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GUADALAJARA

Un aeródromo republicano entre cultivos de la vega del Henares: “Puede tener el mismo interés que un castillo”

Pilotos en un aeródromo durante la guerra

Carmen Bachiller

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Durante la guerra civil española, el valle del río Henares entre Madrid y Barcelona fue un territorio fundamental, sobre todo durante los primeros meses de la contienda, en el objetivo de apropiarse de la mayor parte posible del territorio. 

Los arqueólogos Pablo Schnell Quiertant y Rafael Moreno García han abordado esta cuestión en sus investigaciones. Guadalajara, Sigüenza o Alcalá de Henares, “evidenciaron” el empeño por no ceder terreno y la provincia de Guadalajara quedó dividida en dos durante más de tres años en los años 30 del siglo XX.

La parte más conocida de la historia es la Batalla de Guadalajara. Alargó la guerra al quedar frustrado el intento de Franco de llegar a Madrid en una operación relámpago. Pero hay otras muchos aspectos de esta etapa que han pasado desapercibidos. Por ejemplo, la abundante presencia de aeródromos republicanos en esta provincia. 

Se construyeron para “contribuir a la defensa tanto del espacio aéreo de Madrid como del estratégico Corredor del Henares”, explican los investigadores. La mayoría estaban dotados con refugios antibombardeo que podían ser utilizados también como polvorín. En la actualidad muchos de sus restos están bajo extensos campos de cultivo. 

Uno de estos aeródromos es el que existió en Yunquera de Henares. Su importancia radicó en que estaba a menos de 30 kilómetros del frente nacional situado en la localidad de Montarrón y en dirección norte. Pertenecía a la 12 división republicana que defendía el frente desde Cantalojas hasta la N-II, la antigua carretera de Francia –hoy A2 Madrid-Barcelona– a la altura de Valdearenas.

Se sabe que este aeródromo tenía un mando y dos centinelas. Disponía de una casa para el personal con dos habitaciones, una para el oficial y otra para los subalternos. Todavía hoy sus muros siguen en pie en mitad de un campo de cultivo.

La Asociación Histórica Frente de Guadalajara (AHFREGU) ha accedido a planos, fotografías aéreas y otro tipo de documentos elaborados por el servicio de inteligencia franquista sobre este aeródromo republicano. Se conservan en el Archivo Histórico del Ejército del Aire y del Espacio con sede en Villaviciosa de Odón (Madrid).

En tiempo lluvioso el aeródromo no permitía el despegue de los aviones por las características del terreno. La tierra, decían los informes franquistas, “es muy blanda”. Los sublevados también sabían que tenía un polvorín y depósito de combustible. E incluso que en el pueblo podían alojarse entre 40 y 50 soldados “en el Palacio”. Se referían probablemente a lo que hoy es la sede del Ayuntamiento, el antiguo Palacio de los Mendoza.

También se sabe que había otras 22 camas para la tropa en una casa de dos plantas. Según Alfonso López Beltrán, miembro de AHFREGU, podría referirse a lo que en el municipio se conoce como ‘La Posada’, una casona hoy muy deteriorada a unos pasos de la iglesia. 

El aeródromo tenía también refugio antiaéreo con túneles actualmente impracticables. “Para conocer más detalles sería interesante realizar una excavación arqueológica con limpieza de los refugios y almacenes subterráneos”, señala López Beltrán que esta misma semana ha mantenido una reunión con el alcalde Lucas Castillo, en su objetivo de buscar datos y divulgar esta parte de la historia. “No descartamos incluso una exposición en el futuro”.

El caso es que la información es escasa y difusa. “El problema con este y con todos los aeródromos de Guadalajara es la falta de estudios concretos”, señala Pablo Schnell al recordar el inventario de fortificaciones de guerra “y poco más”, allá por 2005 gracias a unas ayudas de la Junta de Castilla-La Mancha, entre los que estaban los aeródromos de Yunquera, Zaorejas o Usanos, entre otros.

