución.
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