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Así trabaja un equipo multidisciplinar para garantizar el derecho a jugar de los niños y niñas con discapacidad

Niño con juguete adaptado

Francisca Bravo Miranda

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Los interminables catálogos de juguetes que inundan los escaparates y las televisiones entre noviembre y enero todos los años no incluyen opciones para todo el sector infantil. Los niños y niñas que tienen alguna discapacidad tienen posibilidades “muy limitadas” y los juguetes pueden llegar a ser “extremadamente caros”.

“Esto puede llegar a ser segregador”, explica Daniel Durán, uno de los responsables del proyecto 'La Fábrica de Juguetes' que trabaja desde la campaña de las Navidades de 2022 en la adaptación de juguetes para menores que padecen enfermedades como la parálisis cerebral, el síndrome de Angelman o están dentro del espectro autista. Desde la empresa Irisbond señalan que “únicamente el 5% de los juguetes son aptos” para niños discapacitados y que además pueden llegar a tener un precio de hasta 5.000 euros.

Durán explica que el derecho al juego debe garantizarse, no solo por el disfrute y el entretenimiento que ofrece, sino porque es una parte fundamental del desarrollo óptimo en los aspectos cognitivo y social de los niños. “Al final, ocurre que no están viviendo en las mismas condiciones que los otros niños”, explica Durán.

La Fábrica de Juguetes, que trabaja bajo el lema 'Jugar es obligatorio', es un proyecto conjunto entre la Universidad de Castilla-La Mancha, la iniciativa Fábrica de la Palabra y la Fundación Orange, que está a cargo de la financiación. El objetivo es diseñar adaptaciones personalizadas para los juguetes que traen las familias, niños y niñas que solicitan el servicio. No importa cuál es el desafío que tenga el niño o la niña. “Queremos que todos tengan las mismas oportunidades que el resto”.

“Nuestra idea es que adapten cualquier juguete que vean en la tele, queremos romper las barreras que sufren incluso para jugar”, afirma Durán. El ejemplo más sencillo es el de aquellos juguetes, como la pista de coches que se ve en la foto principal de este artículo, que tienen botones muy pequeños y que pueden ser imposibles de utilizar para los niños que no cuenten con la motricidad fina o la precisión suficientes para jugar con un botón pequeñito.

La solución es sencilla: imprimir un botón más grande en 3D y conectarlo al juego en cuestión. “Este es el caso más estandarizado”, señala el ingeniero que trabaja en La Fábrica de la Palabra, un centro dedicado a la formación en comunicación aumentativa y alternativa. “Cualquier persona que presente un desafío motor, sensorial o sensitivo puede verse beneficiado del proyecto. Jugar es obligatorio”, resalta el experto.

Gracias a estos ajustes, los niños tienen la posibilidad de acceder a un abanico “tan amplio” de juguetes, como el resto de menores. El proceso es gratuito, así que las familias que ya se han visto beneficiadas, han pedido que se adapte más de un juguete. La Fundación Orange corre con los gastos.

Realmente, la repercusión que tiene este proyecto es incalculable

Daniel Durán Ingeniero

La primera edición del proyecto tuvo lugar en la campaña de Navidad del año pasado, y se adaptaron más de 450 juguetes. Además, Durán resalta que los beneficios han llegado “posiblemente” a unos mil niños, porque se han compartido los juguetes adaptados. “Realmente, la repercusión que tiene este proyecto es incalculable”, recalca Durán, que señala que la sociedad “no es consciente” de que existen estas barreras a la hora de comprar y vender juguetes. Este año, se ha solicitado la adaptación de unos 200 juguetes.

El proyecto tiene también en marcha dos acuerdos de colaboración con la Fundación 'Crecer jugando' y con la empresa de soluciones tecnológicas, Irisbond. En ambos casos, se impulsa la donación de juguetes para poder ampliar el catálogo adaptado. “El objetivo final es que todos los niños puedan escribir la carta a los Reyes magos, independiente de sus desafíos personales y tener acceso a cualquier juguete de cualquier empresa”, señala Durán.

“Resulta increíble que haya niños que todavía no puedan comprar juguetes”

Francisco Moya es el profesor titular de la Universidad de Castilla-La Mancha que participa en el proyecto, coordinando la creación de las adaptaciones, en conjunto con los 'Garage labs', impulsados por institutos que están coordinados por la Fundación Orange. Resalta que a partir de las adaptaciones “más sencillas” que comenzaron en 2023, ahora se trabaja en otras con metacrilato. “Hemos extendido el catálogo todo lo que hemos podido, en parte gracias también al software libre y las impresiones en 3D”, señala.

Moya resalta que existen juguetes “relativamente baratos” para adaptar, como pueden ser una ruleta, un pompero o cualquiera que cuente con un sistema de apagado y encendido. También trabajan en reconocimiento a través de la mirada, que no es lo “estándar”, pero de los que tienen también algún ejemplo. “Tenemos casos muy especiales, como el de una familia que quería que adaptáramos un mando de la 'PlayStation Portable' para un niño que solo tenía un brazo. Para ello, hicimos una estrategia de 'folding', para que los botones del lado izquierdo también funcionaran para el derecho”, relata el profesor.

A medida que ha avanzado el proyecto, en la Universidad de Castilla-La Mancha se han centrado más en este tipo de proyectos, dejando en las manos de los 'garage labs' los casos “más estándar”. El docente resalta que no solo ayuda al alumnado a avanzar en sus conocimientos, sino en recibir una educación más transversal, en la que sean conscientes de los problemas que existen a nivel social. “Jugar es un derecho y la mayoría no es consciente de los problemas a los que se enfrentan las personas con discapacidad”, explica. “Resulta increíble que estemos en un mundo en el que hablamos de inclusión y que hay niños que todavía no pueden siquiera comprar juguetes, porque no hay”, remata.

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