“Ni siquiera tenemos la certeza del número de aeródromos que podía haber en esta provincia. Sabemos de unos 12, pero es posible que hubiera más”. Y es, dice el arqueólogo, una falta de información que contrasta con la que sí existe en la provincia de Ciudad Real.

Había hasta cuatro tipos de aeródromos, además de aquellos que eran falsos para engañar al enemigo. En Yunquera de Henares era una instalación permanente donde la guarnición contaba con un teniente y 50 soldados. Los llamados aeródromos de socorro, como el de Maluque solamente tenían un guarda. 

Una de las razones para construirlos de forma masiva estaba en la necesidad de evitar agrupar unidades en el mismo lugar. “En 1937 los republicanos crearon el Arma de Aviación y lo reorganizaron todo. Era preferible tener dispersos los aviones en varios sitios con el fin de minimizar los daños y las destrucciones de aparatos en tierra, ya que la mayoría de los aeródromos carecían de defensa antiaérea”, explica Schnell, mientras que el bando franquista mantuvo la misma organización y los aviones estuvieron vinculados al Ejército de Tierra hasta después de la guerra. 

El hecho de que Yunquera de Henares contase con estación de ferrocarril durante la guerra civil fue “una ventaja” que convirtió a la población en el lugar idóneo para un aeródromo. “Los del bando franquista estaban lejos del frente, en concreto en Almazán, Soria y Barahona”, añade Alfonso López Beltrán.

Esta población llegó a tener incluso un segundo aeródromo en Maluque, una finca cercana a la localidad donde se construyó un ‘aeródromo de socorro’ para aterrizajes de emergencia. La zona fue fotografiada por la aviación de Hitler, un aliado para los franquistas en aquel momento. 

La Universidad de Castilla-La Mancha relata en su espacio dedicado a reconstruir la memoria de la época que fue algo “común” en los principales municipios de la retaguardia republicana “construir campos de aviación de los que salían aviones hacia los frentes más cercanos, para apoyar los ataques militares”.

Según el recuento del régimen franquista a los pocos meses de acabar la guerra, las poblaciones controladas por el bando sublevado sufrieron 1.200 bombardeos de la aviación republicana entre julio de 1936 y junio de 1937, que ocasionaron 1.088 muertos y 2.231 heridos.

Los datos oficiales que presentó el representante español de la República ante la Asamblea de la Sociedad de Naciones el 17 de septiembre de 1938 arrojaban unas cifras de unas 24.000 bombas sobre el territorio republicano que habían causado 7.000 muertos y 11.000 heridos no combatientes y destruido, total o parcialmente, 10.000 edificios. 

Los de Guadalajara son grandes desconocidos. En cambio, otros aeródromos ubicados en Castilla-La Mancha han sido documentados e incluso recopilados por la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM).

Hay que desprenderse del concepto de que es poco viejo a la hora de investigar el patrimonio de guerra. También hay que desterrar la parte ideológica. Puede tener el mismo interés que un castillo

Pablo Schnell Quiertant Arqueólogo

La Asociación Histórica Frente de Guadalajara lleva ya seis años trabajando en la investigación y, sobre todo, la divulgación del patrimonio material e inmaterial de la guerra civil en la provincia de Guadalajara. “Para muchos pueblos de la España Vaciada puede ser un activo para dinamizarlos”, apunta Alfonso López Beltrán.

Recientemente han realizado rutas con alumnos de los Institutos de Secundaria de la capital y de Alovera gracias a una subvención del Ministerio de Defensa en torno al proyecto ‘Descubriendo el patrimonio militar de Guadalajara’.

Pablo Schnell aboga por impulsar la investigación en torno a este tipo de restos arqueológicos. “Hay que desprenderse del concepto de que es poco viejo. También hay que desterrar la parte ideológica. Se trata de estudiar un patrimonio que puede tener el mismo interés que un castillo y la misma capacidad de transmitir información”. Se trata, añade, de documentar datos sobre el terreno más allá de las fuentes documentales. “¿Qué munición usaban? ¿Cómo se alimentaban? Ese tipo de información nos las dará la arqueología, los datos de los documentos son más teóricos. Hablamos de fuentes complementarias”.

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